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“La libertad en el neoliberalismo es una perversión absoluta”

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ENTREVISTA (Por Emilia Martinuzzi y Fabiana Rousseaux) / El psicoanalista Jorge Alemán es un intelectual comprometido con su tiempo, y sus intervenciones, un aporte indispensable para comprender las condiciones actuales de la política, sus desvaríos, sus impases, sus retornos dolorosos y la emergencia del sujeto...
ENTREVISTA / El psicoanalista Jorge Alemán es un intelectual comprometido con su tiempo, y sus intervenciones, un aporte indispensable para comprender las condiciones actuales de la política, sus desvaríos, sus impases, sus retornos dolorosos y la emergencia del sujeto en ese contexto. En esta charla propone una exploración crítica del concepto de libertad a partir de sus lecturas de Marx, Freud y Heidegger articuladas con Lacan, analiza el modo perverso en que opera el neoliberalismo al borrar el campo de determinaciones y pone en tensión las teorizaciones de moda que asimilan al sujeto a una mercancía, afirmando tanto la imposibilidad de pensarlo desvinculado de los dispositivos del poder como de que estos lo atrapen del todo o, lo que es lo mismo, de que no haya resquicio alguno para el surgimiento de proyectos transformadores.

Por Emilia Martinuzzi* y Fabiana Rousseaux**
* Comunicadora social y magíster en Comunicación y Derechos Humanos por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Docente universitaria e investigadora de las problemáticas producidas en torno a las desigualdades de género y los derechos humanos de las mujeres.
** Psicoanalista, docente universitaria y directora de Territorios Clínicos de la Memoria. Es autora de varias publicaciones nacionales y extranjeras, entre ellas, y junto a Eduardo Luis Duhalde, del libro El ex detenido-desaparecido como testigo de los juicios por crímenes de lesa humanidad (2015), traducido
al portugués y francés.

Fotos: Sebastián Miquel

Maíz: ¿Qué es la libertad?

Jorge Alemán: Se podría decir que la palabra “libertad” obtuvo estatuto como concepto en la obra de Sartre. Si, por ejemplo, tomamos su conferencia El existencialismo es un humanismo, encontramos que allí la vincula con lo que denomina “la mala fe”.

Para Sartre había situaciones extremas en donde no había más remedio que decidir. Es decir que, en cierta forma, construyó con sus propias herramientas teóricas una teoría de la elección forzada, que aparentemente se presenta como una contradicción en sus términos –“elección” y “forzada”– y nos conduce a admitir de entrada que hay una tensión estructurante del vínculo entre ambos.

Sartre ponía el ejemplo de un hombre que tenía esta opción: combatir con la resistencia o cuidar de su madre anciana. Las dos posiciones eran absolutamente legítimas. Era el tipo de situación que a él le gustaba, en el sentido de que no quería restarle legitimidad a ninguna de las opciones para mostrar auténticamente el momento de la decisión, que es el momento de la libertad. De modo que este –en el trasfondo o en el horizonte sartreano– acontecía siempre en una situación límite que ofrecía razones suficientes como para que el sujeto pudiera desresponsabilizarse y decir que estaba condicionado por la misma. Cuando el sujeto se desresponsabilizaba y decía “bueno, no tuve más remedio que hacer esto porque las condiciones de la realidad me obligaban a hacerlo”, para Sartre eso era mala fe: que el sujeto se cobijara, vamos a decir, con las excusas que siempre proceden de lo urgente de la situación. Y para él era muy importante dar cuenta de que, cual fuese la situación –y por extrema que fuera (por eso da el ejemplo de la anciana enferma o el llamado a la resistencia)–, la decisión era un hecho afirmativo, un acto de libertad. No era “bueno, a pesar de…”, sino “elegí esto”.

Ahora, esto se podría considerar, en perspectiva –creo que no se ha hecho antes–, un antecedente, como dije al comienzo, de lo que Lacan denomina una “elección forzada”. Esto es, una elección que no es forzada porque yo tengo que elegir entre A o B y entonces si elijo A pierdo B, sino porque, aun eligiendo A, también pierdo. En este sentido, la vuelta que le da Lacan, más allá de toda la problemática lógica, es que la elección es forzada porque hay en ella misma una pérdida, pero no la pérdida de lo que no elegí, sino que, en lo que estoy eligiendo, pierdo.


M: ¿La libertad sería, entonces, un concepto que refiere a una acción del sujeto determinado por condiciones específicas?

J.A.: Es un concepto que solamente podríamos recuperar, tanto en la perspectiva existencialista como en la sartreana y en la lacaniana, como un momento en donde hay un montón de determinaciones que te preceden, que te han sujetado, que te han atrapado, pero que, sin embargo, no te agotan. Uno no puede decir “por estas determinaciones yo actúo como actúo”. Porque, a pesar de que no tengo más remedio que admitirlas o, dicho de otra manera, aceptar que he nacido encadenado a las mismas, que no he nacido con la posibilidad otorgada de entrada de una autonomía radical –como diría Kant– sino que soy heterónomo, es decir, que nací en un estado de dependencia de la cual no me puedo librar porque estoy determinado, esas determinaciones no me agotan. Y, en la medida en que no lo hacen, hay siempre un hiato o una abertura en donde está el momento de la elección, o el de la libertad, que es un momento absolutamente forzado y que jamás es pleno ni jamás evita la pérdida. Pero no la pérdida de una opción –no es que elegí la película A y dejé de ver la película B–, sino que, en el mismo momento en que elijo algo, la propia pérdida ya entra a trabajar.

El neoliberalismo incluye en su propia estructura la palabra “libertad”, pero es una perversión absoluta, porque la libertad que está dada en el ser humano es la que tiene lugar cuando se ponen en tensión situaciones plenamente legítimas, irresolubles, verdaderas, y uno no tiene más remedio que aceptar que tiene que elegir.

M: Nos encontramos en una etapa del capitalismo –que es su fase neoliberal– en la que este se caracteriza por disponer de toda una serie de dispositivos productivos de las subjetividades, en función de lo cual has propuesto en varias oportunidades distinguir la noción de sujeto de la de subjetividad, puesto que, si sujeto y subjetividad son lo mismo, caeríamos en el grave problema de concederle al poder la capacidad de fabricar al sujeto. En este sentido, el psicoanálisis tal vez viene a aportar algunos elementos para pensar lo que resulta inapropiable para los dispositivos neoliberales. ¿Cómo podríamos concebir la libertad en este contexto?

J.A.: Es evidente que hay una perversión del neoliberalismo en todo esto, porque, en primer lugar, ha borrado el campo de determinaciones. Más bien, lo que se presenta es a un sujeto que, según sus performances, su competitividad, sus condiciones cognitivas, está en condiciones de examinar las posibilidades que tiene. Cada vez se insiste más en que uno es lo que lee, lo que come, lo que decide, lo que hace: uno se tiene que inventar a sí mismo. Y han pervertido las cosas de tal manera que incluso han roto con esta lógica de la mala fe sartreana, con la posibilidad de responsabilizar a las condiciones que hacen a una realidad específica, para que luego haya lugar para decir cosas tales como “ahora los latinoamericanos le echan la culpa a Estados Unidos”. O sea: encima de que te destruyen y te someten, no podés decirlo porque sería como un atentado a tu responsabilidad, a tu libertad, a tu verdadera autonomía. Esto lo ha utilizado todo el neoliberalismo y toda la derecha como un gran argumento: “no, vos sos dueño de tu destino, vos lo has elegido”. Y eso es absurdo, porque vos no le podés decir a un tipo al que han llevado a un campo de concentración, o a alguien que han hecho desaparecer o han arrojado al mar, que ha elegido esa situación.

Entonces, en principio, hay una perversión que se ve muy a menudo. Nadie puede ya denunciar ninguna situación de injusticia porque parece que quiere generar algo conspirativo o delegar responsabilidades en los otros. Sartre fue a visitar Cuba, dijo que el marxismo era la filosofía más importante del siglo, tuvo una conversación histórica con Guevara... En fin, eso no tiene en absoluto nada que ver con toda la radicalidad que le puso al problema de la elección forzada o con la que posteriormente Lacan puso en la idea de que aun la determinación de tu novela familiar, aun siendo hijo de quien sos hijo, aun cuando te hayan tocado los peores auspicios de nacimiento, aun habiendo sido rechazado por todos los que te tendrían que haber acogido, siempre hay un momento en donde el sujeto elige.

El neoliberalismo ha hecho, como con muchísimas otras cosas, una transformación de esto. Uno tiene la sensación de que puede elegir cualquier cosa, y a la vez forma parte de un engranaje que no te deja elegir nada. De entrada sos evaluado, sos programado. Se puede saber de entrada y perfectamente si vas a ser un elemento descartable o no. Y, además, de entrada también te pueden responsabilizar incluso de tu propio descarte, de que has quedado fuera del juego por tu propia culpa, por no haber reunido todas las condiciones que deberías haber reunido para estar en la relación de competencia pertinente. Entonces, la palabra “neoliberalismo” incluye dentro de su propia estructura la palabra “libertad”, pero es una perversión absoluta, porque la libertad que está dada en el ser humano es la que tiene lugar cuando se ponen en tensión situaciones plenamente legítimas, irresolubles, verdaderas, y uno no tiene más remedio que aceptar que tiene que elegir.

Pero evidentemente es un tipo de elección particular. Hay un oxímoron en la expresión “elección forzada”, porque, desde luego, si le preguntamos a un lógico de las escuelas anglosajonas entendería por elección la posibilidad que tiene un sujeto de arbitrar, gracias a sus condiciones cognitivas lógicas y racionales, cuál es la mejor decisión. De hecho, si nos fijamos en la construcción simbólica de los aparatos mediáticos publicitarios, apelan a que elijas “de la buena manera”, a que reúnas todas las condiciones, te informes, elijas según todo lo que puedas haber recabado como información, etcétera. Y el reverso obsceno de todo esto es que de golpe, en realidad, has estado endeudado desde tu nacimiento, has quedado incluido en engranajes.

Un acierto de Heidegger fue haber pensado, en un momento dado, que la filosofía ya no estaba más en la filosofía; que era la computadora, el teléfono. Y su idea de salirse de ella no tenía que ver con salirse de los libros ni de la tradición filosófica, sino con que descubrió que, desde la nada, la técnica podía producir valores. Es decir que con algo que no tiene ningún respaldo ni ningún tipo de materialidad se pueden producir especulaciones de gran alcance que modifican las estructuras de las naciones. Por lo tanto, Heidegger consideró –esto es un apunte que sí creo que es válido, porque me parece que refiere a un momento suyo de mucha lucidez– que la filosofía era eso: su idea de atravesarla y buscar un pensamiento no filosófico estaba fundada en que él no pensaba que la filosofía era Platón, Aristóteles, Kant, Descartes, Lenin, etcétera, sino que ya se había alojado en el interior de los engranajes, o en las estructuras de desplazamiento, de tal manera que ya se había producido un modo de pensar filosófico en la propia materialidad de los objetos funcionando conectados entre sí. En este sentido, la elección –para ir de nuevo al problema de la libertad– era qué tipo de salto, qué tipo de acontecimiento se tenía que producir para habitar un mundo en donde la filosofía se había realizado en el nihilismo de la técnica. Por nihilismo Heidegger entiende –y esto es algo que hay que aclarar, porque así como el escepticismo no fue no creer en nada sino que no se podía saber nada, el nihilismo tampoco es eso, y un nihilista puede precisamente creer en miles de cosas– que ya no podés pensar en cómo habitar este mundo de tal manera que seas responsable de tu propia existencia. Lo que significa que aquí hay otro punto que también podría ser interesante para reflexionar en relación con esto de la libertad.

Zapatillas y zapatos rotos con un cartel que dice "libertad"

M: ¿Cómo podemos vincular el concepto de libertad con lo que resulta inapropiable por parte del neoliberalismo?

J.A.: Lo inapropiable es un invento que produje para debatir frente a corrientes que estaban “muy en boga en la izquierda” respecto de la producción de subjetividad, sobre todo el caldo foucaultiano-deleuziano de dispositivos que producen subjetividad. El colmo de esto son dos autores muy de moda, Byung-Chul Han (coreano) y Franco Berardi (italiano), que aciertan en otorgarle al capitalismo todas sus posibilidades potenciales, pero es tan poderosa la descripción que hacen de ese capitalismo megaconectado, hiperconectado, que el sujeto mismo es como una mercancía. Llega un momento en que no hay ontológicamente posibilidad de distinguir qué hay en nosotros que no sea una mercancía. Entonces, si bien Lacan no habló nunca de lo inapropiable, es evidente que el nacimiento del psicoanálisis, la teoría del sujeto, es precisamente la demostración –y no porque el sujeto sea realmente alguien que no esté atravesado por cuestiones también terribles– de que no está todo producido desde los dispositivos.

Ahora bien, una vez dicho esto, también hay que pensar en los vasos comunicantes entre los dispositivos producidos por el poder y el propio sujeto. Es decir, le doy la bienvenida a la separación entre subjetividad y sujeto, siempre y cuando pensemos que ambas cosas están absolutamente comprometidas, tienen vasos comunicantes muy serios establecidos e incluso, en muchos casos, relaciones indecibles. Porque no es que hay un sujeto que está como si fuera un papel en blanco y viene el poder y lo escribe. No, es todo mucho más complejo: los dispositivos del poder toman aspectos que hay en el sujeto, que están en su propia constitución, en su propia estructura, y trabajan sobre ello. Entonces, este es el problema. Sería muy fácil decir “el sujeto es un producto de los medios de comunicación”, pero no es así. En todo caso, los medios ya están hechos de acuerdo con ciertas estructuras fantasmáticas que están en el sujeto, en su propia constitución. De lo contrario, no tendrían la eficacia que tienen. Si no fuera por la condición sexuada, mortal y hablante del sujeto, los medios de comunicación tendrían muy escasas posibilidades, al igual que los distintos dispositivos de poder. Entonces, en realidad, ahí el problema es que una vez que está establecida la diferencia –que a mí me parece que resuelve metodológicamente muchas confusiones, porque si no todo el tiempo es la historia del poder y esto implica, como señalaron ustedes en una pregunta, regalarle al mismo toda la constitución del sujeto– hay que pensar los vasos comunicantes. Berardi dice que el inconsciente ya no está estructurado como un lenguaje porque el capital financiero lo ha atrapado. Eso yo no lo comparto. Pero en cambio sí comparto la idea de que, efectivamente, no podría haber un andamiaje o unos dispositivos tan eficaces si los mismos no trabajaran con la propia constitución del sujeto, aunque no lo atrapen del todo, aunque no pueda haber una relación de totalidad, aunque no pueda quedar totalmente absorbido. Porque esa sería la condición de posibilidad de la política, de la resistencia, de los proyectos transformadores.

Sería muy fácil decir “el sujeto es un producto de los medios de comunicación”, pero no es así. En todo caso, los medios ya están hechos de acuerdo con ciertas estructuras fantasmáticas que están en el sujeto, en su propia constitución. De lo contrario, no tendrían la eficacia que tienen.

M: En Argentina, el gobierno de la alianza Cambiemos aprobó durante el mes de diciembre de 2017 una serie de reformas, entre ellas, la Reforma Previsional. Y lo hizo luego de dos manifestaciones masivas a Plaza de Mayo en las cuales puso en funcionamiento dispositivos de represión popular. ¿Podríamos pensar desde este episodio la relación entre una subjetividad neoliberal que se manifiesta a través de la iniciativa del gobierno y sus tensiones con un sujeto que aun en estas condiciones es capaz de producir un pensamiento respecto de lo común?

J.A.: Tenemos que diferenciar dos cosas: “lo común” es latente siempre, nunca es el motivo manifiesto. Es decir, supongamos que la gente salió efectivamente aquella vez por la reforma de la caja previsional o por lo que sea. Eso es como lo que se llama en psicoanálisis el “resto diurno del sueño”: ese es el resto diurno de lo común. Lo común no tiene nombre. El motivo de lo común comienza, vamos a decir, cuando la gente está en la calle y se manifiesta. Hay lo común en la medida en que, gracias a ese resto diurno, se ha desencadenado una voluntad colectiva de intervención que no sabe muy bien qué busca ni qué es lo que quiere, pero que ha presentado un nuevo límite con respecto a la realidad. Esto es muy importante distinguirlo, ya que no es que lo común tenga previamente un enunciado que lo identifique, porque si fuera así sería muy fácil establecerlo a partir de consignas. En todo caso, siempre es algo que, al margen de esas consignas o tomándolas como el elemento desencadenante, estaba en algún lugar y emerge.

En este sentido, yo entiendo lo común no como previamente precedido, constituido y organizado según referencias explicitas, sino como algo que de modo latente –se comprueba retroactivamente que era latente– irrumpe, y eso, evidentemente, no está en el programa neoliberal. No lo pienso como “vamos a poner en común que estamos en desacuerdo con la ley”. Creo que los momentos interesantes de lo común se producen cuando verdaderamente hay algo más, hay algo donde decís “Sí”. En principio pudo haber sido la ley previsional, pero a la noche, cuando vi los cacerolazos, me pareció que se resignificaba el día, porque ahí advertí esta indeterminación. Advertí que ya la gente iba más allá de la reforma previsional, había aparecido un nuevo límite, fugaz, sin definición. Y esto ya cambió un poco el día entero.

M: En los términos del psicoanálisis y su relación con la política, ¿qué aspectos deberíamos tener en cuenta respecto de la condición humana para pensar un proyecto político de resistencia y construcción? ¿Cómo deberíamos pensar al sujeto del proyecto emancipatorio?

J.A.: Quizás no haya habido en la historia de la humanidad una irrupción igualitaria como la que tuvo lugar en los días de octubre y noviembre de 1917 en Rusia. El momento más apasionante del ser humano, el momento moderno más igualitario –junto con la Revolución francesa– donde realmente hubo algo insólito, fue el momento de “todo el poder a los sóviets”. Momento horizontal, anticapitalista y definitivamente de ruptura con todo el orden y el régimen establecido.

Sin embargo, ustedes saben que Lenin y Trotsky, una vez que toman el poder y en el transcurrir de los días, empiezan a plantearse que tal vez el pueblo ruso no quiera el comunismo, a darse cuenta de que quizás no quiera continuar por ese camino. Así que imagínense lo que se puede decir de la condición humana... Y voy a decir más: la tesis de la dictadura del proletariado la imponen porque dicen “a ver si se nos dan vuelta”. La primera sospecha la tienen con los campesinos (“los campesinos no van a querer el comunismo”), pero luego dicen “¿y si los propios obreros no quieren el comunismo?”. Entonces se disuelve todo y se construye una identidad entre el partido, la dictadura del proletariado y el sóviet, de tal manera que haya una integración total bajo una ley científica que es el desarrollo de la sociedad hacia el comunismo.1

Lo que quiero decir con esto es que, si vamos al tema de la condición humana y sus expresiones políticas –hay que saberlo por una cuestión de honestidad intelectual–, entramos en un terreno extremadamente sinuoso.

Notas

1 Para más precisión sobre este aspecto, véase el capítulo 1 “Revolución” del canal de YouTube Punto de Emancipación. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=mIlqeV-3lns.

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Qué cosa fuera la democracia sin pueblo

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Gente caminando en un andén de subterráneo
Por E. Raúl Zaffaroni / DERECHOS HUMANOS, CONTINUIDAD DEMOCRÁTICA Y AVANCE TECNOLÓGICO / Poder de la comunicación masiva orientado por sofisticados medios de manipulación emocional y en manos monopólicas, más control y determinación de conducta digitalizados y medicalizados, más una ideología única que coopta las academias y se vulgariza a través de estos recursos,...
DERECHOS HUMANOS, CONTINUIDAD DEMOCRÁTICA Y AVANCE TECNOLÓGICO / Poder de la comunicación masiva orientado por sofisticados medios de manipulación emocional y en manos monopólicas, más control y determinación de conducta digitalizados y medicalizados, más una ideología única que coopta las academias y se vulgariza a través de estos recursos, dan por resultado un panorama siniestro de totalitarismo corporativo en acción, que encuentra sus límites en la incapacidad de determinar tecnológicamente la totalidad de los comportamientos pero no de pervertir el más elemental de los derechos humanos en democracia: basta con lograr reducir, al manipular, el espacio subjetivo de ejercicio de la autonomía moral inherente a la condición de persona de un 10% de la población para distorsionar el resultado de cualquier elección. Notas sobre un proceso de cosificación del pueblo que reclama la urgente intervención del derecho.

Por E. Raúl Zaffaroni
Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires.

Fotos: Sebastián Miquel

1. Todo ser humano es persona. Prácticamente todas las normas de Derechos Humanos podrían derivarse de la premisa todo ser humano es titular de derechos (persona). Esta es la base de la antropología jurídica jushumanista, que puede sintetizarse aún más de la siguiente manera: todo ser humano es persona porque es un ente dotado de razón y conciencia.1

La antropología jushumanista toma partido al considerar al ser humano dotado de razón y conciencia, porque le reconoce autonomía moral, es decir, capacidad para decidir –en conciencia y con la guía de su razón– sobre lo bueno y lo malo, lo que, a su vez, impone a los Estados el deber de respetar el espacio necesario para el efectivo ejercicio de esa decisión.

Esto presupone que cada humano decide sobre su ser, va siendo conforme a sus elecciones, porque de ese modo existe (adelanta su ser) y se proyecta con otros co-existiendo. Así es como ejerce la autonomía moral inherente a su condición de persona.

2. El ejercicio de la autonomía moral. Los textos legales mencionados establecen un deber ser que da por supuesto que no siempre es en la realidad. No se altera la dignidad de persona de ningún ser humano, cualquiera sea la situación en que se encuentre: perseguido, hambriento, en la miseria, preso, esclavizado, analfabeto, maniatado, el humano sigue siendo tal, y, por ende, debe ser rescatado de esa situación que le reduce el espacio objetivo o material para el ejercicio de su autonomía moral.

Pero el ejercicio de su autonomía moral requiere, además de este espacio objetivo o material, un espacio subjetivo de autonomía para poder elegir y elegirse: necesita cierto grado de conocimiento y reconocimiento del para qué de las cosas del mundo, sin lo cual no le es posible situarse en el mundo en el que siempre debe elegir (no elegir también es una elección).

Un humano esclavizado no dispone de espacio objetivo para salir de esa situación, pero si ignora que está esclavizado carecerá de todo espacio subjetivo que le permita intentar aprovechar cualquier fisura objetiva de liberación o resistencia.

3. El ejercicio de la autonomía moral en la política. A toda persona debe respetársele el derecho a participar en la dirección de los asuntos públicos (política o gobierno de la polis), por lo menos votando en elecciones auténticas (arts. 21º de la Declaración Universal y 23º de la Convención Americana), dado que la voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público (art. 21º de la Declaración Universal).

La voluntad del pueblo (demos) es la resultante del conjunto de las voluntades de las personas que lo componen, expresada en elecciones auténticas. La autenticidad de una elección depende de que haya sido producto del ejercicio amplio de la autonomía moral de las personas del pueblo, inherente a su condición de tales. De lo contrario, faltando espacio social para este ejercicio (por reducción del espacio objetivo o subjetivo), la elección será inauténtica. La ley establece, pues, que sólo puede haber una autoridad legítima cuando tenga por base una elección auténtica de un pueblo integrado por personas que hayan podido ejercer su autonomía moral con amplitud objetiva y subjetiva.

Gente caminando en una calle céntrica


4. El espacio subjetivo de este ejercicio. En cuanto al nivel de participación en el gobierno de la polis, cabe preguntarnos si acaso –en la realidad– todos gozamos de ese espacio subjetivo. Es obvio que quienes sufren dictaduras con censuras fuertes e ideologías (sistemas de ideas), construcciones de la realidad y discursos únicos no disponen de él, o sea, que en sus elecciones no pueden ejercer con amplitud la autonomía moral inherente a su condición de personas.

Pero fuera de los supuestos extremos y groseros, es decir, en democracias reales, debemos preguntarnos si no se está produciendo una creciente e insidiosa reducción del espacio subjetivo de decisión mediante sofisticadas tecnologías de control y determinación de conductas. Dicho de otra manera: en las democracias actuales, ¿no se estará reduciendo la participación de los ciudadanos como personas, achicando el espacio subjetivo para el ejercicio amplio de la autonomía moral?

No faltarán, seguramente, quienes ante esta pregunta se rasguen las vestiduras y la denuncien como sacrilegio, caso en el que cabrá indagar cuál será el interés impelente de esa sobreactuación reactiva.

5. Los antecedentes del problema. No se trata de señalar la simple mentira política ni tampoco de denunciar los famosos y siempre vigentes once principios de Goebbels 2, sino de centrar la atención en la potencia enorme que las fake news y la aplicación de estos principios adquieren hoy en la vida política mediante la finísima tecnología de control, comunicación, manipulación y determinación de conductas humanas.

Si bien se trataría de un cambio en principio cuantitativo, se vuelve esencialmente cualitativo si pensamos que esas tecnologías, por razones metodológicas, deben partir del presupuesto de que los electores son objetos manipulables tecnológicamente y no personas con autonomía moral, lo que implica una cosificación del pueblo.3

6. La tecnología de vigilancia. Todo comenzó con la vigilancia, cuando la concentración urbana acabó con el control directo de las personas en el pequeño contorno de la edad media europea. Allí surgió la policía con sus fichajes tradicionales, las identificaciones por fotografía, antropometría (Bertillon) y dactiloscopia (Vucetich), pero hoy en las grandes ciudades toda persona está registrada en medio millar de ficheros 4 y es filmada unas cincuenta veces diarias. La geolocalización a través de los teléfonos celulares permite seguir prácticamente a una persona en sus desplazamientos y escuchar todas sus conversaciones, incluso con los celulares apagados.

Frente de una casa antigua con pintadas en paredes y aberturas


7. Los datos como mercancía. Pero pronto se descubrió que la acumulación de datos no sólo servía para vigilancia, sino también para orientar la publicidad comercial, y así fue como el marketing los convirtió en mercancía. El incesante acopio de datos personales lesionaba la privacidad, y las legislaciones europeas (y un poco menos, la norteamericana) quisieron protegerla,5 pero realmente está en extinción.6

Con la acumulación de datos ingenuos se traza un doble informático del consumidor sobre el cual bombardear la publicidad específica. Del mismo modo, la psicopolítica digital elabora otro del elector o votante.

Muchísimos servicios son en apariencia gratuitos, pero en realidad se pagan con los datos personales con valor de mercado cedidos por los usuarios,7 sea por necesidad de la vida cotidiana o por estimulación del afán de exhibición o curiosidad. Esta masa de datos no sólo sirve para publicidad consumista y la manipulación política, sino que retroalimenta la vigilancia, dado que también se elabora un doble informático del peligroso para la seguridad, porque los servicios secretos tienen acceso a ellos y su uso va rompiendo los límites entre el espionaje, la guerra y el control de la propia población,8 a lo que se suman sus propias tecnologías de seguridad, como los drones para acciones bélicas y ejecuciones a distancia.9


8. Los espías se autonomizan. La polifuncionalidad limitadora de los espacios objetivos y subjetivos de autonomía moral alcanza límites insospechados. Así, las policías secretas o de inteligencia, al igual que todas, tienden a autonomizarse de la autoridad política, porque como hoy casi no existe espacio de privacidad tecnológicamente impenetrable, también espían a los políticos 10 y los convierten en rehenes.

Además, los servicios secretos de diferentes países se relacionan para cooperación, pero con los subdesarrollados crean vínculos de subordinación, es decir que los agentes propios pasan a ser dobles y cooperadores en el debilitamiento de su propia institucionalidad democrática.

9. Drones, Big Data. Pero la tecnología avanza a pasos acelerados y permite cada día más intromisiones. Amenaza una nueva generación de drones (producto de la nanotecnología) del tamaño de gorriones o de insectos. Se trataría del fin de la privacidad (y también de la guerra, por lo menos como la entendemos hasta el presente).

Por otra vía se desarrolla la técnica de procesamiento de enormes cantidades de datos (llamada Big Data o macrodatos) que eran inmanejables con los recursos hasta ahora conocidos. Estas técnicas se están usando para actuar sobre los ciudadanos determinando su comportamiento electoral, lo que representa un serio riesgo para el futuro de las democracias.11 Mediante los perfiles de millones de personas y la clasificación de las preferencias, se conoce la conducta electoral de millones de votantes segmentados por manzanas, lo que sirve para orientar los mensajes políticos emocionales con precisión.

Así se logra, por ejemplo, que un elector progresista vote a un candidato de la derecha sólo porque se pronunció a favor del aborto, pasando por alto que al mismo tiempo propone derogar todo el derecho laboral: basta con bombardearlo obstinadamente con la sola cuestión que le genera empatía con el candidato.

10. La población en riesgo de caída. La publicidad orientada del consumo también es útil para condicionar a los segmentos sociales de incorporación más precaria a una subjetivización que los distinga de los excluidos. Para neutralizar la inseguridad propia de su estatus poco firme, se fomenta su identificación subjetiva con los estratos de mayores ingresos y hasta se los impulsa a asumir contradictoriamente actitudes propias de las clases altas,12 siendo fácil presa de la manipulación mediante las fake news de los monopolios mediáticos.13

Esta alienación por odio hacia la condición social menor y no del todo superada, como mecanismo de huida neutralizante del temor a la caída, se traduce en angustia, estrés y conductas paradójicas, no sólo políticas,14 sino de todas las relaciones interpersonales.



11. Los monopolios mediáticos. En cualquier caso, debe tenerse presente que la nueva tecnología de vigilancia, control, manipulación y determinación de conducta se suma a las tecnologías tradicionales, renovadas con formadores de opinión, asesores de imagen, constructores de discursos, que usan las mejores técnicas de publicidad y marketing para convertir la discusión política en un espectáculo cuidadosamente programado, ahora no sólo guiados por encuestas y sondeos de opinión, sino por los macrodatos, es decir, centrados en los sectores de población más vulnerables a la manipulación, hacia los que se orienta la propaganda y las fake news. Muchos de los recursos empleados en manipulación electoralista no se admiten en el marketing, donde están penados como delito de competencia desleal.

Aunque los medios escritos pierden importancia, la combinación de estos y los audiovisuales son una poderosa maquinaria de determinación de conducta, en particular cuando las mismas corporaciones que poseen estos últimos también manejan los primeros.

Es obvio que el monopolio mediático no es propio de ninguna democracia, porque es el instrumento de creación de una realidad única y también el difusor de la vulgarización de una ideología única, componentes ambos de todo proyecto totalitario.

12. El control medicalizado. Pero la tecnología de control social no se agota en las antes mencionadas, sino que avanza como determinación directa de conductas, como en el caso del control químico, en especial mediante psicofármacos.
Estos significaron un gran avance en el tratamiento de las psicosis, pero también dieron lugar a una absurda hipermedicación, con enormes ganancias de las corporaciones de medicamentos que, a su vez, financian las investigaciones médicas.15

El abuso de antidepresivos, sedantes y antipsicóticos debilita la resistencia a la frustración y al dolor, lo que resulta funcional a toda tentativa de domesticación social. La medicalización de problemas psicógenos y conflictividad social responde a un nuevo reduccionismo biológico, alimentado en lo teórico por intérpretes apresurados de las neurociencias.

Pero el control médico también anuncia nuevos peligros, pues si bien las terapias genéticas prevendrán y curarán muchas enfermedades, de mantenerse la actual discriminación en la atención de la salud, darán por resultado personas con mayores resistencias y vida más prolongada, o sea, humanos biológicamente superiores a otros,16 lo que resulta siniestro combinado con la creciente brecha tecnológica entre el norte y el sur del planeta, habida cuenta de que el sur crece vegetativamente mucho más que el norte.17

13. Amenazas futuras pero cercanas. La acumulación de datos y las consecuentes tecnologías de vigilancia, manipulación y determinación de conducta proyectan sus efectos a ámbitos que parecen insospechados. Así, es obvio que la población penal de los países centrales resulta muy cara y, pese a la condición de campos de concentración en muchos países periféricos, tampoco puede seguir aumentando sin límite,18 por lo que cabe presumir que pronto se aplicarán tecnologías de control electrónico superiores a las actuales (con nuevas generaciones de microchips) 19, que monitoreen el desplazamiento y provoquen una sensación dolorosa o paralizante en caso de apartamiento de los desplazamientos geográficos programados.

Este control electrónico sería mucho más barato que la prisionización 20 y, justamente por eso, corre el riesgo de extenderse ilimitadamente, incluso a quienes lo requieran voluntariamente como prevención de victimización, ante la creciente conflictividad social generada por la exclusión consiguiente al creciente proceso de concentración de riqueza.
Sin duda que esta última generará mayores discriminaciones y exclusiones y, por ende, mayores ocasiones para crímenes patológicos similares a los europeos de los últimos tiempos,21 lo que incrementaría la alarma social frente al terrorismo y legitimaría la mayor intensidad de control, manipulación, represión y violencia letal policial, so pretexto de prevención.

Por otra parte, no es difícil que, cuando se vuelva inocultable el deterioro medioambiental, una nueva ola de fake news lo impute a los pueblos originarios y los pobres del mundo, que cocinan con leña o explotan los bosques y cazan algunos animales,22 lo que sería en un todo funcional a la especulación que los prive de tierras y de alimentación, condenándolos a su desaparición.

14. El totalitarismo en acción. El enorme poder de la comunicación masiva más o menos tradicional, pero ahora orientado conforme a sofisticados medios de manipulación emocional de las personas y en manos monopólicas, sumado al control, la manipulación y la determinación de conducta digitalizados y medicalizados, en el marco de una ideología única que coopta las academias y se vulgariza a través de estos recursos, integra un cuadro general de totalitarismo corporativo en acción, que pone en peligro la continuidad de las democracias mediante la negación del espacio subjetivo para el ejercicio de la autonomía moral inherente a la condición de persona de los electores, quienes, al igual que los clientes de la sociedad consumista, pasan a ser considerados como meros entes a determinar.

15. La depresión como táctica. Esta amenaza tecnológica totalitaria pretende mostrarse a los pueblos como un poder incontenible –aunque no lo sea–, porque todo totalitarismo trata de crear una sensación de impotencia (inutilidad de toda resistencia), lo que en una parte de la sociedad hace cundir una depresión desmoralizante. Se trata de una de las tantas tácticas totalitarias, puesto que, como es sabido, toda resistencia requiere una actitud subjetiva positiva, dado que no es posible la resistencia con depresión.

Todo lo anterior sea dicho sin perjuicio de señalar que semejante poder de creación de realidad e imposición de ideología únicas también pone en serio riesgo la identidad cultural de cualquier nación.

16. Límites. De todas formas, toda esta tecnología, que choca frontalmente con la premisa básica de respeto a la persona, si bien es una acción peligrosa y dañina, en buena medida es aún una aspiración de totalitarismo, que no tiene la capacidad de determinar las conductas de todos los seres humanos y es de esperar que nunca la tenga.

Es eficaz en cuanto a la manipulación que pervierte el más elemental de los derechos humanos en democracia, pues le basta con lograr reducir el espacio subjetivo de ejercicio de la autonomía moral de un 10% de la población para distorsionar el resultado de cualquier elección formalmente democrática, porque, al desplazar esa minoría de uno a otro candidato, obtiene una diferencia de veinte puntos en el resultado electoral final.

17. ¿Será inevitable la desaparición de la democracia? Por cierto que, de continuar este proceso, las democracias se reducirían a meras formas, cuyo contenido se agotaría en pugnas de aparatos de determinación de conducta, en la medida de la capacidad económica de los contendientes para contratarlos y manejarlos.

En tal caso, las democracias dejarían de presuponer un pueblo (demos), o sea, personas con espacio social (objetivo y subjetivo) para formar y expresar sus opiniones conforme a la conciencia moral inherente a su condición de humanos. Se trataría de ficciones de democracia sin pueblo –sin personas–, entendidas como lucha de poderes económicos para determinar a entes manipulables tecnológicamente.23

Al perder sustancia, la democracia dejaría de ser útil a las mayorías excluidas y abriría paso a la instalación de la peligrosa idea de que al totalitarismo corporativo sólo se le podría oponer otro totalitarismo (o un fuerte autoritarismo), lo que en el corto y mediano plazo tendría por efecto una fuerte reproducción de grave violencia social y política.

18. La hora del derecho. Ante esta realidad en acción y el panorama siniestro de su posible proyección futura, ha llegado la hora de reclamar al derecho constitucional e internacional la intervención neutralizadora del proceso de destrucción de las democracias.

Así como se fueron configurando principios y legislaciones que garantizaron los derechos electorales, la transparencia de los actos comiciales, la organización y el funcionamiento de los partidos políticos, etcétera, se impone en esta hora un ejercicio de investigación e imaginación que permita proyectar nuevas instituciones que salven las democracias de los peligros del control, la manipulación y la determinación tecnológicos de conductas.

El derecho requiere, como cualquier otro saber, una buena dosis de creatividad, para la cual sus cultores no suelen estar muy entrenados, pero que en esta hora se hace necesario ejercer, para imaginar instituciones idóneas como jurisdicción de lealtad y transparencia democráticas, o sea, una Justicia o fuero especializado, como parte o en paralelo a la Justicia electoral, que preserve la paridad de oportunidades democráticas y el espacio subjetivo, necesario para el ejercicio de la autonomía moral de las personas, con órganos habilitados para investigar, limitar y desbaratar los abusos manipuladores llevados a cabo mediante tecnologías altamente sofisticadas.

La democracia no está perdida ni la tecnología acabará con ella, sólo que es menester resguardarla de los resultados indeseables del avance tecnológico. Esa es la tarea del derecho, no menor por cierto. De la urgencia y del acierto con que proyecten las nuevas instituciones democráticas no dependerá la desaparición de la democracia en el mundo, porque siempre seguirá siendo un ideal humano, pero sí su transitoria decadencia parcial y los consiguientes daños de ella derivados.

Notas

1 El art. 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce que todos los seres humanos nacen libres y están dotados de razón y conciencia. El art. 2º numeral 1º señala a toda persona como titular de los derechos y libertades proclamados en la Declaración. El art. 3º, que todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad. Los documentos regionales lo reafirman: toda persona tiene el derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica (art. 3º de la Convención Americana sobre Derechos Humanos) y todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la integridad de su persona (artículo I de la Declaración Americana), cuyo preámbulo reitera el art. 1º DU. VOLVER

2 1) Principio de simplificación y del enemigo único: adoptar una única idea, un único símbolo; individualizar al adversario en un único enemigo. 2) Principio del método de contagio: reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; los adversarios han de constituirse en suma individualizada. 3) Principio de la transposición: cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. 4) Principio de la exageración y desfiguración: convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. 5) Principio de la vulgarización: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. 6) Principio de orquestación: “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. 7) Principio de renovación: hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones. 8) Principio de la verosimilitud: construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias. 9) Principio de la silenciación: acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines. 10) Principio de la transfusión: por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas. 11) Principio de la unanimidad: llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad. VOLVER

3 Las primeras dudas acerca de los efectos riesgosos de las nuevas tecnologías comunicacionales surgieron con la radiotelefonía, usada por el matrimonio Roosevelt cientos de veces, impulsando el New Deal, pero también en la Alemania nazi, en particular durante la guerra, con un severo control monopólico y la prohibición de escuchar radios extranjeras. Esta última mostró el enorme poder de creación de realidad, pues hasta el anuncio de la muerte de Hitler y la vista de los aliados entrando a las ciudades, hubo quienes ignoraban que la guerra estaba perdida. VOLVER

4 Seguridad, correos, hospitales, previsión social, telecomunicaciones, tránsito, servicios públicos, aduanas, tarjetas de crédito, suscripciones de publicaciones, etcétera. Todos estos ficheros valen dinero y son objeto de compra y venta para marketing, pero también para seguridad y con fines electorales. VOLVER

5 El Consejo de Seguridad Nacional (NSC) norteamericano está en manos del Ejecutivo, excluyendo al Congreso; la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), creada en 1952, parece estar encargada del control de comunicaciones electrónicas extranjeras. La Electronic Communications Privacy Act de 1986 faculta a la Administración a exigir a los bancos, proveedores de Internet, empresas de telecomunicaciones, bibliotecas, etcétera, los datos personales de sus clientes mediante una carta (National Security Letter) en la que el FBI afirma que el dato es de interés para la lucha contra el terrorismo o contra actividades de información clandestina. En función de lo anterior, el FBI puede acceder a los datos almacenados de cloud computing, que es el modo de hacerse de datos europeos violando la protección de sus leyes nacionales. Hace una década se observaba que el presupuesto del FBI había superado los cuatro mil millones de dólares, triplicando el de la DEA. Cfr. Vervaele, John A. (2007). La legislación antiterrorista en Estados Unidos. Buenos Aires: Editores del Puerto, p. 6.VOLVER

6 Académicos norteamericanos del think tank afirman que la privacidad es cosa de viejos tontos o de quienes tienen algo que ocultar, argumentos que suelen difundir los medios monopólicos audiovisuales. VOLVER

7 Tarjetas de crédito, bancarias y de tiendas, Internet y los teléfonos celulares permiten seguir la vida de cada individuo. Hay programas espías instalados en teléfonos que, sin que lo sepa el usuario, registran sus desplazamientos. Facebook recibe por mes tres mil millones de fotos y mantiene una base de datos identificatoria de las personas que aparecen en ellas. Todo esto se maneja con monopolios de hecho (Google, Facebook, Amazon, Microsoft). VOLVER

8 Tratándose de servicios secretos estatales, el espionaje electrónico y el control de población de otros Estados son hoy verdaderos actos de agresión, de los que pronto tendrá que hacerse cargo mucho más seriamente el derecho internacional. VOLVER

9 Chamanyou, V. Grégoire (2016). Teoría del dron. Buenos Aires: NED Ediciones. VOLVER

10 Su vida íntima, cuentas, comunicaciones, aficiones, defectos, vicios, preferencias, manejos de campañas electorales, conversaciones, etcétera. No obstante, cabe observar que también se erigen en un peligro para los mismos autócratas corporativos, lo que constituye una contradicción en su propio poder.VOLVER

11 Cfr. Martin Hilbert, experto en redes digitales: “Obama y Trump usaron el Big Data para lavar cerebros” (http://www.theclinic.cl/2017/01/19/martin-hilbert-experto-redes-digitales-obama-trump-usaron-big-data-lavar-cerebros/). También “La democracia no está preparada para la era digital y está siendo destruida” (http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-39511606). Así, se puede detectar cuándo una persona tuitea algo, medir las reacciones que se producen con respecto a ciertas medidas de gobierno, discursos políticos, etcétera, y con su georreferenciación decidir medidas de intervención política sobre la cuadra del barrio o la casa desde la cual se tuiteó. Para hacer esto, se cruzan y procesan esas enormes bases de datos y se puede controlar y condicionar, sin que los destinatarios sepan que el mensaje y la intervención nacieron a partir de su propia información y privacidad violadas y procesadas. VOLVER

12 A este fin, el totalitarismo mediático incentiva al máximo el siempre presente deseo por los “bienes escasos”, que con inmejorable claridad expuso René Girard en Acerca de las cosas ocultas desde la fundación del mundo (2011). VOLVER

13 Una excelente descripción (con muy buena ironía) de este fenómeno al promediar el siglo pasado en la Argentina es el clásico de Arturo Jauretche, El medio pelo en la sociedad argentina (Apuntes para una sociología nacional) (1966). VOLVER

14 Apoyo a partidos de derecha, racismo, desprecio por los movimientos populares, búsqueda de un orden y estabilidad distópicos, rechazo de garantías frente al poder, estigmatización de políticos progresistas, reiteración de opiniones francamente autoritarias, adopción de actitudes incompatibles con la condición económica, imitaciones y sustituciones burdas de otras clases sociales, etcétera. VOLVER

15 El objetivo parece ser la reducción de esta a una técnica habilidosa de manejo de vademecum de medicamentos, que se presentan con dispares nombres aunque contienen los mismos elementos básicos. VOLVER

16 No es necesario imaginar la aún distante producción de cyborgs y quimeras para ver que esto puede reiterar la extinción de los Cromagnon. De todas formas, cfr., por ejemplo, Silver, Lee M. (1998). Vuelta al Edén. Más allá de la clonación en un mundo feliz. Madrid: Taurus. VOLVER

17 La historia enseña que siempre que una masa humana no halló ubicación en un sistema o se volvió molesta, se la desplazó geográficamente, pero ahora no existe esta posibilidad, sin garantía alguna de que alguien no esté pensando en su supresión más o menos disimulada o incluso desembozada. VOLVER

18 El caso de Brasil lo demuestra: el país tiene 700.000 presos y, pese a la condición insostenible de sus prisiones, lo cierto es que registra un número casi igual (600.000) de órdenes de captura emitidas por sus jueces que no se ejecutan por falta de espacio. Hay en todos los países (incluso en Estados Unidos) un límite presupuestario al crecimiento de la población prisionizada: Estados Unidos parece destinar a su control punitivo unos 200.000 millones de dólares anuales, cifra absolutamente inalcanzable para países que entran en default mucho antes de llegar a ese monto de deuda externa. VOLVER

19 En especial, también producto del avance de la nanotecnología. VOLVER

20 Aún en condiciones inhumanas, el costo del día-cárcel es muy alto. Se ha dicho –con exageración, por cierto, pero no demasiada– que sería más barato becar a los presos para que estudien en el extranjero. El negocio de la privatización carcelaria se ha demostrado que es una ilusión que no significa más que beneficios para empresas exportadoras de tecnología de seguridad y encarece aún más el precio del día-cárcel. Cfr. Stern, Vivien (2010). Creando criminales, las cárceles y las personas en una sociedad de mercado. Buenos Aires: Ad Hoc. La limitación contractual al número de presos privatizados agudiza la superpoblación de las prisiones no privatizadas y dificulta una redistribución de recursos para paliar el problema. VOLVER

21 Además, cabe imaginar que, como siempre ha sucedido, todo avance tecnológico a poco andar es asumido también por la actividad criminal, por lo que no se pueden descartar actos criminales más letales. VOLVER

22 Respecto de un país desertificado por explotación hasta la destrucción de sus bosques, como es Haití, se imputa esto a la costumbre de cocinar con leña de sus habitantes. VOLVER

23 Los tecnócratas que incurren en claros comportamientos de competencia desleal se cotizan en altos honorarios que las corporaciones pueden pagar. VOLVER

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Editorial 10

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Por Florencia Saintout

Por Florencia Saintout
Directora revista Maiz.


“Estamos como nación empeñados en una contienda de razas en que el indígena lleva sobre sí el tremendo anatema de su desaparición, escrito en nombre de la civilización. Destruyamos, pues, moralmente esa raza, aniquilemos sus resortes y organización política, desaparezca su orden de tribus y si es necesario divídase la familia.”
Julio Argentino Roca. Presidente de la Nación Argentina (1880-1886).


Hace cinco siglos un mundo se descargó sobre otro. Un mundo blanco, depredador, patriarcal, explotador de la tierra y sus recursos, que no se detuvo –ni se detiene– ante nada ni nadie para apropiarse de todo: el territorio, los seres, la vida.

Ese mundo –la Europa capitalista– consideró a este, nuestro mundo, como un “Mundo Nuevo”. O sea que, para los fines de la “civilización”, América –la que hoy llamamos América Latina– era un vacío cultural, legal, social y, por qué no, humano.

Así, cientos de culturas fueron consideradas por esa Europa invasora como una otredad incivilizada y lábil, definida negativamente: no-blanca, no-cristiana, no-capitalista y, por lo tanto, laboralmente disponible para servir a los intereses de las coronas europeas.

Sus tierras fueron ocupadas por haciendas, plantaciones y minas, y sus lenguas y dioses fueron prohibidos para imponer al único Dios verdadero y la lengua del invasor. Durante trescientos años de colonia, Europa se enriqueció con la apropiación territorial, el saqueo del oro y la plata y la venta de la producción de las plantaciones. Como en un espejo invertido, las poblaciones originarias se empobrecieron, perdieron buena parte de las tierras que les pertenecían y engrosaron el trabajo forzoso, todo en nombre de la grandeza del reino. Un reino que estaba a 10.000 kilómetros de distancia.

Sin embargo, desde el comienzo mismo de la invasión europea, ese mundo que no era nuevo batalló contra la opresión colonizadora. La historia oficial de una “Pax colonial” no se condice con la larguísima historia de luchas indígenas bajo el yugo colonialista. Tribus, pueblos y civilizaciones resistieron, manteniendo sus lenguas, sus cosmovisiones, sus tradiciones, escapando hacia lugares más recónditos, y, finalmente, también peleando con las armas en la mano. Túpac Amaru I, Atahualpa, Caupolicán, Túpac Katari, Micaela Bastidas, son sólo algunos de esos nombres que iniciaron la resistencia.

Los líderes y las lideresas de las independencias hicieron también suyas las reivindicaciones indígenas. En la lucha emancipatoria, los criollos vieron con claridad la situación en la que la colonia había dejado a los pueblos originarios. Belgrano, San Martín, Bolívar, Castelli, Artigas, Hidalgo y Morelos comprendieron pronto y plenamente que liberarse de España era inseparable de la liberación de estos.

Pero en el orden poscolonial, en las nuevas repúblicas latinoamericanas, la organización nacional no fue de la mano de los emancipadores sino del latifundio y la consolidación de una oligarquía terrateniente que tuvo como horizonte social, cultural y económico a la “civilización europea”. Un nuevo ciclo destructivo se abatió entonces sobre las poblaciones indígenas, ahora sostenido en el cientificismo positivista, el racismo y la necesidad imperiosa de la industria europea de reproducir el capital. Frente a esta otra etapa depredatoria también se alzaron, por supuesto, nuevas resistencias.

Nuestro país, al sur del Cono Sur, no quedó al margen de estos procesos. La consolidación del Estado oligárquico significó la necesidad de adueñarse de todo el territorio posible: Argentina y Chile compitieron por expandirse y ocupar los “desiertos”, esos espacios donde habitaban quienes habían sobrevivido a la colonia.

Aquí, las fuerzas de ese Estado terrateniente-oligárquico descargaron todo su poder de fuego entre 1879 y 1885. La Campaña al “Desierto” ocupó militarmente la Patagonia y el Chaco. Norte y sur fueron incorporados a la Nación Argentina, aunque con una condición: sin sus habitantes. Es que, al igual que antes, esa humanidad indígena eran los otros, bárbaros, irracionales y salvajes, seres inferiores que obstaculizaban el “progreso”, en suma, menos que humanos (o no-humanos) cuyo exterminio era la necesaria condición de posibilidad de la “civilización moderna”.

Y aun así, a pesar de este segundo genocidio (el primero fue el colonial) y de las acciones y relaciones en las que se ha perpetuado, nuestros pueblos originarios continuaron resistiendo y están acá, ahora, presentes, vivos y organizados, luchando contra la invisibilización y la exclusión, por recuperar sus tierras, por el respeto a sus culturas, por sus derechos y su derecho a elegir su propio destino.

Otro gobierno oligárquico ocupa hoy, en 2018, el Estado nacional y buena parte de las provincias. Y, como antaño, la tierra es el bien a conquistar.

Ante los y las indígenas, la Administración Cambiemos muestra su plena vocación represora, racista y discriminadora. Toda la barbarie desatada por el Estado en manos de la misma vieja y nueva oligarquía: tanquetas, camiones artillados, armamento moderno, soldados, gendarmes, gases, balas de goma y de las otras. Todo el poder represivo de un Estado que en la Patagonia se desnuda de toda pretensión (si la tuviere) civilizatoria: el Estado de los Macri, los Bullrich, los Morales, la misma élite genocida de ayer y de hoy. Esa que niega no sólo la existencia de los pueblos originarios, sino también su preexistencia a la creación del Estado nación –además de negar, claro está, ambos genocidios, como lo hace con los 30 mil desaparecidos–, y que proclama que “en Sudamérica todos somos descendientes de europeos”.

Detenciones arbitrarias (la de Milagro Sala y sus compañeros y compañeras de la Tupac Amaru), represiones ilegales (el ingreso a la Pu Lof mapuche y la desaparición y muerte –sí, desaparición forzada seguida de muerte– de Santiago Maldonado), uso de armamento de guerra para reprimir manifestaciones pacíficas (el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel), todo un renovado proceso de conquista para quitarles la tierra a sus dueños ancestrales y entregarla a la avaricia del capital propio y extranjero.

El Estado oligárquico tiene por estos días una doble vara: es laxo, permisivo y complaciente con el capital que adquiere cientos de miles de hectáreas en el norte y en el sur del país –aun si estas son reclamadas por los pueblos que las habitan desde antes de la invasión colonial– y no tiene ninguna contemplación, ni escucha, ni propuesta para los hijos e hijas de la tierra.

El Poder Judicial y los medios oligopólicos de comunicación social completan los instrumentos a través de los cuales se busca legitimar y construir el consenso ideológico de esta nueva Campaña al Desierto. Una vez más, negacionismo y posverdad absolutos mediante, y colocadas las comunidades mapuche en el centro de la escena, los indígenas son presentados como integrantes de grupos radicalizados y violentos, como terroristas, extranjeros o enemigos de la nación, para ocultar la violencia verdadera: la de la ocupación, la rifa y el despojo tanto territorial como de recursos naturales estratégicos, y la consecuente violencia estatal frente a la reivindicación por parte de los pueblos originarios del derecho a la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan. Violencia estatal que busca, además, por medio de la construcción de ese fantasma de amenaza indigenista y ante el crecimiento insoslayable de la protesta social, extenderse como dispositivo de disciplinamiento y desarticulación de cualquier expresión de poder popular.

Con todo, nuestros pueblos originarios siguen y seguirán defendiendo su territorio, que no es otra cosa que la dignísima e irrestricta defensa de la vida, no sólo propia sino de cada uno de los seres que lo habitan.

Este número de la revista Maíz está dedicado a ellos y a sus inclaudicables luchas. Porque las batallas que libraron y libran cada día son las mismas batallas de todos los pueblos latinoamericanos.


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La injusticia no será eterna

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EN PRIMERA PERSONA (Por Loreley Unamuno) / En enero de 2006, Loreley Unamuno se tomó un micro e inició un viaje que iría mucho más allá de compartir junto a una inmensa mayoría la ceremonia que convertiría a Evo Morales en el primer presidente indígena de Bolivia. En esa tierra comprendió el significado que la organización comunitaria tiene en la identidad y las batallas de un pueblo y cómo el cine documental puede aportar a ellas y a la construcción de su memoria...
EN PRIMERA PERSONA / En enero de 2006, Loreley Unamuno se tomó un micro e inició un viaje que iría mucho más allá de compartir junto a una inmensa mayoría la ceremonia que convertiría a Evo Morales en el primer presidente indígena de Bolivia. En esa tierra comprendió el significado que la organización comunitaria tiene en la identidad y las batallas de un pueblo y cómo el cine documental puede aportar a ellas y a la construcción de su memoria. De allí, y de un encuentro en el Cerro Rico de Potosí, nació la película Mujeres de la mina, que se estrenó ocho años después y le permitió descubrir cuánto tenía en común con quienes siempre han sido objeto de conquista, pero también cuán grande puede ser la potencia de unos cuerpos cuya resistencia se fue amasando durante siglos de expoliación, sometimiento y violencia.

Por Loreley Unamuno
Cineasta. Directora, junto a Malena Bystrowicz, del documental Mujeres de la mina (2014).

Fotos: Loreley Unamuno

Sin muchas vueltas, saqué un pasaje a La Quiaca en uno de esos micros que parten de Once y son más baratos porque salen de la calle. El destino final era La Paz, para llegar a tiempo a presenciar la asunción de Evo Morales Ayma, primer presidente indígena de Bolivia, país que había conocido en un viaje con amigas a los dieciocho años y me había revolucionado toda. Sin nada planeado, compré algunos rollos de foto con la poca plata que tenía, armé la mochila y me fui. Así, como un impulso, tomó forma un viaje que resultó ser tan transformador que hoy día aún hace eco.

El camino desde La Quiaca-Villazón hasta La Paz era una caravana de extranjeros y locales con el mismo destino. En todos lados se charlaba de Evo y la palabra “esperanza” era la que más se oía. En cada lugarcito para comer en la ruta era el tema de conversación obligado. Campesinas con sus ropas de fiesta y los aguayos cargadísimos de cosas para celebrar acompañaban las rondas de músicos que improvisaban en cada alto de camino.



La primera asunción de Evo Morales fue en las ruinas de Tiwanaku, lugar ancestral sagrado cerca de La Paz. Una inmensa parte del pueblo boliviano, junto a movimientos sociales e indígenas del mundo, se congregaron allí. Era un acto político completamente distinto a cualquiera de los que había visto en mi vida: las fuerzas de seguridad eran reemplazadas por los “Ponchos Colorados”; cada comunidad traía en sus aguayos comidas de sus tierras para compartir con quien se acercara, mientras escuchábamos por la radio el relato de lo que iba sucediendo en lo alto de la montaña, donde, en una ceremonia indígena, investían a Evo como presidente. Él había elegido hacer este evento antes del formal acto político en el Palacio Quemado, y esa decisión hablaba mucho por sí misma. Era enero de 2006.

Fue en ese viaje que comencé a ver cómo estaba de afianzada la organización comunitaria en la identidad boliviana. Brotaba naturalmente, como una silenciosa forma de resistencia, una trama compleja que subsiste por los cientos de años de expoliación y despojo, que va llevando saberes y generando mecanismos para hacer frente a los colonialismos de ayer y de hoy. A veces casi imperceptible, otras explosiva, la resistencia cultural suele mostrar su alcance a lo largo del tiempo. La memoria histórica de un pueblo es algo que se dimensiona en perspectiva.

Pero, además, fue también en esos días que empecé a enraizar mi conexión con el cine documental, como una forma de encuentro con un otro, de interpretar y narrar experiencias personales, políticas. Es decir, comencé a comprender el registro documental justamente como un modo de aportar a la construcción de la memoria de un pueblo, de resistencia, de deconstrucción y esbozos. Y en eso conocí a Francisca.


Al Cerro Rico de Potosí llegué de “casualidad”, acompañando a un amigo fotógrafo que iba a visitar a unos mineros a quienes había retratado tiempo atrás. Yo andaba medio a la deriva, viendo, escuchando, cuando de pronto una mujer de pollera y con una pala en la mano pasó delante de mí y nos pusimos a conversar. Me miraba a los ojos y me dejé llevar por ella, casi sin hablar, porque me faltaba el aire por los casi 4.000 metros de altura y la velocidad a la que ella se movía. Yo paraba cada tanto con la excusa de mascar coca, pero en realidad quería respirar. Casi terminando el recorrido que me iba llevando por sus lugares de trabajo, se detuvo repentinamente y, como quien se queda pensando en algo, me dijo: “¿Y por qué no vienen a filmar con nosotras, las mujeres mineras?”. Así, me invitó a volver, me anotó su teléfono en un papelito y se perdió, caminando rápido por el cerro gris de barro mezclado con desechos minerales. Ese encuentro fue la semilla de la película Mujeres de la mina que realizamos con Ma-lena Bystrowicz y estrenamos ocho años después, en Bolivia también.

Durante esos años fuimos atravesando varias capas de nuestras miradas, de la razón por la que queríamos hacer esa película. Se nos fueron complejizando las preguntas y, no sin contradicciones y contratiempos, nos fuimos empoderando y fortaleciendo. Descubrimos que teníamos mucho, muchísimo en común con las mujeres mineras. Y que del mismo modo en que ellas eran una fuente de inspiración y fortaleza para nosotras, lo podían ser para otras personas. Porque las mujeres, como las culturas ancestrales y los territorios de Nuestra América, fuimos y somos elementos de conquista, control y sometimiento por parte de las hegemonías económicas, políticas y culturales del colonialismo, el capitalismo y el patriarcado. Pero también somos semilla de resistencia y movimientos. El mundo que habitamos y la defensa de nuestros territorios del neocolonialismo extractivista, la soberanía alimentaria, la defensa de las agriculturas familiares, el valor de las lenguas y los saberes ancestrales de los pueblos originarios, el hablar también de territorios incluyendo nuestros cuerpos y la rabia que nos irrumpe, desborda e increpa ante cada ataque, ante cada femicidio, la deconstrucción de todas las violencias que atraviesan nuestras vidas, son sólo algunas de las tramas de esas resistencias que, como las trenzas de las mujeres de las minas, se van tejiendo en el tiempo.

“La injusticia no será eterna”, decía Domitila Chungara.


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Contra el despojo

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TEATRO E IDENTIDAD (Por Roxana Aramburú) / Cuando en 1980 Roxana Aramburú ingresó a estudiar biología, la exhibición en el Museo de La Plata de los restos de quienes murieron allí prisioneros o víctimas del avance militar sobre el Chaco y el sur era de una naturalización pasmosa. Años después, esa normalidad empezó a resultarle oprobiosa y la historia que se había buscado ocultar emergió en otras. Escribió sus obras al calor de las transformaciones socioculturales...
TEATRO E IDENTIDAD / Cuando en 1980 Roxana Aramburú ingresó a estudiar biología, la exhibición en el Museo de La Plata de los restos de quienes murieron allí prisioneros o víctimas del avance militar sobre el Chaco y el sur era de una naturalización pasmosa. Años después, esa normalidad empezó a resultarle oprobiosa y la historia que se había buscado ocultar emergió en otras. Escribió sus obras al calor de las transformaciones socioculturales propiciadas por la resistencia de los pueblos originarios, una LSCA que les dio aire y un Congreso que promulgó leyes en defensa de la memoria, la verdad y la justicia. Hoy, en el país del presidente que afirma que “somos descendientes de europeos”, asistimos a la puesta en peligro de esas transformaciones, que son las mismas que comenzaron a hacer posible la restitución de aquellos restos a sus comunidades de origen.

Por Roxana Aramburú
Doctora en Ciencias Naturales por la Universidad Nacional de La Plata. Dramaturga.

Fotos: Marco Bufano

“HOMBRE: – Visto mi manto de piel, mi cochel con plumas; me pinto el pelo de blanco. Vengo a tocar el vidrio que la encierra. Hago tic, tic, con mis dedos callosos, que antes tomaban las riendas… Susurro su nombre, que nadie conoció. Ahora que está presa, obligada a mostrarse, me pregunto dónde ha ido su carne, que no ha vuelto a la tierra; dónde su piel, su pelo, me pregunto cuánto dura una noche eterna.”
Últimamente vencidos (2009)

Todo esto pasó hace poco más de cien años. Casi nada. Muchos de nuestros abuelos estaban naciendo por esa época, esos abuelos que tienen un nombre, un apellido, una historia, que fueron enterrados y son recordados en la familia, que conservamos su foto, las cartas que escribían, algún objeto personal. Una historia que vuelve a hacerse presente, nos completa y en algunos casos nos da sentido porque pone piezas en nuestro rompecabezas, hace surgir nuestra imagen más acabada cada vez que los mencionamos.

No debería sorprendernos que la historia escrita por los vencedores nos quiera ocultar deliberadamente la otra. Tenemos ejemplos sobrados en Argentina que sería redundante enumerar y estamos asistiendo tal vez al último de los intentos. Pero lo que se oculta es una semilla que entra en dormancia: tarde o temprano rompe los terrones, empuja, busca la luz.

En el año 1980, en plena dictadura, ingresé para estudiar biología a la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, al “museo”, como le decíamos en esos tiempos en que nos daba igual una palabra que otra. Fui una de esas niñas curiosas que tironeaban el brazo de su papá para ir a ver las momias, otro término impreciso para la exhibición de restos. En años posteriores, ya trabajando como bióloga en el bendito museo, me acostumbré a pasar distraída entre esqueletos y cráneos, como si me encontrara en realidad en un cementerio y nunca me hubiese percatado. Sabía que exactamente al doblar por un corredor del primer piso que balconea la planta baja me encontraría con el esqueleto de Maish Kensis. Había entonces –esto es lo que quiero significar– una naturalización pasmosa en mostrar al público los huesos de nuestros abuelos y nuestras abuelas.

¿Y quién era Maish Kensis?

Maish Kensis fue un joven yámana que murió en el Museo de La Plata en 1894. Tenía alrededor de veinte años. Su suerte estuvo ligada a la de otro grupo de personas que Francisco Pascasio Moreno llevó a vivir y a trabajar en condiciones de esclavitud al museo, recién inaugurado en la ciudad higienista. Así como hay agujeros de información, también existe una documentación increíble por parte del científico, naturalista y/o coleccionista “huinca”: Ten Kate, Vignati, Jakob, Lehmann-Nitsche y otros más publicaron sus observaciones y análisis sobre estas personas en revistas de ciencia, y el mismo Moreno en sus memorias. Sabemos que los prisioneros eran cerca de quince y que había niños también. No está claro dónde los alojaban. Ejercían diferentes tareas de mantenimiento, cocina, limpieza; hacían labores textiles; eran interrogados acerca de sus costumbres, de su idioma, fotografiados, medidos, mostrados vivos a los visitantes. Al morir, allí mismo y/o en la Facultad de Medicina, sus cuerpos eran preparados para obtener las máscaras mortuorias, sus cueros cabelludos, sus órganos, y, finalmente, sus huesos. Es decir: había gente en la ciudad de La Plata que moría y no era inhumada de acuerdo con la legislación municipal, que escapaba a las regulares de la ley, que no aparece en los censos de población. De algunas de estas personas sabemos sus nombres, como el cacique tehuelche Inakayal, aunque no se conoce el nombre de su esposa. Triple condición, triple invisibilización: mujer, india, NN. El grado de colaboración en el trabajo marcaba el volumen de las raciones. Inakayal se negaba; Maish Kensis, sin embargo, colaboraba en la tarea de despostar los cuerpos de sus compañeros de cautiverio. Finalmente, ese momento también llegó para él.

El Museo de La Plata recibió cadáveres y pertenencias de las víctimas del avance militar sobre el sur –eufemísticamente llamada “Conquista del Desierto”– y el Chaco. Muchos restos fueron saqueados de cementerios, como el caso de Panghitruz Gner (Mariano Rosas), hoy restituido a su comunidad ranquel en Leuvucó. Otros, como el toki o cacique general de las Pampas Juan Calfucurá, aún esperan volver a su territorio. En 1879 su tumba fue profanada por soldados del teniente Juan Lavalle y su calavera donada al naturalista Estanislao Zeballos, de donde pasó a las colecciones del museo. Zeballos fue diputado y ministro de Relaciones Exteriores, y en sus escritos –especialmente en Viaje al país de los araucanos, de 1880– hay referencias a los personajes que conoció en vida y cuyos restos luego donó al museo.



El esqueleto de Maish Kensis estuvo en exhibición en la sala de Antropología Biológica del Museo de La Plata hasta que fue retirado a instancias del Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social (Colectivo GUIAS), en agosto de 2006. Algunos años antes de esta resolución, la naturalización de estas muestras humanas empezó a resultarme cuestionable y oprobiosa. El pasado, la historia cercenada y acallada, se alzaba; el indio “argentino” versus el indio “chileno”; el buen indio, que era el muerto; las culturas “desaparecidas” que habían sostenido durante cien años una resistencia silenciosa. Esa semilla no fue enterrada; fue sembrada. Por ese entonces sentí la necesidad de dar a conocer alguna de estas historias desde otro lenguaje que me era cercano, la escritura teatral.

Dramaturgia y pueblos originarios

Escribí las obras que vinculan a los pueblos originarios y el Museo de La Plata: Tierra adentro (2007), Últimamente vencidos (2009) y Damiana, una niña aché (2012, en coautoría con Patricia Suárez). Damiana… estaba en cartel en 2016 cuando el Concejo Deliberante de La Plata la categorizó como de Interés Cultural. A raíz de esta distinción propuesta por el bloque del Frente para la Victoria se inicia la idea, el germen de un libro que incluyera otras obras de temática similar. De modo que los tres textos, junto con Si vas a llorar que sea de noche (acerca de los inicios del Equipo Argentino de Antropología Forense), conformaron finalmente el libro titulado Despojos. Teatro, identidad y memoria, editado por la Editorial de la UNLP. Elegí la palabra “despojos” en su doble acepción. Por una parte, el despojamiento, el arrebato de lo que pertenece a otro; por otro, el significado vinculado a los restos mortales.

Hice varias presentaciones del libro. En la primera de ellas, realizada en la Comisión Provincial por la Memoria, dijo la doctora Julia Lavatelli: “Despojos viene además a demostrar que las políticas públicas de estímulo y fomento de la cultura nacional, en este caso de la dramaturgia nacional, son fecundas, necesarias para mantener esa estrecha relación que el teatro siempre guarda con la esfera de lo público, de eso que atañe o implica la vida en común. Escritas entre 2009 y 2012, las obras de Roxana Aramburú guardan una relación directa con los procesos sociales vividos en Argentina en defensa de derechos humanos; de lucha contra la discriminación y a favor de la Memoria, la Verdad y la Justicia”.

En todas las presentaciones hubo algún acontecimiento político que motorizó las consignas, desde “Son 30 mil”, “En defensa de la educación pública”, “¡Libros sí, palos no!”, hasta “Aparición con vida”, “¿Dónde está Santiago? El Estado es responsable” y “Justicia por Santiago Maldonado y Rafael Nahuel”. El tiempo no hizo más que agravar la situación: la represión de la protesta social, la creación del enemigo interno y la demonización del pueblo mapuche empezaban a dar zarpazos mortales.

Dos breves reseñas

Últimamente vencidos
Durante la campaña militar al desierto, familias pertenecientes a distintas etnias fueron extirpadas de su tierra y llevadas a Buenos Aires. Allí los desmembraron, en todos los sentidos posibles. Mujeres y niños eran administrados por la Sociedad de Beneficencia y ofrecidos a través del diario La Nación como “servicio doméstico”. Los hombres, llevados a picar piedra a la isla Martín García, a trabajar en las plantaciones de caña; o paseados por eventos culturales, exhibidos en zoológicos humanos. Algunos de ellos pasaron sus últimos días en el Museo de La Plata, donde los llevó Francisco Moreno. Luego de muertos, eran descarnados y sus esqueletos exhibidos al público. En Últimamente vencidos, un guardia de seguridad y una empleada de limpieza trabajan en un sitio que es –posiblemente– un museo. El tiempo es ayer y es hoy. Un doctor y un fotógrafo, en safari antropológico, quieren aplastar carne y espíritu en papel fotográfico, en piezas de exhibición; transformar el sujeto en objeto. Entre tanta degradación, el hombre, la mujer, se muestran y se esconden, se pierden y se recuperan, luchan y se fatigan, duermen y despiertan, se rebelan y se someten. Sobreviven.

La imagen generadora de toda la obra es la del cacique Inakayal sobreviviendo a su esposa y viendo su esqueleto en una vitrina de exhibición. En Últimamente vencidos hay referencias también al cacique Orkeke y su esposa Hadda, que fueron paseados y mostrados como piezas exóticas en diferentes eventos sociales en Buenos Aires. El magnate Benetton también se hace presente al llevar al “terrenito del sur” sus diez mil ovejas.

Esta obra se estrenó en 2009 con dirección de Jazmín García Sathicq y producción de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de La Plata. Obtuvo el primer premio del concurso sobre “Dramaturgia y Derechos Humanos” organizado por la Secretaría de Cultura y Educación y la Subsecretaría de Derechos Humanos (Municipalidad de La Plata, 2009).

Damiana, una niña aché
Basada en el caso de una niña de la tribu aché, criada por colonos de Sandoa (Paraguay) que habían asesinado a su familia. Luego, llevada a la casa de Verena Korn como muchacha para la limpieza. Mucama, sirvienta, esclava. Lo único que tenía para sí era su cuerpo y tres palabras de su antiguo idioma: “caibú”, “aputiné”, “apallú”. Por su comportamiento fue confinada en un hospital psiquiátrico, donde fue fotografiada desnuda por Robert Lehmann-Nitsche, antropólogo y profesor de anatomía artística del Museo de La Plata. La niña murió en 1907, a los catorce años. Ya desde antes, su cabeza estaba destinada a ser estudiada en el Museo de Berlín por el profesor Hans Virchow. Su cuerpo fue descarnado en el Museo de La Plata, donde, según la crónica del propio Lehmann-Nitsche, “el cráneo ha sido abierto en mi ausencia y el corte del serrucho llegó demasiado bajo”, malogrando parte de la musculatura facial. Su esqueleto permaneció en un depósito hasta que los antropólogos de GUIAS lo encontraron. Damiana hoy descansa en su tierra en Paraguay, donde fue llamada Kryygi. La restitución fue binacional, dado que el cráneo estaba en el hospital Charité, en Alemania.

Robert Lehmann-Nitsche, formado en la academia como antropólogo, lingüista y etnólogo, registró un sinfín de rimas obscenas en los arrabales bonaerenses. De esta recopilación escatológica y lasciva nacieron los Textos eróticos del Río de la Plata, que publicó en 1923 bajo el seudónimo de Víctor Borde. Tras dirigir durante más de treinta años la Sección Antropología del Museo de La Plata, regresó a Alemania en la década de 1930, en tiempos en que se producía el ascenso del nazismo.

El texto fue escrito junto a Patricia Suárez, tiene tres personajes (Robert, Verena y Damiana) y el ladrido amenazante de Prinz, el perro guardián. Esta obra obtuvo Mención Especial en el Concurso Aplausos por la Inclusión (Organizado por la Secretaría de Desarrollo Social de la Nación, Argentores, Asociación Argentina de Actores y Sagai, 2012). Se estrenó en 2015 con dirección de Raúl Bongiorno en el Centro Cultural Viejo Almacén El Obrero (La Plata).

Las restituciones desde el museo

La primera restitución realizada en el museo y en Argentina fue la del cacique Inakayal (incompleta) en el año 1994. Veinte años después, el Museo de La Plata formalizó la restitución complementaria de los restos mortales del cacique, de su mujer y de Margarita Foyel a los representantes de las comunidades mapuche-tehuelche del Chubut. La última restitución que realizó, en 2017, fue la octava.

Se avanzó mucho en materia de exhibición en museos y devolución de los restos a sus comunidades de origen. El camino es largo, sinuoso y siempre hay cosas por mejorar y por continuar. Como testigo de estas ceremonias de restitución desde sus inicios, quiero rescatar que cada vez más personas se acercan para asistir y acompañar. No es un dato de menor importancia. Hubo un cambio cultural, producto de la resistencia de las comunidades, del trabajo de grupos como GUIAS, de una Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que dio aire y voz a los pueblos originarios, de un Congreso que promulgó leyes vinculadas, de habernos dado el espacio para discutir. Hoy lamentablemente estamos peleando por cuestiones básicas, como el trabajo, el acceso a la salud y a la educación. Saliendo a la calle y rogando que no nos alcancen las balas, como le pasó a Rafael Nahuel y a tantos otros en el sur y en todo el territorio. Vivimos una época en que el presidente sostiene que “en Sudamérica todos somos descendientes de europeos”, negando no sólo la existencia actual de los pueblos originarios sino su preexistencia a la creación del Estado nación, ignorando redondamente los estudios científicos sobre nuestra ascendencia indígena y los procesos de mestizaje en Argentina y en América. Numerosas investigaciones ponen en contexto los procesos de despojo y explican por qué Benetton es hoy el mayor propietario en la Patagonia, mientras las comunidades indígenas no tienen sus títulos de propiedad comunitaria y están bajo la amenaza constante de desalojo. Como lo han hecho público los investigadores del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires, “las recuperaciones no son actos terroristas ni amenazas a la seguridad nacional, tal como sostiene el Ministerio de Seguridad de la Nación. Son llamados de atención sobre historias silenciadas en el relato oficial de la colonización, sobre los efectos negativos de la extranjerización de la tierra y de la intervención del capitalismo extractivista, y revelan la continuidad de la colonialidad en el presente…”.

Escribí mis textos de teatro con el mayor respeto y humildad; porque creo que hay que saber callar y escuchar lo mucho que los pueblos originarios, a través de sus organizaciones y líderes, tienen para decirnos. Pueblos que están de pie, vivos y dignos. A pesar de todo.


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Semillas de liberación

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Por Antonio “Tony” Fenoy / FRENTE AL GENOCIDIO, DOS VIDAS COMPROMETIDAS / El sentido de cualquier fe o creencia religiosa es que construya sujetos plenos y, desde ese reconocimiento y respeto por el otro, libere y sea fermento de una sociedad nueva, justa y fraterna. Nada más alejado de lo que ha fundado a lo largo de la historia el accionar de la Iglesia católica...
FRENTE AL GENOCIDIO, DOS VIDAS COMPROMETIDAS / El sentido de cualquier fe o creencia religiosa es que construya sujetos plenos y, desde ese reconocimiento y respeto por el otro, libere y sea fermento de una sociedad nueva, justa y fraterna. Nada más alejado de lo que ha fundado a lo largo de la historia el accionar de la Iglesia católica respecto de las poblaciones originarias, abocada a la destrucción y anulación de supuestos herejes con prácticas primitivas y abominables, concebidos como meros objetos de evangelización y conversión. Frente a esta crueldad de la institución tradicional, dos hombres supieron alzar la voz y sembrar un tipo distinto de relación: Bartolomé de las Casas, autor del primer grito de denuncia contra la violencia y el despojo de la libertad prístina de nuestros indígenas, y Pedro Casaldáliga, compañero hasta hoy en el camino hacia su recuperación.

Por Antonio “Tony” Fenoy
Profesor de teología. Coordinador del Colectivo de Teología de la Liberación “Pichi Meisegeier”. Miembro del Frente Político y Social Carlos Cajade.

Fotos: Sebastián Miquel

Las dos Iglesias. La historia de la humanidad, y por lo tanto también de la Iglesia, está atravesada por dos proyectos que estuvieron, están y estarán en pugna siempre: el de dominación y el de liberación. En el caso de la Iglesia –hablaremos de la católica–, el primero es el llamado “monárquico-sacerdotal”, que a partir del siglo IV, con el Edicto de Milán, consagra la unión del Imperio romano con el catolicismo y, por lo tanto, la unidad del poder político con el religioso. El proyecto de liberación, también llamado “profético”, es heredero del Jesús histórico, que buscó, bajo el concepto de “Reino de Dios”1, la construcción de una sociedad igualitaria, fraterna, sorora y justa. Es el de las primeras comunidades cristianas y el de todos aquellos intentos en la historia –que cada tanto aparecen– de construir otro mundo posible desde los más pobres y para todos.

En el siglo XV llegan los conquistadores a nuestro continente y, alentados por los reyes católicos y bendecidos por el papa Alejandro VI, arrasan con la vida, la cultura y las creencias de aquellos que eran dueños de estas tierras, en nombre de la fe católica y de la “salvación de las almas”. Como dice Rubén Dri:

En nombre de la salvación de las almas se justificarán los peores horrores. Basándose en San Agustín, Juan Ginés de Sepúlveda llega a sostener que “es mayor mal que perezca un alma sin bautismo que el hecho de que sean degollados innumerables hombres aun inocentes”. (Dri, 2017: 139)

Esa Iglesia que construye un poder de dominación que nada tiene que ver con el proyecto revolucionario de Jesús de Nazaret es la que llega a estas tierras y le da el soporte teológico al genocidio. “La cruz y la espada.” Igual que en la mal llamada “Conquista del Desierto”. Igual que en la dictadura genocida de 1976 a 1983.

¿Sujetos u objetos?

La institución católica siempre buscó “catequizar”, “evangelizar”, absorber las creencias de los pueblos originarios cristianizándolas, fruto de esa pretensión de ser la única y verdadera fe. Este es el pensamiento de “cristiandad”. Hasta Leonardo Boff queda atrapado en esta mirada:

la evangelización que tuvo lugar aquí significó la transposición de las instituciones, de los símbolos, de los conceptos y de los hábitos morales de la cultura cristiana europea; no predominó el encuentro entre fe y realidad indígena, entre evangelio y culturas autóctonas, permitiendo el surgimiento de una expresión cristiana típicamente nuestra. (Boff, 1990: 6)



¿Por qué la necesidad de una expresión cristiana? ¿O es que la expresión originaria no era suficiente y lo cristiano venía a elevarla y perfeccionarla?

Construir sujetos, sea a nivel individual o colectivo, implica “reconocerse mutuamente”, cosa que no hizo la Iglesia católica en el pasado y sigue sin hacerlo en el presente, a veces con apariencia de comprensión, respeto y acompañamiento. Los pueblos originarios fueron, salvo honrosas excepciones, objetos de la evangelización, objetos de conversión y objetos herejes con prácticas primitivas y abominables.

¿O acaso la “tierra sin mal” de los guaraníes no es el Reino de Dios? ¿La Pachamama no es Dios con rostro de mujer? ¿La Virgen de Guadalupe no es la Tonantzin de los aztecas? ¿Y la variedad de “dioses” no es lo mismo que nuestra galería de santos?

Lo clave de cualquier fe o creencia religiosa es que libere, que construya sujetos plenos, que sea fermento de una sociedad nueva, igualitaria, fraterna y sorora. La relación con los pueblos originarios debe ser de sujeto a sujeto que se reconocen mutuamente, donde no hay arriba ni abajo, superior ni inferior. No hay absorción ni evangelización de la cultura, sino respeto por la creencia del/a otro/a y camino compartido hacia una misma liberación de los poderes de dominación económicos y culturales.

El primer grito de denuncia

Bartolomé de las Casas (1474-1566) pasó de ser encomendero de la hoy República Dominicana a obispo de Chiapas y voz que se alzó frente a las injusticias cometidas por los conquistadores. Dentro de los límites de la época, ya que no pudo salirse de los parámetros de la Iglesia sacerdotal, podemos encontrar atisbos de teología de la liberación.

La Iglesia profética expresada por Bartolomé de las Casas, con aportes de otros sacerdotes misioneros y teólogos, no logra romper el marco de la teología de dominación, pero hace fundamentales y esclarecedores avances, que serán retomados a lo largo de toda la época de la colonia hasta desembocar en el gran desarrollo que tendrá en la época del Concilio Vaticano II. (Dri, 2017: 148)

Sin perder de vista el marco de Iglesia sacerdotal en el que se movió Bartolomé de las Casas, podemos hablar de que respetó al indio como otro y denunció las crueldades de los españoles y de la totalidad del sistema genocida de la conquista.

luego que los conocieron, como lobos, tigres y leones crudelísimos de muchos días hambrientos, se arrojaron sobre ellos, los indios. Y otra cosa no han hecho, de cuarenta años a esta parte, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas por las extrañas y nuevas, y varias, y nunca otras tales vistas, ni leídas, ni oídas maneras de crueldad. (CEHILA, 1976: 12)

Al ser nombrado obispo de Chiapas se puso del lado de los indígenas y excomulgó a aquellos que buscaban someterlos u oprimirlos. Así lo recuerda él mismo:

Dios tuvo por bien el elegirme como su ministro sin yo merecerlo, para procurar y volver por aquellas universas gentes que llamamos Indias, poseedores y propietarios de aquellos reinos y tierras, sobre los agravios, males y daños nunca otros tales vistos ni oídos, que de nosotros los españoles han recibido contra toda razón y justicia, y por reducirlos a su libertad prístina de la que han sido despojados injustamente y para liberarlos de la violenta muerte que todavía padecen. (CEHILA, 1976: 16)

Liberarlos para que volvieran a su “libertad prístina” (primera, originaria), de la que habían sido despojados. Primer grito de liberación y punto de partida para una reflexión desde la periferia, desde los oprimidos.

El profeta de nuestro tiempo

Pedro Casaldáliga, obispo emérito de São Félix de Araguaia, en el Amazonas profundo, llegó a esa región como misionero claretiano en el año 1968, y desde ese momento se convirtió en referencia de los pueblos originarios amazónicos y de la teología de la liberación. Su práctica liberadora lo llevó a ser amonestado por la expresión más clara de la Iglesia de la dominación, la Congregación para la Doctrina de la Fe (o Inquisición, o Santo Oficio), ante la cual jamás renunció a sus convicciones, su fe y su práctica.

Se enfrentó con los terratenientes de la zona en defensa de la tierra y los derechos de los pueblos originarios, al punto de salvarse de la muerte en varias oportunidades. En octubre de 1971 escribió la carta pastoral: “Una iglesia de la Amazonía en conflicto con el latifundio y la marginación social”, que reveló la verdadera realidad de opresión y explotación a la que esos pueblos estaban sometidos. Entre otras cosas, dice:

Indiferentemente a todo, ellos van ganando el pan de cada día, pues para ellos sólo existen dos derechos: el de nacer y el de morir. El producto de sus esfuerzos sumado al de sus sacrificios, va apareciendo lentamente en los grandes almacenes de las villas, o en una cabeza de ganado a más en las granjas circundantes. Una enfermedad, una boda, un viaje, pueden acabar con toda una vida de dolorosos ahorros. El sertanejo nunca conoció la ley de la protesta, de las huelgas, del derecho o del uso de la razón. Todo su caballete histórico está dentro de las cuatro paredes de un mísero rancho y en la prole que aparece violentamente. Deshace sus profundos dolores entre uno y otro vaso de cachaza, o en un cigarrillo de paja, cuyas baforadas se “encargan de llevar muy lejos la infelicidad que tiene muy cerca”.

Desde este lugar, el de los más pobres, excluidos y explotados, construyó su práctica. Así, se hizo uno con los pueblos indígenas en un respeto pleno y absoluto por sus creencias y su cultura. Dice también:

El derecho de los pueblos indígenas constituye intereses que cuestionan la política oficial […] Son culturas opuestas al capitalismo neoliberal y a las demandas de las empresas mineras, madereras. Los pueblos indígenas reivindican una actuación respetuosa y ecológica.2

Así, con indignación ética y autoctonía liberadora –la revivencia de los mitos, la vuelta a la sabiduría ancestral, la revalorización de toda la herencia indígena, etcétera–, fue afirmando la alteridad y la complementariedad.

Es significativo descubrir cómo los pueblos indígenas se autodenominan con nombres que significan: “pueblo de la tierra”, “gente humana”… No se autodenominan con adjetivos, sino con el máximo sustantivo humano. Es la afirmación de la conciencia humana que se tiene, la afirmación de la propia identidad y dignidad. (Casaldáliga y Vigil, 1992: 60)

En este profeta de la liberación encontramos hoy no la búsqueda de “convertir infieles”, sino la construcción y la lucha compartidas por un mundo otro, donde cada cultura se respete, donde cada creencia sea un aporte para una sociedad fraterna, igualitaria, sorora y justa.

***

Es verdad que hubo un avance en este último tiempo en la relación Iglesia-pueblos originarios a partir de la palabra del papa Francisco reivindicando la cultura originaria y defendiendo la posesión de sus tierras, pero esto no puede dejar de lado lo que todavía falta. Es necesario que los pueblos originarios, sumidos en la pobreza y la exclusión, dejen de ser objeto de la pastoral eclesial para convertirse en sujetos de su propia liberación, en la que la Iglesia debería ser compañera de camino, sin intenciones catequísticas ni de absorción cristiana.

La teología de la liberación debe abocarse seriamente a construir con y desde los pueblos originarios y descubrir en esa fe y esas creencias semillas de liberación. Como lo hizo en forma incipiente Bartolomé de las Casas, como lo hace aún hoy en día Pedro Casaldáliga. Porque, como dice este último: “El evangelio de la paz es una guerra a muerte por la vida”.

Notas

1 Ese Reino de Dios era una confederación antimonárquica, antijerárquica, antitributaria, conformada en el 1200 a.C. por las diversas tribus que se encontraron en el país de Canaán y aceptaron como único rey al dios de la liberación de Moisés. Sociedad igualitaria regida por el valor central del don o solidaridad.
2 http://justiciaypaz-tenerife.blogspot.com.ar/2014/07/pedro-casaldaliga.html.

Referencias

Boff, Leonardo (1990). Nueva Evangelización. Buenos Aires: Lumen.
Casaldáliga, Pedro (1971). “Una iglesia de la Amazonía en conflicto con el latifundio y la marginación social”. São Félix de Araguaia.
Casaldáliga, Pedro y José María Vigil (1992). Espiritualidad de la liberación. Buenos Aires: Centro Nueva Tierra.
Comisión de Estudios de Historia de la Iglesia en Latinoamérica (CEHILA) (1976). Bartolomé de las Casas (1474-1974) e historia de la iglesia en América Latina. Barcelona: Nova Terra.
Dri, Rubén (2017). Las dos Iglesias. Buenos Aires: Biblos.


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El territorio como campo de lucha

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Por Carlos Del Valle Rojas / LOS ESTADOS NACIONALES CHILENO Y ARGENTINO Y EL PUEBLO MAPUCHE / Desde que se independizaron de la corona española, las oligarquías criollas han implementado diversas estrategias para asegurar el poder. Si la segunda parte del siglo XIX se caracterizó por la aplicación de una necropolítica que acompañó la constitución de unos Estados nacionales blancos, masculinos y productivos y se cristalizó...
LOS ESTADOS NACIONALES CHILENO Y ARGENTINO Y EL PUEBLO MAPUCHE / Desde que se independizaron de la corona española, las oligarquías criollas han implementado diversas estrategias para asegurar el poder. Si la segunda parte del siglo XIX se caracterizó por la aplicación de una necropolítica que acompañó la constitución de unos Estados nacionales blancos, masculinos y productivos y se cristalizó en las intervenciones genocidas de los ejércitos argentino y chileno contra los mapuche, la tan gradual como eficiente producción de estos como enemigos será la estrategia constante hasta el siglo XXI: un proceso que comienza con la estigmatización, conforma una discriminación sistemática con base en la naturalización de la diferencia, se consolida en la judicialización de toda manifestación o reclamo y culmina en la sujeción criminal como la más perversa de las prácticas. Apogeo, crisis de los relatos hegemónicos y desafíos inmediatos.

Por Carlos Del Valle Rojas
Doctor en Comunicación. Profesor titular de la Universidad de La Frontera, Temuco, Chile.

Fotos: Sebastián Miquel

Del exterminio y el despojo a la insurgencia: cuando el territorio es el campo de lucha

La expresión última de la soberanía reside ampliamente en el poder y la capacidad de decidir quién puede vivir y quién debe morir. Hacer morir o dejar vivir constituye, por tanto, los límites de la soberanía, sus principales atributos. La soberanía consiste en ejercer un control sobre la mortalidad y definir la vida como despliegue y la manifestación del poder. (Mbembe, 2011: 20)

Aunque hay quienes sostienen que las oligarquías se apropiaron del poder en América Latina, lo cierto es que ellas mismas lo crearon con arreglo a sus propios intereses y desde entonces lo detentan casi invariablemente. Luego, no puede apropiarse del poder quien siempre lo ha mantenido. Sin embargo, no cabe duda de que la estética, el lenguaje y algunos de los intereses en disputa han cambiado; de modo que lo que sí podemos observar son diferentes estrategias para asegurar el control y el poder.

En efecto, los grupos económicos y políticos que se independizan de la corona española a comienzos del siglo XIX serán los mismos que diseñan e implementan luego los Estados nacionales; pero no sólo eso, es la misma oligarquía criolla que, en pos de la idea de Estado nacional, gestionará violentamente los territorios.

En este proceso de gestión violenta de los territorios como campo en disputa, observaremos al menos dos tipos de intervención: el exterminio y el despojo. En ambos casos la matriz es la misma, a saber, Estados nacionales blancos, masculinos y productivos –y si es posible, medianamente ilustrados–. A esto llamamos el proyecto civilizatorio. Una ideología institucionalizada, clasista y racista en sus bases, genocida en sus métodos y oligarca en su vocación y propósitos.

Será la gestión violenta de los territorios de los nuevos Estados nacionales lo que calará hondamente y determinará las relaciones socioculturales hasta nuestros días; siendo hitos fundacionales la Campaña del Desierto en Argentina y la Pacificación de La Araucanía en Chile, que constituyen acciones genocidas contra el pueblo mapuche y que no han tenido el tratamiento político-jurídico que corresponde.

Será precisamente la gestión violenta de los territorios de los nuevos Estados nacionales lo que calará hondamente y determinará las relaciones socioculturales hasta nuestros días; siendo hitos fundacionales las intervenciones militares de la segunda parte del siglo XIX, con la Campaña del Desierto en Argentina y la Pacificación de La Araucanía en Chile –eufemismos aparte–, que constituyen acciones genocidas contra el pueblo mapuche y que no han tenido el tratamiento político-jurídico que corresponde. Se trata, evidentemente, de la aplicación planificada, sistemática y eficiente de una necropolítica (Mbembe, 2011), una política basada en una decisión gubernamental sobre quién merece morir, quién será exterminado.



Si hay escaso reconocimiento de los hechos, menos de su profundidad y alcances. Como tampoco ha habido restauración –material y simbólica– que haga perdonable lo imperdonable.

Si la segunda parte del siglo XIX se caracterizó por las intervenciones genocidas de los ejércitos de ambos países, cuyo objetivo militar de eliminar al mapuche se logró con mayor o menor eficiencia, según el caso, el siglo XX sumará estrategias que combinan la invisibilización y el olvido.

La producción del “enemigo íntimo”: una estrategia constante de los siglos XIX, XX y XXI

En estos relatos hay siempre un héroe, un crimen, una víctima y un villano […] el villano es intrínsecamente malo e irracional: el héroe no puede razonar con el villano; tiene que luchar contra él y derrotarlo o matarlo. (Lakoff, 2007: 57)

Lo que define la producción del “enemigo íntimo” (Nandy, 1983) como una estrategia es, por una parte, su persistencia y, por otra, los diferentes modos de producción que la caracterizan.

Lo anterior, porque observaremos un enemigo que durante el siglo XIX: (a) es convenientemente identificado en el propio territorio y con el cual existen históricas relaciones de vecindad, por eso es íntimo. Esta fase es coincidente en Chile y Argentina. (b) Es desacreditado mediante atribuciones de carácter moral propias de la época, entre las cuales encontramos las nociones de “bárbaro” y “salvaje”.

En tanto, en el siglo XX será estigmatizado por su supuesta oposición y resistencia casi natural al “desarrollo económico” y la “modernidad”, en cuyo caso se retomarán estereotipos de otras épocas (siglos XVI y XVII), como los de “flojo”, “borracho” e incluso “rebelde”. Este período tendrá muchos matices entre Argentina y Chile, básicamente porque en Chile se focalizará en la región sur de La Araucanía, que, por las altas expectativas de producción agrícola y forestal, será reiteradamente condenada a la improductividad como responsable importante de la “falta de desarrollo” del país. En Argentina, en cambio, las comunidades mapuche se concentran en las pampas del sur, cuya producción tendrá otras dinámicas y, en cualquier caso, una población indígena mucho más escasa.

Finalmente, el siglo XXI es una época caracterizada especialmente por reivindicaciones y demandas desde la perspectiva de los derechos humanos, por lo tanto, los mapuches asumirán –como señal de los tiempos– el carácter de un movimiento social fuerte, razón por la cual no se dudará en rotularlos un paso más allá de la figura del “rebelde”, para pasar a la imagen del “terrorista”, es decir, quien se moviliza entre el anarquismo y la violencia radical. El terrorista es, pues, la figura del opositor sin ley, que atenta contra el “orden público”, de modo que amerita la aplicación de un derecho penal como enemigo (Jacobs y Cancio, 2003), materializado en la invocación desde el Estado nacional de la Ley Antiterrorista y la Ley de Seguridad Interior del Estado, como en el caso chileno. Este tercer momento volverá a reencontrar a Chile y Argentina, con no más de dos décadas de diferencia; porque mientras en Chile comienza en 1997 –con el primer atentado incendiario e invocación de la Ley de Seguridad Interior del Estado– y tiene un hito importante en 2002 con la muerte del primer mapuche producto del conflicto, en Argentina comenzará en 2017, con las primeras movilizaciones y tomas de terrenos, pero también con la muerte del primer mapuche producto del conflicto.

Pero el camino de la producción del enemigo íntimo es tan gradual como eficiente. Comienza con discursos estigmatizadores altamente metafóricos y difundidos a través de la industria cultural. La estigmatización, construida en base a ciertos estereotipos y prejuicios, opera como atributos desacreditadores, va conformando una discriminación sistemática en la cual la diferencia ha sido naturalizada y constituye una explicación del conflicto –“son conflictivos porque son diferentes”–. Como la diferencia –y, por supuesto, los diferentes– es causa de conflictos y estos deben ser superados, cualquier manifestación o reclamo indígena es judicializado –esto es, tratado exclusivamente en los tribunales– y criminalizado –vale decir, despolitizado absolutamente–. Realizadas estas operaciones, la protesta social mapuche adquiere una tipología criminal propia (criminación), según la cual siempre son ellos los culpables (incriminación); constituyéndose así un perfecto derecho penal del enemigo. Sólo de este modo llegamos al momento final de esta estrategia –la más perversa de las prácticas de los Estados nacionales y sus gobiernos privados indirectos–, la sujeción criminal (Misse, 2018), es decir, el trabajo de una máquina político-jurídica de pretensiones totalizadoras, que logra convencer al otro (enemigo íntimo) de su condición criminal y de la imposibilidad de su restauración –porque él mismo programa las políticas de “rehabilitación” y “resocialización”–.

Crisis de los relatos hegemónicos, tensiones institucionales e incertidumbres

La modernidad es el extático holocausto de la racionalidad indígena, aunque lo que la sustituya sea un vulgar remedo de las inalcanzables angustias del occidental industrial; la nacionalidad es la erradicación de las identidades colectivas irreductibles a la abstracción del Estado, en tanto que la diferencia es la folclorización paternalista de las distinciones civilizadoras. (García Linera, 2009: 251)

Lo que observamos hoy es cómo todo lo anterior ha entrado en una profunda crisis, especialmente durante los últimos diez años, cuando el indígena mapuche extiende las demandas y reivindicaciones de sus tierras, utiliza para ello métodos violentos y desprecia hondamente la oligarquía –hoy trasvestida empresarial y transnacional–.



Cuando las crisis se hacen constantes, las narrativas que sostenían la institucionalidad que aseguraba la hegemonía –cuando el Estado nacional sólo regula las operaciones del mercado, es funcionalmente reducido, privatizado y empobrecido– se desdibujan, abren paso a nuevos actores y relaciones, y por lo tanto sus actores y roles tradicionales son desmitificados.

Es lo que ocurre, por ejemplo, con el relato de la justicia, donde la capacidad de juzgar de los tribunales es fuertemente cuestionada.

En el sur de Chile, luego de veinte años de sostener invariablemente el relato hegemónico –sustentado por cierto en los fallos de los propios tribunales– que rezaba que “los indígenas mapuches son responsables de los actos terroristas que se les imputa”, por cierto bajo el régimen de una certeza moral de dudosa procedencia, el Tribunal de Temuco falló en el último caso que los mapuches imputados –y a quienes se aplicó la Ley Antiterrorista– no eran responsables de los hechos, esto es, no se logró acreditar su culpabilidad a través de las innumerables pruebas recogidas. Fue tal el impacto de esta decisión que la resistencia social, cultural y política –antes que la propia jurídica– desplazó la discusión hacia la figura del juez que dictó la sentencia. ¿Por su incompetencia?, ¿por su mal manejo del caso? No, porque al momento de leer el fallo vestía una chaqueta roja, señal inequívoca –para muchos– de su parcialidad. Una parcialidad cromática. El discurso hegemónico siguió al pie de la letra el axioma estratégico sostenido por Lakoff (2007), la única salida fue cambiar el marco, evitar hablar de la sentencia, para debatir sobre la chaqueta roja del juez. Allí sí tenían mucho que decir quienes se oponían al fallo y deseaban mantener el relato hegemónico –hecho prescriptivo– de que los indígenas mapuches eran los responsables con prescindencia de cualquier fallo jurídico-judicial, y por lo mismo sólo era admisible un fallo de culpabilidad. La absolución era la negación de la eficacia de la Justicia.

Los desafíos inmediatos: reconocimiento material y simbólico

Pues el respeto de las culturas en el diálogo cultural no se puede limitar a una actitud formal de reconocimiento de la existencia de otra cultura a la manera en que el derecho nos obliga a respetar el derecho a la existencia de otra persona. (Poulain, 2017: 99)

Es imposible intentar avanzar en la resolución del conflicto entre los Estados nacionales y el pueblo mapuche –al cual se debe sumar decididamente a las empresas transnacionales– sin diálogos por convicción. Como también es prácticamente imposible avanzar en el diálogo sin el reconocimiento sincero de los hechos históricos ocurridos. Aquí los eufemismos no tienen cabida: se trató de intervenciones militares de tipo genocida. Todo lo demás es retórica. En Chile esto es particularmente decisivo, porque después de cuarenta años se mantenía el debate si la dictadura se originó con una intervención militar o un golpe militar. Bueno, supongo que aún hay quienes confunden intervenir políticamente con invadir militarmente.

Ahora bien, el reconocimiento ha de ser a la vez material y simbólico, porque junto a políticas de distribución –de tierras, de uso, de acceso a la salud y la educación, etcétera– es necesario implementar políticas de reconocimiento simbólico, por ejemplo en la Constitución, en la autonomía regional, etcétera.

Esto es particularmente complejo en el marco de una gubernamentalidad privada indirecta (Mbembe, 2011), que los gobiernos de derecha insisten en mantener si no abiertamente profundizar, porque es la realización de su sueño más arcaico: privatizar los Estados y desde allí lograr el paraíso del “libre flujo de mercancías”, que no es más que asegurar las ganancias de la nueva oligarquía sin protección alguna.

Este escenario es particularmente complejo, porque el modelo económico neoliberal sostiene los fundamentos mismos de todo el sistema y desde hace mucho. Al respecto, el Banco Mundial –cuyo rol ha sido clave para los países latinoamericanos, especialmente en los ochenta y noventa– tiene una doctrina muy clara:

By promoting urban migration and education, ethnic groups advance the private fortunes of their members. On the other hand, ethnic groups organize politically; occasionally they engage in acts of violence, destroying wealth and discouraging the formation of capital. Ethnic groups can thus both generate benefits and inflict costs on societies. (Bates, 1999)

Referencias

Bates, R. (1999). “Ethnicity, capital formation, and conflict”, en Social Capital Initiative Working Paper, Nº 12. Washington D.C.: The World Bank, Social Development Department, Social Capital Working Paper Series.
García Linera, Á. (2009). La potencia plebeya. Acción colectiva e identidades indígenas, obreras y populares en Bolivia. Bogotá: Siglo del Hombre Editores y CLACSO.
Jakobs, G. y M. Cancio (2003). Derecho penal del enemigo. Madrid: Civitas Ediciones.
Lakoff, G. (2007). No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político. Madrid: Editorial Complutense.
Mbembe, A. (2011). Necropolítica. Seguido de Sobre el gobierno privado indirecto. Santa Cruz de Tenerife: Melusina.
Misse, M. (2018). El crimen como el ser del sujeto. Escritos sobre la sujeción criminal. Temuco: Ediciones Universidad de La Frontera.
Nandy, A. (1983). The intimate enemy. Loss and recovery of self under colonialism. Oxford: Oxford University Press.
Poulain, J. (2017). Sobre la capacidad de juzgar. Temuco: Ediciones Universidad de La Frontera.


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El camino de Santiago

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Por Juan Alonso / EL CASO MALDONADO: Desapareció el 1º de agosto de 2017 durante un operativo represivo de la Gendarmería. Su cuerpo fue hallado 78 días después a unos ochenta metros de donde fue visto por última vez. Lo primero que hizo la Justicia, aliándose a la cadena mediática de la mentira, fue perseguir e investigar a la víctima y las organizaciones de derechos humanos...
EL CASO MALDONADO: UN AÑO DE ENCUBRIMIENTO E IMPUNIDAD / Desapareció el 1º de agosto de 2017 durante un operativo represivo de la Gendarmería. Su cuerpo fue hallado 78 días después a unos ochenta metros de donde fue visto por última vez. Lo primero que hizo la Justicia, aliándose a la cadena mediática de la mentira, fue perseguir e investigar a la víctima y las organizaciones de derechos humanos, mientras la ministra de Seguridad lanzaba un postulado inquisidor –“No voy a tirar a un gendarme por la ventana”– que derivaría en una copia del horror sistemático con Rafael Nahuel, asesinado por la espalda a manos del Grupo Albatros pocos meses después. Desde entonces, en una Argentina gobernada por las mismas familias que instigaron la llamada Campaña del Desierto, los hechos evidencian una regresión histórica a 1885. Sin responsables políticos ni penales, la fuerza con que resuena el nombre de Santiago Maldonado es señal de que su camino no se ha agotado.

Por Juan Alonso
Periodista de investigación y escritor. Fue distinguido con el Premio Rodolfo Walsh de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP en 2017 por su desempeño en la cobertura del caso Maldonado. Realizó las entrevistas y la investigación periodística del documental El camino de Santiago que dirigió Tristán Bauer. Colabora en el portal Nuestras Voces y es columnista con Roberto Caballero en Radio del Plata. Investigó Papel Prensa con Cynthia Ottaviano en 2010.

Fotos: Sebastián Miquel

Al principio la incertidumbre se hizo desesperación en la mirada. De pronto un joven de 28 años desapareció en la Patagonia durante un operativo represivo de la Gendarmería en plena democracia. Desde Nuestras Voces dimos la noticia a menos de 72 horas y, en verdad, este cronista conservaba la esperanza intacta. Pasaron las horas y la larga noche se apoderó de la realidad para tapar los sueños con un manto de angustia. Un dolor que se prolonga con sentimientos cruzados. El miércoles 1º de agosto estrenamos el documental dirigido por Tristán Bauer sobre Santiago Maldonado, su vida, la lucha ancestral del pueblo mapuche-tehuelche por su derecho a la tierra, y la narrativa de la negación del gobierno de Mauricio Macri y su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.

El camino de Santiago pone palabras a la ausencia e imágenes bellísimas al paisaje infinito.

Sin embargo, la ministra Bullrich aún niega a Santiago y lleva a la práctica una modalidad tortuosa tan inmoral como repugnante: ofende a la víctima y no da respuestas a la familia que sufre en un sin lugar de angustia por la pérdida y el corrimiento de un Estado convertido en gendarme.

Cuando estábamos filmando en la ciudad sojera de 25 de Mayo la despedida de los restos de Santiago –cuyo cuerpo fue hallado 78 días después de su desaparición a unos 80 metros de donde fuera visto por testigos mapuches y el músico chileno Nicasio Luna– nos enteramos del asesinato por la espalda de Rafael Nahuel en lago Mascardi. Esa vez, los acusados eran efectivos de la división Albatros de la Prefectura Naval, que dispararon con ametralladoras automáticas y la ministra los justificó, defendió y propagó la idea del escarmiento mortal de la protesta social. Su postulado inquisidor: “No voy a tirar a un gendarme por la ventana”, en relación con la muerte de Santiago Maldonado, derivó en una copia del horror sistemático con Nahuel. Así se institucionalizó la muerte de jóvenes en la Patagonia y se eligió como chivo expiatorio al pueblo mapuche, que vive en la región hace 10 mil años.

¿Dónde termina el camino de Santiago?

El documental de 80 minutos completado en el mismo territorio durante varios viajes en la traza de la Ruta Nacional 40, con un colectivo de jóvenes realizadores menores de 30 años bajo la dirección de Tristán Bauer, deja en evidencia una regresión histórica a 1885. Las mismas familias que instigaron la llamada Campaña del Desierto ahora son gobierno.
Parecen haber declarado la guerra a la realidad, pero no en un sentido poético. Sino para suprimir por completo la voluntad de soñar y someter el inconsciente de la sociedad con dosis de alienación en cápsulas de odio constante.

Así las cosas, la mirada de Santiago (un joven viajero anarquista que llegó a Cushamen para solidarizarse con la lucha mapuche) atraviesa la pantalla y sus profundos ojos aplastan la mentira repletos de destino. Ahora que la ponzoña no planta esperanza y se marchita “la alegría” de la alianza Cambiemos. Ahora que la ministra repite las mismas frases, que el presidente dejó de bailar en la Casa Rosada y el Fondo ejerce su poder de usura. Entonces, todas las mañanas se parecen sólo a una con el sol que se fue.
La mirada de Santiago atraviesa la pantalla y sus profundos ojos aplastan la mentira repletos de destino. Ahora que la ponzoña no planta esperanza y se marchita “la alegría” de la alianza Cambiemos. Ahora que la ministra repite las mismas frases, que el presidente dejó de bailar en la Casa Rosada y el Fondo ejerce su poder de usura. Entonces, todas las mañanas se parecen sólo a una con el sol que se fue.

Las huellas de los gritos han quedado entre las calles con ecos del nombre de Santiago. Miles y miles de jóvenes como Santiago suenan como el hilo de cobre de una canción antigua, que se estira en un abrazo y conmueve a Stella, su madre, a Sergio, su hermano mayor; y también a Germán y Carolina, y a su papá, que lo ve de niño corriendo cerca de la escuela donde su maestra aún lo sueña.

No hay respuestas. El camino de Santiago no se agotó con su muerte. Su nombre resuena con la savia de la tierra desde Rusia a Estados Unidos y de Italia, donde vive el magnate Luciano Benetton, hasta España e Inglaterra. La estrella de “El Brujo” conserva su resplandor de semillas y el arcoíris de sus letras viven lejos del millón de hectáreas de Benetton. Signos de sublime belleza que jamás serán lana de prenda.

¿Y qué hizo la Justicia?

La causa Maldonado es un ejemplo del encubrimiento del Estado en un hecho de violencia institucional con un procedimiento sin orden judicial en territorio mapuche recuperado. El juez Guido Otranto no buscó a Santiago como debía. Maltrató a la familia Maldonado y junto a la fiscal Silvina Ávila mandó a espiar a Sergio Maldonado y al testigo Ariel Garzi. Julio Saquero y Mabel Sánchez de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) sufrieron seguimientos e intimidaciones de fuerzas de seguridad. Lo primero que hizo el sistema penal fue perseguir e investigar a la víctima y las organizaciones defensoras de los derechos humanos. Y para ello se alió a la hegemonía mediática y su cadena de la mentira. La posverdad revoleó su insidia sin paz sobre los mapuches del lonko Facundo Jones Huala.

Que Santiago se habría escapado a Chile, que habría sido parte de la tan mentada y desconocida Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), que fue llamada RIM (sic) por la pitonisa de la fe Elisa Carrió. Santiago ocupó tapas y tapas en los diarios de la hegemonía financiera que responde a los intereses de los fondos buitre, el Departamento de Estado y el Comando Sur de los Estados Unidos. Los operadores mediáticos pasaron de revistar en 25 de Mayo 11, sede de la antigua SIDE, a los paneles de los programas que ofrecen “cafecitos”.

La sarta de leguleyos, presuntos forenses, colegas de la matrícula, cirujanos de moño, empecinados negadores, lacónicos psicóticos medicados de forma ambulante y un grupo de perversos polimorfos abatió el periodismo en un duelo con final abierto. ¿Y el Poder Judicial? ¿Y el Derecho del revés?



El juez Otranto fue recusado y apartado por parcialidad manifiesta. La fiscal Ávila –quien para ser parte del Ministerio Público es una brillante defensora de la Gendarmería Nacional– resultó recusada y ahora su suerte sigue su derrota en el expediente calificado como “desaparición forzada de persona” ante el Tribunal de Alzada de Comodoro Rivadavia. Hasta allí viajó esta semana la abogada Verónica Heredia, representante de la familia Maldonado.

“El fiscal sostuvo que se rechace mi apelación y que se mantenga a la doctora Ávila en el proceso. La audiencia la presidió Javier Leal de Ibarra, quien todavía no resolvió el asunto de las escuchas telefónicas”, dijo Heredia.

En tanto, el juez federal Daniel Rafecas se tomó la feria judicial para leer las actuaciones que le envió después de dos meses Gustavo Lleral.

Al cierre de esta edición, Rafecas evaluaba qué medidas tomaría en la causa por las escuchas ilegales realizadas a Sergio Maldonado. Se trata de una denuncia penal contra Patricia Bullrich y sus funcionarios que presentó el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH) con la legisladora y abogada del Frente de Izquierda (FIT) Myriam Bregman.

Santiago ocupó tapas y tapas en los diarios de la hegemonía financiera que responde a los intereses de los fondos buitre, el Departamento de Estado y el Comando Sur de los Estados Unidos. Los operadores mediáticos pasaron de revistar en 25 de Mayo 11, sede de la antigua SIDE, a los paneles de los programas que ofrecen “cafecitos”.

El lunes 30, el juez Rafecas tuvo a cargo la Justicia de la Capital. Fuentes judiciales no descartaban que decida medidas en relación con la causa.

Desde Rawson, el juez Lleral todavía espera el exhorto de Estados Unidos para dirimir la llamada del testigo Garzi a Santiago efectuada el 2 de agosto. En la causa por el habeas corpus ya existe la confirmación de que ese llamado impactó en una de las antenas de Telefónica de Esquel. Pese a ello, Lleral no habría avanzado en dilucidar ese dato. Algo similar sucede con la ampliación de la testimonial del músico chileno Nicasio Luna, quien afirmó que “Santiago fue aprehendido por la Gendarmería”. Por lo menos, así se lo manifestó un testigo mapuche que cruzó el río Chubut con él y vio una secuencia violenta cerca de los sauces de la costa.

En diálogo con este cronista, el abogado Lorenzo Morales, defensor de Luna, ratificó sus dichos y señaló que Luna es un testigo verosímil. “Estuvo en el lugar de los hechos el 1º de agosto de 2017 y vio a Santiago Maldonado en el río. Habló con testigos mapuches que le dijeron que Santiago fue aprehendido por las fuerzas de seguridad argentinas. La Justicia debería avanzar, porque es un hecho grave de violencia estatal”.



El testimonio de Luna no fue incorporado al expediente de desaparición forzada y la familia Maldonado no fue notificada del acto procesal. La declaración sería incorporada en estas horas.

Los dichos de Luna son coincidentes con las afirmaciones de Matías Santana y no difieren tanto de lo declarado en diciembre del 17 en un Juzgado de Paz de Epuyén por Lucas Pilquiman. El joven mapuche refirió que la última vez que vio con vida a Santiago, este volvía del río que no logró cruzar y se refugió en una zona de sauces ya mojado con una temperatura bajo cero. Según los médicos forenses de la morgue que depende de la Corte, la muerte de Santiago se produjo por “asfixia por inmersión” en un proceso que incluyó “hipotermia”. ¿Dónde estaban los gendarmes Emmanuel Echazú, Orlando Yucra y Darío Rafael Zoilán, entre tantos otros, cuando Santiago agonizaba? El juez Lleral todavía no resolvió esa pregunta. No realizó la reconstrucción total del hecho, porque aún faltan las declaraciones de al menos otros cinco mapuches que estuvieron en la escena. En este aspecto, la comunidad Pu Lof en Resistencia Cushamen teme más represalias del gobierno que busca extraditar a Jones Huala a Chile bajo el delito de “incendio en un lugar habitado y tenencia de arma de fuego de fabricación casera”.

El JP Morgan ganó más de 5.200 millones de dólares hasta la corrida de la gestión macrista, y el Banco Central perdió 20 mil millones de dólares de reservas desde enero. Pero Federico Sturzenegger está en libertad y el amigo presidencial Nicolás Caputo sigue tomando deuda en una calesita del abismo. Los argentinos pagamos hasta las papas en dólares y el valor del peso se deprecia como la piedad.

Esta semana, la narrativa punitiva de Bullrich y los medios paraoficiales se vio complicada por un análisis del perito forense neuquino Enrique Prueger, quien dijo que el cuerpo de Santiago fue plantado días antes del 17 de octubre de 2017 en el río Chubut. Algo que sospecha la familia Maldonado. La abogada Heredia pidió que Prueger declare en la causa como testigo para que ratifique sus dichos. Lo mismo hizo en noviembre del 17 en relación con el ingeniero Ariel Garbarz. Pero el juez Lleral rechazó esa posibilidad. Ahora el experto Garbarz insiste en que tiene la llave para resolver el caso a través de las llamadas telefónicas y la ubicación de los celulares de los gendarmes en relación con la posición de Santiago. Otro asunto para el juez Lleral inmerso en su laberinto.

Un año de impunidad

Este miércoles a partir de las 18 en Plaza de Mayo, la familia de Santiago y los organismos de derechos humanos reclamarán justicia junto a diversas organizaciones sociales, sindicatos y partidos políticos de la oposición. La alianza Cambiemos, republicana, niega el drama de los Maldonado y lanza el desprecio.

En diálogo con Nuestras Voces, el diputado de Unidad Ciudadana Horacio Pietragalla advierte: “Desde un primer momento vimos las distintas operaciones mediáticas que se armaron y el rol de Pablo Noceti y el Ministerio de Seguridad, que avaló la represión de la Gendarmería. No estuvo ahí de casualidad. El Poder Ejecutivo quiso ocultar la realidad y estamos frente a un caso que ya es un emblema. Lo bueno es que Sergio Maldonado se siente acompañado por los organismos de derechos humanos en su búsqueda de justicia. Por eso vamos a seguir exigiendo la verdad y vamos a seguir diciendo que acá el Estado fue responsable de la desaparición forzada de Santiago”.

Desde la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), María del Carmen Verdú señala: “La desaparición forzada y muerte de Santiago Maldonado marcó el inicio de una segunda etapa en la política represiva del gobierno de Cambiemos, que ya había demostrado con creces, a partir de diciembre de 2015, su capacidad para ser la más dura que el pueblo trabajador debió enfrentar desde diciembre de 1983. Cuatro meses después, en el marco de otro operativo represivo contra la Lof Lafken Winkul Mapu, el grupo Albatros de Prefectura fusiló por la espalda a Rafael Nahuel, de 21 años.

Para fin de año, con la instalación oficial del gatillo fácil como política de Estado a través de la explícita reivindicación del policía fusilador Chocobar y la exposición de la ‘nueva doctrina del gobierno’, como la definió la ministra Bullrich, 147 personas habían sido detenidas y criminalizadas en el marco de movilizaciones populares por Santiago y contra la reforma previsional”.

Por su parte, la abogada Eli Gómez Alcorta augura un futuro juicio contra los presuntos responsables: “A un año de la muerte de Santiago aún no sabemos cómo murió Santiago, dónde y cuándo. En cambio, sí sabemos las circunstancias, y fue durante una represión ilegal de la Gendarmería. Hasta la fecha no hay ningún responsable político ni penal sobre esa represión y sobre los actos de encubrimiento que generan impunidad. Somos conscientes junto a los organismos de derechos humanos que acompañaron a la familia de Santiago de que la justicia tarda pero llega, y trabajaremos para asegurar que algún día todos los responsables, desde Bullrich a Cané, Ávila, Noceti y Otranto, tengan un juicio justo y sean condenados por los actos previos y el encubrimiento”.

Myriam Bregman destaca la coyuntura y la amenaza de las Fuerzas Armadas en materia de seguridad interior: “El aniversario de la desaparición y muerte de Santiago se da en un contexto donde el gobierno decide colocar a las Fuerzas Armadas en la represión interna. Y uno de los ejes son los llamados objetivos estratégicos, como Vaca Muerta. Los recursos naturales del sur y las propiedades de los grandes terratenientes son lo que ellos llaman objetivos estratégicos. Y también sabemos que la CIA y el Departamento de Estado incluyen al indigenismo como ‘amenazas terroristas’. Lo que ocurrió con Santiago se da en el marco de esta amenaza del gobierno para avanzar en un contexto mucho más represivo en esos territorios y en esas comunidades”.

Palabras para sanar


El poeta John Berger escribió: “En un hoyo en la tierra/ enterré todos los acentos de mi lengua natal/ ahí yacen/ como agujas de pino/ que juntaron las hormigas/ puede que un día/ el llanto vacilante de otro viajero los encienda/ y así, con su abrigo y consuelo/ oiga toda la noche la verdad/ como una canción de cuna”.


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1000 días y 1000 noches

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Cynthia García / LA PRISIÓN DE MILAGRO (O LA INSTAURACIÓN DEL DISCIPLINAMIENTO SOCIAL) / No es casual que Milagro Sala, la militante social que supo sacar de la exclusión y la marginación al pueblo indígena y a los más vulnerables en el norte del país, pero también comprender la profunda ligazón de ese proceso con hechos tan claves como el avance de los juicios de lesa humanidad...
LA PRISIÓN DE MILAGRO (O LA INSTAURACIÓN DEL DISCIPLINAMIENTO SOCIAL) / No es casual que Milagro Sala, la militante social que supo sacar de la exclusión y la marginación al pueblo indígena y a los más vulnerables en el norte del país, pero también comprender la profunda ligazón de ese proceso con hechos tan claves como el avance de los juicios de lesa humanidad, haya sido la primera presa política de la Administración Cambiemos. Con su encarcelamiento ilegal e ilegítimo, Jujuy se convirtió en el laboratorio de lo que vendría después: el empleo del aparato estatal para perseguir, amedrentar y desarticular cualquier expresión de poder popular. Los más de mil días que lleva detenida son un signo claro no sólo del ataque a una obra monumental que reconstruyó la dignidad y el buen vivir de los postergados de la historia, sino también de la embestida contra la fuerza expansiva más radical de la democracia.

Por Cynthia García
Periodista y directora de la plataforma multired #LaGarcía. Docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

Fotos: Sebastián Miquel

En Jujuy, el mes de agosto es muy importante. Es el mes de la Pachamama. Durante esos días el pueblo jujeño celebra esta tradición milenaria de las comunidades andinas originarias donde se realizan ceremonias en la tierra que recibe hojas de coca, tabaco, comida y bebidas en agradecimiento a lo que la madre tierra da y con la esperanza de pedir para recibir lo que vendrá.

Un gran pozo es construido como expresión de la boca de la tierra abierta. El olor a incienso, mirra y especias da cuenta de los trabajos previos de limpieza para después recibir las ofrendas de frutas, empanadas, humitas, dulces, cervezas, gaseosas y más alcohol.

Dos piras de fuego acaloran los agostos y el fresco de los días plomizos que queman la coca, la leña y un ciclo terrenal.

Luego de las ofrendas, cada quien se acerca a la boca de la tierra abierta, arroja más comida y bebida y luego pide lo que desea al grito final de “¡Jallalla!”, palabra que en lengua quechua-aymara une los conceptos de esperanza, festejo y bienaventuranza. Es una voz de fuerza para que se concrete lo deseado y a la vez el compromiso de luchar para lograrlo.
En estos tres años, la gran mayoría de los pedidos en cada celebración están dirigidos a la libertad de Milagro Sala, y el nombre de la dirigente seguido de ¡Jallalla! resuena al unísono.

Allí, en ese espacio de tradición de los pueblos originarios, se concentra la resistencia de quienes viven la persecución política como un dato de su cotidianeidad.

Liderazgo maternal

El contexto persecutorio sobre Milagro Sala no soslaya un profundo odio de clase que pesa sobre la dirigente por parte de un sector de la sociedad construido por oligarquías feudales que irradiaron rechazo y desprecio por los más humildes, a los que Milagro resignificó representándolos, generando trabajo cooperativo y dirigiéndolos mediante un liderazgo maternal de raíces originarias.

En términos políticos, Milagro logró romper el bipartidismo histórico de la provincia, y afectó los intereses de empresas constructoras vinculadas con el negocio habitacional generando una red de cooperativas de construcción que creaba cuatro veces más trabajo que las empresas privadas y utilizando la rentabilidad excedente para la inclusión social, construcción de centros de salud y escuelas.

Además, junto a la organización Tupac Amaru fue fundamental en el impulso y avance de las causas de lesa humanidad: hasta 2011, Jujuy no había iniciado procesos judiciales de Memoria, Verdad y Justicia, y con una marcha multitudinaria que hizo la Tupac junto a organismos de derechos humanos se logró la renuncia del juez federal Carlos Olivera Pastor, que frenaba los procesos, y a partir de ahí se nombró a Fernando Poviña, quien fue el primero en avanzar en la complicidad civil de Pedro Blaquier, dueño del ingenio Ledesma, en la desaparición de personas durante la dictadura.

Todo esto explica en parte por qué el gobernador Gerardo Morales intenta eliminar a su rival política generando las condiciones de su encarcelamiento. Sin embargo, no hay forma de enmarcar lo que está pasando si no partimos del hecho fundacional que ha cometido este gobierno, que es la prisión de Milagro Sala y el resto de los compañeros y compañeras detenidos.

“Ese es un hecho emblemático y fundamental para que podamos pensar la situación de ajuste que vive nuestro país, porque es aquello que muestra que estamos ante un proceso de construcción de disciplinamiento social. Lo que está en juego no es sólo una cuestión económica, lo que está en juego no es una cuestión presupuestaria; lo que está en juego es algo mucho más de fondo, que tiene que ver con instaurar disciplinas en toda la sociedad y producir un conjunto de amenazas sobre los activismos sociales. Ese conjunto de amenazas comienza en Jujuy. Jujuy es el laboratorio de la alianza Cambiemos.” El párrafo precedente corresponde a la socióloga María Pía López y fue expresado en el marco de una charla en el Instituto Patria, ámbito de construcción y formación política y sede de las actividades que realiza la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando está en Buenos Aires. Lo que explica María Pía constituye el núcleo de pensamiento para entender los ya más de mil días y mil noches que Milagro Sala lleva detenida.

Diez mil viviendas a lo largo de las provincias de Jujuy, Chaco, Corrientes, Mendoza y Misiones. La obra de Milagro trasciende el espacio habitacional de la casa y se integra a un concepto de urbanismo social. Los beneficiarios y beneficiarias de ese buen vivir fueron los sectores postergados de la historia, los maltratados de los siglos, los que no cuentan ni para las revoluciones. Mujeres, hombres, niños y niñas a los que ninguna década les había llegado. Milagro no construyó un Estado paralelo, construyó Estado.

Milagro, la película


Con estas premisas llevamos adelante la idea, el guión y el rodaje del documental Milagro, la película. Un largometraje de ochenta minutos sobre Milagro con eje en su obra y su humanidad. Alrededor de una decena de entrevistas entre Jujuy y Buenos Aires donde se destaca el juez de la Corte Interamericana Eugenio Raúl Zaffaroni, el periodista Horacio Verbitsky, el dirigente social Coco Garfagnini y la abogada Elizabeth Gómez Alcorta, cuyos diálogos circulan en núcleos de contenido que transmiten distintas emociones y conceptos para desarrollar las causas de la feroz persecución a la lidereza jujeña.

Milagro es perseguida, sobre todo lo antedicho, por ser mujer originaria. El documental transita este eje desde la entrevista con ella misma. Su desafío es a un mundo colonizante y patriarcal: “Si los hombres quemaban gomas, ¿por qué yo no voy a quemar gomas?, si ellos puteaban, ¿por qué yo no voy a putear?”, argumenta desde una lógica política de paridad.

El personaje de Milagro Sala en la película rompe el verosímil construido por la maquinaria mediática y jurídica. El encuentro con ella transcurre en la casa de El Carmen, mientras la diputada del Parlasur cocina unas empanadas árabes que termina macerando al sol, como la entrevista.

Milagro no puede abrir la puerta de esa casa cárcel. Debe golpear desde dentro para que efectivos de gendarmería, desde fuera, abran el candado y quiten la cadena del portón de madera.

Si familiares o visitas quisieran entrar, deberán antes sufrir el manoseo de la requisa en una de las carpas de campaña que establecieron las fuerzas de seguridad por orden del juez Pullén Llermanos, que cumple órdenes, a su vez, de Gerardo Morales.

Estos mil días de detención de Milagro como presa política son también los mil días de Macri y de todas y todos nosotros. Esta película documental es también un registro para la historia de este tiempo.

Una vez le pregunté a Milagro, en la cárcel de Alto Comedero, si tenía conciencia de su liderazgo a nivel mundial. “No, no lo pienso. Primero me quiero encontrar yo misma de nuevo”, respondió con su trenza kolla iluminada por el sol.


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Persistencia profética

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Por Rubén Dri / LA IGLESIA, ENTRE LA LEGITIMACIÓN DE LA DOMINACIÓN Y LA LIBERACIÓN / Si el de Jesús fue el proyecto del Reino de Dios, luego de que fuera asesinado y la hegemonía de ese profetismo comenzara a minar las bases del Imperio romano, el de este fue construir un nuevo tipo de sociedad inaugurada con la proclamación del catolicismo como religión oficial y caracterizada por un nexo profundo entre los poderes político y eclesiástico...
LA IGLESIA, ENTRE LA LEGITIMACIÓN DE LA DOMINACIÓN Y LA LIBERACIÓN / Si el de Jesús fue el proyecto del Reino de Dios, luego de que fuera asesinado y la hegemonía de ese profetismo comenzara a minar las bases del Imperio romano, el de este fue construir un nuevo tipo de sociedad inaugurada con la proclamación del catolicismo como religión oficial y caracterizada por un nexo profundo entre los poderes político y eclesiástico. La contradicción entre lo profético, siempre opuesto al poder dominante, y lo sacerdotal, aliado al mismo, es, por tanto, constitutiva de la Iglesia. En esta nota, un recorrido para comprenderla como clave interpretativa de su ambivalente relación con los pueblos originarios del continente: desde la elaboración de una teología de la dominación que legitimó las atrocidades a las que fueron sometidos hasta los procesos liberadores que en los inicios de este siglo recuperaron el sueño de la Patria Grande.

Por Rubén Dri
Teólogo y filósofo.

Fotos: Sebastián Miquel

La relación de la Iglesia católica con los pueblos originarios del continente latinoamericano se muestra ambivalente, por una parte como legitimación de la dominación sobre dichos pueblos y, por otra, como integrante de sus nuevas identidades, y muchas veces como fermento de liberación.

Para penetrar en el ámbito nodal de dicha contradicción, menester es considerar lo sacerdotal aliado siempre al poder dominante, y lo profético enfrentado al mismo, como dos componentes contradictorios de la Iglesia.

Jesús de Nazaret no es el fundador histórico de la Iglesia, como se sostiene en la enseñanza oficial de las Iglesias cristianas, pero todas pretenden fundamentar su proyecto y su accionar en él.

Jesús no fue un extraterrestre, sino un hombre plenamente situado en la historia de su pueblo, atravesada por las luchas entre el sacerdocio –unido siempre al poder de turno– y el profetismo –encarnado en líderes que expresaban los reclamos del campesinado y, en general, de los sectores oprimidos, viudas, leprosos, pastores, siervos–.

Jesús, miembro de una familia campesina, asumió un compromiso vital con el campesinado y los otros sectores dominados con el claro proyecto del “Reino de Dios”, que era el proyecto del profetismo más radicalizado del pueblo hebreo, enfrentado siempre con el proyecto monárquico y el sacerdotal.

Con el asesinato de Jesús se produjo un paréntesis de unas décadas, en el cual se fue perfilando la renovación de su proyecto en diversas asambleas o Iglesias, en el contexto del helenismo, bajo la dominación del Imperio romano. En las asambleas del siglo I, la raigambre profética del proyecto de Jesús era absolutamente hegemónica, manteniendo viva la idea de Reino de Dios que llevaba necesariamente a un enfrentamiento con el Imperio. En un lapso que va del siglo I al IV, las asambleas minaron las raíces del poder romano. El emperador Constantino tomó conciencia del hecho y les propuso a los dirigentes –es decir, los obispos– del movimiento cristiano entablar negociaciones, las que concluyeron con el célebre Edicto de Milán del año 313, mediante el cual se estableció la libertad de culto. El cristianismo dejó de ser perseguido y pasó a ser preferido por el poder.

Pero ¿cómo se puede producir un genocidio? No se trata de algunos asesinatos, sino de asesinatos masivos, acompañados de sufrimientos inauditos. Ello sólo es posible si se posee una sólida legitimación. ¿Quién podía otorgar dicha legitimación? La cabeza espiritual del Imperio cristiano, el Sumo Pontífice de Roma.

El emperador Teodosio dio otra vuelta de tuerca y mediante el Edicto de Tesalónica del año 380 proclamó el catolicismo como la “religión oficial del Imperio”. Ordenamos, dice, que “los que sigan esta regla sean llamados cristianos católicos. Los demás, empero, a los cuales juzgamos estar dementes y locos, sufrirán infamia de los dogmas heréticos; sus lugares de reunión no se denominarán con el nombre de iglesias y serán destruidos en primer lugar por la venganza divina, y después por la retribución de nuestra iniciativa, que tomaremos de acuerdo con el juicio divino” (Palomino, 2003: 49).

Tenemos aquí la clave para interpretar el comportamiento de la Iglesia católica en relación con pueblos, clases sociales, poblaciones, grupos diversos con los que se fue encontrando en su bimilenaria historia. Lo sacerdotal hegemónico aliado al poder, y lo profético subordinado, estuvieron siempre presentes de forma contradictoria.

El poder político, haciéndose cargo de su compromiso con la Iglesia, proclamó que quienes no la aceptasen serían considerados “dementes y locos”, en consecuencia, peligrosos, por lo cual caerían bajo la “venganza divina” en el otro mundo. En este mundo, dicha venganza sería llevada a cabo por el Estado.


Se construye de esa manera un nuevo tipo de sociedad denominado “cristiandad”, que se caracteriza por un nexo profundo entre el poder político y el eclesiástico o religioso. El Estado es el Imperio romano, que ahora es el Imperio cristiano que se extiende por el mundo entero. Un solo Dios, una sola Iglesia, un solo Imperio, establece la teología de Eusebio de Cesarea. La idea del Imperio cristiano como universal estará presente en los siglos posteriores.

Los locos y dementes son los que sostienen “dogmas heréticos”, o sea, los “herejes”, categoría teológica con un fuerte contenido político. Son los enemigos de la Iglesia y, en consecuencia, del Estado, y deben someterse tanto al juicio humano como al divino en la medida en que sus herejías son descubiertas por el tribunal competente, la Santa Inquisición.

A fines del siglo XV y principios del XVI se produce lo que la historia oficial conoce como “descubrimiento” de un continente que pasará a denominarse “América”, descubrimiento realizado por Cristóbal Colón, navegante al servicio de la reina de Castilla, Isabel la Católica. Le siguen la “conquista y colonización”, tareas que provocan uno de los genocidios más espantosos que conoce la humanidad. El motor no fue otro que la acumulación originaria del capital. De América fluyen riquezas inmensas que pasan por España y se desparraman por Europa, afincándose en Holanda, Inglaterra y Francia, que de esa manera pueden dar el salto cualitativo de la industrialización capitalista. El acta de nacimiento del capitalismo es, al mismo tiempo, el acta de defunción de los pueblos americanos, cuyas riquezas y mano de obra servirán para el despegue de las nacientes burguesías europeas.

Pero ¿cómo se puede producir un genocidio? No se trata de algunos asesinatos, sino de asesinatos masivos, acompañados de sufrimientos inauditos. Ello sólo es posible si se posee una sólida legitimación. ¿Quién podía otorgar dicha legitimación? La cabeza espiritual del Imperio cristiano, el Sumo Pontífice de Roma.

Los Reyes Católicos, Isabel I y Fernando II, recurren, pues, al papa como cabeza espiritual del universo buscando la legitimación de la empresa que se disponen a realizar: la expropiación de las tierras “descubiertas” y “por descubrir”. Alejandro VI da a conocer cuatro bulas seguidas mediante las cuales accede a sus deseos. En la primera leemos: “Entre las obras adeptas a la Majestad divina y deseables para nuestro corazón, es sin duda alguna preferible a cualquier otra la exaltación, mayormente en nuestros tiempos, de la fe católica y religión cristiana, de suerte que se las propague y dilate por doquiera, y se procure la salvación de las almas, el abatimiento de las naciones bárbaras y la reducción de las mismas a nuestra fe” (Las Casas, 1965: 1.277).

Encontramos aquí algunas de las categorías fundamentales de una teología de la dominación, propia de la corriente sacerdotal, que legitima las atrocidades a las que fueron sometidos los pueblos originarios de América. En primer lugar, Dios es la “majestad divina”, es el máximo poder que sólo reconoce súbditos, nunca compañeros. Ese Dios quiere la “exaltación” de la religión cristiana. No es el Dios que nace en una cueva de la paupérrima aldea campesina de Nazaret, sino el que brilla en el oro que reluce en las grandiosas construcciones vaticanas. Ese Dios no reconoce al ser humano como un cuerpo espiritualizado o un espíritu corporizado, sino como un alma que constituye su esencia y a la que por consiguiente hay que salvar, y un cuerpo al que hay que someter.

La “salvación de las almas” va acompañada del “abatimiento de las naciones bárbaras”. Nos encontramos con las fuentes de una dicotomía que, desde los albores de la Independencia, caracteriza a nuestro país: “civilización y barbarie”. En lugar de “cristianización”, “civilización”. ¿Qué se debe hacer con la barbarie que impregna a los pueblos originarios sino “abatirla” y “reducirla” a “nuestra fe”?

Para el abatimiento se emplean todos los medios posibles de sometimiento, muerte y exterminio. La categoría de “reducción” entraña una profunda contradicción que atraviesa toda la historia de la relación de la Iglesia con los pueblos originarios. En efecto, por una parte, reducir es achicar, encoger, términos que, aplicados a seres humanos, implican quitar derechos, despotenciar, desnudar. En la terminología eclesiástica del Derecho Canónico, la quita de las funciones sacerdotales se expresa como “reducción al estado laical”. El laico es un ser reducido, achicado, frente al sacerdote. Pero el término puede significar también “reconducir” (re-ducere). Este es el sentido con el cual se realizan las reducciones jesuíticas, en las que la pérdida de derechos es compensada con la construcción de una sociedad que, en el marco de la dominación, significa una verdadera liberación.

En las demás bulas aparecen otras categorías de una teología de la dominación que legitiman el genocidio. La empresa se realiza para la “mayor gloria de Dios todopoderoso” y para la “ampliación del imperio de Cristo”.

A fin de realizar la tarea de evangelización, las expediciones de los “conquistadores” vienen acompañadas de sacerdotes, la mayoría pertenecientes a órdenes religiosas, muchos de los cuales, ante las atrocidades de la “conquista”, recuperan lo mejor de la tradición profética y militan en favor de las víctimas del genocidio. El que levanta la voz más enérgicamente es, sin dudas, fray Bartolomé de las Casas.

Pero el genocidio no hace desaparecer a los pueblos originarios. De una u otra manera, estos van buscando caminos de resistencia, y los logros se van plasmando de diferentes formas, una de las cuales es el mestizaje, que puede verse expresado en símbolos muy fuertes como la Guadalupana y las más diversas vírgenes morenas. La Virgen de Guadalupe es al mismo tiempo la Virgen María de los conquistadores y la Tonantzin de los nahuas; la Virgen morena de Catamarca es al mismo tiempo la Virgen María de los cristianos y la Pachamama de los pueblos andinos.

La etapa histórica que se abre con el fin del siglo XX e inicios del XXI está marcada por la visibilización de los pueblos originarios. A quinientos años del denominado “descubrimiento” se lo recuerda y repudia con múltiples manifestaciones en todo el continente americano y también en el europeo. El nombre de “indios” o “indígenas” que la dominación les impuso a quienes habitan este territorio es sustituido ahora por la denominación de “pueblos originarios”, que de esa manera recuperan su identidad, hacen visibles los valores fundamentales de sus ancestrales construcciones sociales. Se transforman así en sujetos fundamentales de los proyectos que recuperan la idea de Patria Grande, que con diversos resultados se expande por todo el espacio latinoamericano. La Iglesia, por su parte, vuelve a mostrar su ambivalencia constitutiva entre lo sacerdotal y lo profético, cada vez más comprometido con los procesos liberadores.

Con los movimientos de liberación que a mediados del siglo XX surgen en todo el continente –movimientos cristianos fuertemente comprometidos con sus pueblos–, el componente profético de la Iglesia se muestra con una fuerza inusitada, llegando a perforar el espacio sacerdotal. Si la potencia y masividad de estos puso de manifiesto como pocas veces en la historia el enfrentamiento entre ambos elementos, la profundidad y persistencia de lo profético nos mueve a pensar que, con avances y retrocesos, se trata de un movimiento irreversible.


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Rebelde amanecer

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CINE Y JUSTICIA (Por Lisandro Gambarotta) / El documental Awka Liwen tiene a Osvaldo Bayer como guionista y narrador riguroso de los hechos relacionados con el exterminio de nuestros pueblos originarios y el saqueo de sus tierras. Cuando aún era un proyecto cinematográfico, los nietos de Martínez de Hoz buscaron censurarlo realizando una presentación judicial en la que afirmaban que contenía “hechos falsos” y “dañaba la imagen de la familia”. Pero las juezas intervinientes fallaron a favor...
CINE Y JUSTICIA / El documental Awka Liwen tiene a Osvaldo Bayer como guionista y narrador riguroso de los hechos relacionados con el exterminio de nuestros pueblos originarios y el saqueo de sus tierras. Cuando aún era un proyecto cinematográfico, los nietos de Martínez de Hoz buscaron censurarlo realizando una presentación judicial en la que afirmaban que contenía “hechos falsos” y “dañaba la imagen de la familia”. Pero las juezas intervinientes fallaron a favor de la libertad de investigación histórica. El largometraje revela cómo, luego del fin de las acciones represivas, la familia del exministro de la dictadura cívico-militar fue una de las más beneficiadas en el reparto de las tierras. Estrenado en 2010, es una muestra más de la inclaudicable lucha de Bayer por la verdad.

Por Lisandro Gambarotta
Periodista especializado en la crítica cinematográfica desde hace más de quince años. Actualmente es productor y conductor del programa “Club Lumière”, que se emite por la FM de Radio Provincia, 97.1. Obtuvo tres veces el premio Martín Fierro Federal en el rubro cultural/educativo, y en 2016 el Martín Fierro Federal de Oro.

Osvaldo Bayer continúa en su infatigable lucha por dar a conocer la verdad de quienes fueron ocultados y silenciados por la historia oficial. En esta ocasión vuelve a elegir el cine como herramienta de trabajo, nuevamente en el rol de guionista y sumando el papel de narrador principal, ya que participa del documental Awka Liwen, donde a través de material de archivo y entrevistas se desarrollan, con rigurosidad académica, los hechos claves de la eliminación de las poblaciones originarias y el saqueo de sus tierras. Los directores del filme son Mariano Aiello y Kristina Hille.

Con su tono de voz tan reconocible, Bayer inicia el documental planteando una breve y contundente síntesis: “En el año 1813, en la ciudad de Buenos Aires, la asamblea de patriotas declaró la libertad de vientres, es decir, la libertad de los esclavos, pero desgraciadamente no tuvo apoyo unánime. En el año 1826, Rivadavia exterminó a los ranqueles con el accionar del coronel Rauch. En 1833, Rosas tuvo su Campaña del Desierto. Y el general Roca encabezó en el año 1878 la más recordada Campaña del Desierto, exterminando a los pueblos originarios y robando las tierras que ellos poblaban. Los indios sobrevivientes fueron esclavizados. Los hombres fueron enviados a la zafra en Tucumán o a construir fortificaciones en la isla Martín García, las mujeres como sirvientas, y los niños, separados de sus madres, fueron mandaderos”.

Las cifras de los muertos no son exactas, pero sí la intencionalidad de los actos, perpetrados con el objetivo de destruir a estos pueblos como tales, por lo que los historiadores coinciden en denominarlo el primer genocidio argentino. Finalizadas las acciones represivas, comenzaron a repartirse las tierras vilmente conseguidas, casi 30 millones de hectáreas, creando escrituras que supuestamente justificaban la posesión de amplios territorios para un reducido grupo de aristocráticas familias, entre las que resultó especialmente beneficiada la del exministro de Economía de la dictadura José Alfredo Martínez de Hoz, con alrededor de 2.500.000 hectáreas.

Sorprende en la construcción narrativa del filme la relación que establece entre la etapa fundacional de nuestro país, en los inicios del siglo XIX, y la década del setenta del siglo XX, comparando la represión sucedida en ambos momentos. Rápidamente Bayer aclara la situación: Mitre denominó “Proceso de Organización Nacional” al período de unificación del territorio posterior a la represión sobre los pueblos originarios. Con una metodología similar, pero más avanzada tecnológicamente, el período encabezado por los genocidas Videla, Massera y Agosti fue denominado por ellos mismos “Proceso de Reorganización Nacional”, en un definido homenaje a sus antecesores.

También forman parte del documental entrevistas que respaldan y potencian la amplia diversidad narrativa. Entre los entrevistados están el historiador Norberto Galasso, el economista y periodista Maximiliano Montenegro y la antropóloga especialista en genocidio y políticas indígenas Diana Lenton.

Perdió la censura

En la época en que Awka Liwen aún era un proyecto cinematográfico, se difundió su contenido con el objetivo de recaudar los fondos necesarios para su realización. Entonces, los nietos de José Alfredo Martínez de Hoz hicieron una presentación judicial en la que reclamaban una indemnización por considerar que el documental contenía “hechos falsos” y “dañaba la imagen de la familia”. Luego de cinco años, la Cámara Nacional Civil, a través de la intervención de las juezas María Isabel Benavente, Mabel Alicia de los Santos y Elisa Díaz de Vivar, falló a favor de Bayer y su equipo.

Las magistradas citaron en su fallo jurisprudencia de Raúl Zaffaroni, donde se sostiene que “la mera invocación de honor de la familia, en casos de parentesco más lejano que el de primer grado o hermanos, no puede ser suficiente para acreditar el daño moral del deudo, porque de lo contrario nos hallaríamos frente a un verdadero desplazamiento de los ámbitos naturales de discusión: el revisionismo histórico pasaría a ser materia judiciable, con la consiguiente limitación a la libertad de investigación histórica”.

En 2010 el largometraje fue estrenado en algunas salas cinematográficas del país, logrando ser declarado de interés cultural por varias provincias y ciudades. También fue incorporado como material de estudio en programas educativos nacionales. Además, participó de diversos festivales de cine en el mundo y ganó premios. Actualmente se puede acceder a él a través del sitio www.awka-liwen.org.

Awka Liwen es un término mapuche que significa rebelde amanecer, una estrategia interesante para plantearse la lucha que continúa.

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Lecciones de desmemoria

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Por Marcelo Valko / LA HERRAMIENTA PRIVILEGIADA DE LAS ÉLITES / La pedagogía de la desmemoria hace que la crisis que agobia al pueblo y la siniestra predilección de las balas del Estado por los cuerpos indígenas aparezcan tan desligadas entre sí como del ideario de la Generación del 80, que creó un feudo enano en lugar de una patria inclusiva. Si sus escribas pontificaron las bondades de un destino agroexportador, instalaron la falacia...
LA HERRAMIENTA PRIVILEGIADA DE LAS ÉLITES / La pedagogía de la desmemoria hace que la crisis que agobia al pueblo y la siniestra predilección de las balas del Estado por los cuerpos indígenas aparezcan tan desligadas entre sí como del ideario de la Generación del 80, que creó un feudo enano en lugar de una patria inclusiva. Si sus escribas pontificaron las bondades de un destino agroexportador, instalaron la falacia del descenso de los barcos y glorificaron a Roca, los de hoy buscan colectivizar la amnesia suplantando los hechos por un relato en el que Ismael Ramírez, el niño qom asesinado en Chaco, es parte de una “guerra de guerrillas”, los que luchan por la recuperación de tierras son extranjeros a punto de tomar el control de la Patagonia, y el ajuste y el saqueo, medidas positivas sin relación con estos acontecimientos. Frente a semejante usurpación de la verdad, la tarea es desmontar la historia oficial y trabajar para que un día muy cercano nos gobierne la noble igualdad.

Por Marcelo Valko
Psicólogo y docente, especialista en etnoliteratura e investigación del genocidio indígena. Ha dictado conferencias en universidades de Estados Unidos, Europa y América Latina. Es autor de numerosos textos, entre ellos Cazadores de poder, El malón que no fue, Ciudades malditas, ciudades perdidas, Pedagogía de la desmemoria, Desmonumentar a Roca y Los indios invisibles del Malón de la Paz.

Fotos: Sebastián Miquel

Mientras escribo esta nota las balas del Estado vuelven a demostrar su siniestra predilección por el cuerpo de los indígenas y un chico qom de trece años, Ismael Ramírez, cae asesinado en el Chaco en un “intento de saqueo”. De inmediato se disparan los resortes del poder, se arma un relato y la ministra Bullrich sale a escena para hablar sobre “guerra de guerrillas”. Su guión asombra. Nuevamente la víctima es culpable. Tal preferencia de los proyectiles está íntimamente ligada a la desmemoria, viene de lo profundo de la historia y nos constituye como un país con vocación de periferia. Guarda relación con aquella estratégica asimetría de unos y otros, de castas de poder y grupos subalternos. Seguramente Hegel lo plantearía en términos de amos y esclavos.

El patriciado de caudal y rango tuvo y tiene a su disposición escribas, ventrílocuos y bufones con dedicación full time para traducir lo negro como blanco, los despedidos como una oportunidad de reconversión laboral, el achicamiento como positivo, y la desmemoria es su principal herramienta para acusar a los muertos de ser culpables. De esa forma, elabora una historia que usurpa la verdad y los procesos sociales desaparecen consumidos por relatos que naturalizan por saecula saeculorum al mandamás acostumbrado. Rodolfo Walsh lo explicó con claridad: “han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.

La crisis económica que hoy agobia a los ciudadanos y acabó con la vida del joven de trece años es producto de personajes que aprendimos a glorificar desde primer grado. La tan mentada Generación del 80 no sólo fue cruel, sino también inepta. Sarmiento, una de sus principales estrellas, en el Facundo pontificaba acerca de que “los españoles no somos ni navegantes ni industriosos y la Europa nos proveerá por largos siglos de sus artefactos a cambio de nuestras materias primas, y ella y nosotros ganaremos en el cambio”. Y así, sin más nos ató al yugo de las directrices de un capitalismo con vocación de furgón de cola y nos enquistó en un destino agroexportador sin valor agregado. La ventaja natural de nuestros suelos se convierte en un maleficio. En cambio, Australia y Nueva Zelanda, apoyadas en esas mismas ventajas, supieron diversificar sus economías y nos dejaron muy pero muy atrás.

La pedagogía de la desmemoria es la madrastra de la historia oficial y hace del olvido, de la pérdida de la identidad, de la amnesia colectiva y de la tergiversación su máximo catecismo. El poder tiene pánico de recordar, por eso procura por todos los medios colectivizar la amnesia e impedir el acceso a la palabra verdadera. Necesita olvidar, porque olvidar es negar sus responsabilidades. Enmascarado desde esa excelente coartada, finge ignorar los hechos que fueron suplantados por relatos a gusto del paladar de una casta especializada en usurpar la verdad. Pensadores nacionales advirtieron tempranamente el laberinto al que nos condujo la falta de visión de la casta del ochenta. Por ejemplo, Raúl Scalabrini Ortiz alertó sobre “el imperialismo económico que encontró aquí campo franco. Bajo su perniciosa influencia estamos en un marasmo que puede ser letal. Todo lo que nos rodea es falso e irreal, falsa la historia que nos enseñaron, falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron, falsas las perspectivas mundiales que nos presentan, falsas las disyuntivas políticas que nos ofrecen, irreales las libertades que los textos aseguran”.

Comparemos. El tendido ferroviario de Estados Unidos es en cuadrícula, destinado al mercado interno, mientras que aquí Gran Bretaña construyó con dinero argentino tres abanicos convergentes hacia los puertos de Bahía Blanca, Buenos Aires y Rosario para extraer rápidamente las materias primas que requería. Los dueños de la tierra se enriquecieron en forma astronómica y no tuvieron empacho en demostrarlo de manera ostentosa. Basta mirar el inmenso Palacio de la Cancillería que fue la mansión de la familia Anchorena. La Generación del 80 hizo estragos. Teníamos otro destino y esta gente creó un feudo enano en lugar de una patria inclusiva. Esa élite contrató escribas de buena labia que redactaron una historia oficial para autoglorificarse y atacar todo lo que pudiera perjudicarla. Así aparecen las dos presidencias de Julio Roca. Más que en el empleado del mes, su accionar lo convierte en el empleado del siglo. En la primera presidencia barre tolderías, en la segunda hace foco en el movimiento obrero con la ley más represiva de nuestra historia: la 4.144, que es la Ley de Residencia que redactó Miguel Cané. Elaboran una historia a imagen y semejanza de sus deseos de clase.


En Argentina, la desmemoria que conduce a una amnesia colectiva no es “interpretable”, se encuentra íntimamente vinculada a la currícula académica construida por una historiografía que se enseñorea en las aulas amaestrando las neuronas de generaciones de docentes y alumnos. Para estructurar semejante obra maestra de las élites del poder, no sólo emplearon los textos y láminas de los “cándidos” manuales escolares aprobados por el Ministerio de Educación, sino que también esparcieron por todas las concentraciones urbanas una serie de estatuas que, como una suerte de hitos sagrados, custodian el discurso de nuestra temporalidad como nación. Tal anestesia visual, para denominarla de algún modo, se trata de un mecanismo peligroso que tergiversa y suplanta la realidad mediante la laboriosa construcción de un imaginario que obliga a pensar y pensarse con categorías mentales esquizoides, dando como resultado un país fracturado.

Vayamos a un ejemplo actual. Hace un año, cuando estalla en los medios el “caso Maldonado”, de inmediato la solidaridad del joven Santiago con la recuperación de tierras fue borroneada por la “siniestra actividad de la RAM” que, caracterizados como mapuches chilenos y armados con serruchos, martillos y algún cuchillo oxidado, estaban a punto de tomar el control de toda la Patagonia. Hoy la RAM desapareció de las portadas, pero quedó flotando la cuestión de la extranjería. Veamos dónde se origina esta invención. Para ello, detengámonos en el autor del latiguillo, me refiero a Estanislao Zeballos, ideólogo de la Liga Patriótica Argentina, publicista de Roca, promotor de la construcción del desierto que vació la pampa-Patagonia de seres humanos y que tenía un hobby particular: coleccionar cráneos indígenas. Tan siniestra predilección no fue obstáculo para que su nombre ingresara en calles, colegios e incluso estaciones de tren, y fuera enterrado con honores en la Recoleta.

En La conquista de quince mil leguas elucubra una extraña teoría basada en las cualidades negativas o positivas que emanan de la geografía de los Andes según se trate de la vertiente del Pacífico o del Atlántico. De ese modo, afirma que los tehuelches nacidos de este lado son buenos argentinos y están “naturalmente preparados para la civilización”; en cambio, los trasandinos son malvados invasores chilenos. Su chovinismo lo llevó al extremo de elaborar tal distinción basada en las virtudes mágicas del suelo nacional. Por otra parte, es interesante tener presente que los mapuches constituyen un grupo nómade que venía cruzando y recruzando la cordillera en ambos sentidos. ¿Antes de 1810 eran chilenos? ¿Acaso no son preexistentes a la demarcación de ambos Estados? Luego se hizo carne la falacia de que todos los argentinos bajamos de los barcos, por ende, si algún indígena aparece naturalmente debe ser extranjero. De ese modo, los kollas son bolivianos, los guaraníes paraguayos y los mapuches chilenos, y, obvio, no tienen derecho ni a un centímetro de suelo argentino.

A estos personajes transformados en “próceres de clase” la justicia ya no los puede alcanzar. En cambio, es posible desmonumentarlos, es decir, castigarles la memoria. La tarea es desmontar la ingeniería de la anestesia, poner a la intemperie las grietas de un relato donde emerjan las voces de los ausentes para demoler la historia oficial. Todo relato tiene un punto débil y es la falsedad acomodaticia que lo constituye. Es preciso leer entre líneas, observar los márgenes y desenmascarar las huellas dejadas por el delito. Es necesario seguir esas pistas, esas contradicciones maquilladas de certezas. Eso requiere agotar todos los materiales que se encuentren al alcance: archivos, testimonios, hemerotecas, textos. Nuestras investigaciones deben elaborar el prontuario de aquellos personajes injustamente encumbrados en el Olimpo de los manuales que, haciendo a un lado los generosos principios de Mayo, pergeñaron un país donde tan pocos viven una fiesta permanente a costa de tanta tierra, sangre y sudores ajenos. La historia debe condenarlos, no glorificarlos. Así de sencillo, complejo y trágico.

Nos persuadieron de que Mayo es la escenografía montada por una lámina escolar con la fachada del Cabildo, una llovizna, paraguas, gente que mira y no sabe de qué se trata mientras una mazamorrera pasa por detrás como una actriz de reparto y dos personas reparten trozos de tela como si fueran muestras de una sedería. Eso no es Mayo. Mayo es su propuesta de patria grande y fraterna, de libertad de vientres, de la quema de instrumentos de tortura, del sol inca en la bandera. Una estrofa del Himno nos brinda una pista cuando plantea ver “en el trono a la noble igualdad”. Ese es el ideal libertario. Significa que nos debe gobernar la noble igualdad. Esa es la búsqueda. Esa es la tarea para el hogar y para la calle. Esforcémonos para que los desvelos de Mayo se concreten. Es lento, pero viene y nosotros lo veremos llegar, lo haremos llegar.

El maestro Bayer

No quiero terminar esta nota sin hablar del padre de la criatura. Me refiero a Osvaldo Bayer, que desde los sesenta viene bregando por la reivindicación de los pueblos originarios. Con él tengo una amistad de años, de viajes compartidos, conferencias conjuntas, largas cenas, muchos brindis, conversaciones muy íntimas y una mirada similar en tantas cuestiones de la realidad. Desde que nos conocemos, siempre me alentó en cada una de mis investigaciones. Osvaldo honró cuatro de mis libros con sus prólogos, pero por sobre todo es un maestro de vida, alguien que jamás traicionó sus ideales aunque vinieran degollando. Tan opuesto a tantos campeones olímpicos en el salto panqueque según soplen los vientos. En una época de travestismo ideológico, de saltimbanquis que transitan partidos políticos y cambian de camiseta como de media y poseen masters en adulterar con sus discursos la realidad de los ciudadanos, es bueno recordar a Bayer desde la honradez de su austeridad, la lucidez de su pensamiento, la humildad de su trayectoria brillante y la valentía de sus investigaciones que nos asegura que, “a la larga, la ética siempre triunfa”.


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Pesada herencia

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Por Alexis Papazian / TERRORISMO ESTATAL Y MEDIÁTICO ANTE LOS CONFLICTOS MAPUCHE / La idea del “mapuche terrorista”, reproducida al infinito en los discursos estatales y mediáticos que apuntan a su construcción como enemigo interno, no sólo atañe a la posverdad. Es, ante todo, heredera de la elaborada por quienes a fines del siglo XIX prepararon el consenso ideológico para el exterminio. De las brutales afirmaciones de Zeballos y El Mercurio a los aplausos al régimen roquista de La Nación y la Sociedad Rural...
TERRORISMO ESTATAL Y MEDIÁTICO ANTE LOS CONFLICTOS MAPUCHE / La idea del “mapuche terrorista”, reproducida al infinito en los discursos estatales y mediáticos que apuntan a su construcción como enemigo interno, no sólo atañe a la posverdad. Es, ante todo, heredera de la elaborada por quienes a fines del siglo XIX prepararon el consenso ideológico para el exterminio. De las brutales afirmaciones de Zeballos y El Mercurio a los aplausos al régimen roquista de La Nación y la Sociedad Rural cien años después, y desde las loas al Ejército “civilizador” responsable de la barbarie de ayer hasta las de los responsables de Cambiemos ante el salvaje accionar de Gendarmería y Prefectura en los operativos de hoy, reflexiones sobre la construcción de un cuerpo de excepción, racializado como otro, que, en pos del respeto y la práctica de la interculturalidad, buscan dejar una pregunta abierta: ¿es sólo con los mapuche?

Por Alexis Papazian
Profesor de Historia y doctor en Antropología. Docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Miembro de la Red de Investigadorxs sobre Genocidio y Política Indígena. Sus trabajos se orientan a temáticas vinculadas con la relación del Estado con los pueblos originarios en perspectiva histórica y contemporánea.

Fotos: Sebastián Miquel

La profundidad de una “idea”. ¿Desde cuándo los mapuche1 nos aterrorizan? Si tomamos crónicas militares y de viajeros, así como buena parte de la producción historiográfica del siglo XIX y XX, podríamos esgrimir que el acto de aterrorizar se representa como una constante durante periodos coloniales y republicanos. La figura de entonces era “el malón”, y la imagen reinante estaba coronada por el rapto de cautivas blancas y la destrucción de pueblos fronterizos.

Las imágenes crean sentidos globales y estables. Sentidos que hemos heredado y reproducimos más allá de nuevos estudios y perspectivas. El peso de nuestra educación primaria carga las tintas en los cuerpos de esos otros, los indígenas.

Siguiendo esta línea, que naturaliza y crea una esencia mapuche en tanto bárbaro, salvaje, extranjero y/o terrorista, emergen figuras singulares, nombres concretos que son demonizados. La imagen de Facundo Jones Huala como líder de los mapuche a partir de su pertenencia a un grupo radicalizado denominado Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) ha tomado dimensiones que exceden su rol como lonko del Pu Lof en Resistencia de Cushamen.2 De igual forma, pero en otro tiempo, las imágenes de diversos lonkos mapuche han sido secuestradas y creadas como enemigos internos a los que vencer (Enriz, 2017; Lenton, 2017). La diferencia es temporal. La práctica es comparable.

Bien vale aclarar que ser lonko de una comunidad es ser autoridad dentro de la misma. De ahí que los liderazgos mapuche tengan un límite y una base comunitaria que, en ciertas circunstancias, generan solidaridad con otras comunidades, con otros pueblos originarios y con otros sectores de la sociedad. Esto sirve para analizar las comunidades originarias actuales y pretéritas.

En 1859, El Mercurio sentaba posición explicando que “Los hombres no nacieron para vivir inútilmente, como los animales selváticos [...] y una asociación de bárbaros como los pampas o como los araucanos, no es más que una horda de fieras, que es urgente encadenar o destruir en el interés de la humanidad y en el bien de la civilización”.

Los medios de comunicación junto a los Estados (nacional y/o provincial) han tendido a reproducir la imagen de Jones Huala englobando a todos los mapuche que luchan por su territorio como una única organización (la RAM), caracterizada como parte del conjunto de organizaciones terroristas. Crean al salvaje, lo exponen y lo potencian.3 Esta práctica no es nueva, la posverdad4 tampoco.


Si en vez de partir del malón partimos de los tratados, convenios y pactos celebrados entre los Estados (coloniales o republicanos) con las parcialidades5 (comunidades) mapuche, podremos observar la riqueza de una relación social en diversos contextos y con diversos actores. Estos tratados son demostrativos de la autonomía relativa de las comunidades en zonas de frontera. A su vez, si prestamos atención a las formas en las que el Estado impuso soberanía sobre estos “otros internos”, podremos dar cuenta de los crímenes de lesa humanidad cometidos en diferentes momentos por militares y funcionarios estatales sobre la población indígena. En tal sentido, la historia del siglo XIX no se ocupó de reconstruir los eventos del pasado, sino de seleccionar una parte de estos y adaptarla a los fines políticos del momento: crear una identidad argentina por sobre la diversidad cultural y sociopolítica existente en aquellos tiempos. Dicho esto, vale recordar una breve descripción del diario La Nación de noviembre de 1878, en la que se denuncia el accionar violento del teniente coronel Rudecindo Roca (hermano de Julio Argentino Roca) en Villa Mercedes. El cronista describe la llegada de indios ranqueles para comerciar en el pueblo. Acto seguido, revela el modus operandi del ejército nacional al mando de Roca: “efectivamente, si se encerraron en un corral a sesenta indios, y a los sesenta se mandó a fusilar… Tal aseveración, por demás grave, es un crimen de lesa humanidad, un bofetón a la civilización…”.
El diario La Nación no fue menos. Olvidó sus críticas de 1878 y engalanó sus páginas con aplausos y loas al régimen roquista (“de Organización Nacional”), siempre acompañado por la Sociedad Rural Argentina, que también celebró la gesta que ella misma había financiado un siglo atrás. No es casual: los “otros” debían ser eliminados, los “otros” estaban siendo eliminados.

Este tipo de datos suele ser soslayado por la historiografía oficial, que construye la imagen del Ejército civilizador por sobre la real práctica genocida y disciplinadora llevada a cabo sobre los cuerpos de los y las indígenas.

Estas prácticas explican el presente. No es el terrorismo mapuche: es el terrorismo de Estado y la construcción del mapuche como un cuerpo de excepción, un cuerpo racializado como otro, un cuerpo empobrecido cultural y políticamente, invisibilizado, arrojado tras las fronteras identitarias de la nación Argentina, que se pensó (y piensa) heredera de las mejores virtudes europeas. ¿Esto es sólo con los mapuche? Pregunta válida y necesaria que, prometo, retomaremos al final del texto.

Mapu(chi)leno

Estanislao Zeballos esgrimía en 1878 el discurso de la “araucanización de las pampas” en su libro La conquista de quince mil leguas. Creaba el desierto como campo fértil para la muerte. Preparaba el consenso ideológico del genocidio. Describía a los araucanos (hoy mapuche) como “indios chilenos que roban el ganado en las estancias de Buenos Aires y lo venden en Chile”. Este discurso es nuestra pesada herencia. Está presente en Zeballos, pero también en Domingo F. Sarmiento, en Francisco P. Moreno, en Adolfo Alsina, en Julio A. Roca y en tantos más. No es sólo una generación de intelectuales, políticos y militares: son muchas las generaciones que repiten lo mismo.

Investigadores de renombre, como Rodolfo Casamiquela, han sostenido la teoría del mapuche chileno, siendo esa la mirada dominante durante todo el siglo XX. De igual forma, pero con menor vuelo intelectual y mayor llegada mediática, muchos periodistas desconocen la preexistencia étnica mapuche utilizando recursos burdos de fácil digestión. “Son chilenos”, “brutos”, “infiltrados”, “flogger”, “truchos”, “violentos”, “vagos”, “son de la ciudad”, “usan zapatillas”, “usan celular”, “son terroristas”.

Volvamos al siglo XIX. En mayo de 1859, en Santiago de Chile, el diario El Mercurio sentaba posición sobre el tema explicando que “Los hombres no nacieron para vivir inútilmente, como los animales selváticos [...] y una asociación de bárbaros como los pampas o como los araucanos, no es más que una horda de fieras, que es urgente encadenar o destruir en el interés de la humanidad y en el bien de la civilización”. Esta afirmación, a diferencia de las formas edulcoradas del siglo XXI, es más brutal y más sincera.

Como sea, la prescripción para los mapuche (de uno u otro lado de la cordillera) es su eliminación, no individual sino social. Lo era entonces, lo es hoy.

Lejos de agotar esta temática, pero con cierto temor de agotar al lector, me gustaría cerrar este apartado pensando en 1979, centenario de la Conquista del Desierto y momento fuerte de la dictadura. Durante ese año y el siguiente se produjeron una serie de congresos, actos públicos, reediciones literarias, dosieres especiales en revistas y demás actos de conmemoración a la “gesta civilizadora” a la cual denomino genocida. El diario La Nación no fue menos. Olvidó sus críticas de 1878 y engalanó sus páginas con aplausos y loas al régimen roquista (“de Organización Nacional”), siempre acompañado por la Sociedad Rural Argentina, que también celebró la gesta que ella misma había financiado un siglo atrás. No es casual: los “otros” debían ser eliminados, los “otros” estaban siendo eliminados.

Otras historias: marcos interpretativos actuales

Desde hace más de una década, un grupo importante de investigadores e investigadoras venimos trabajando sobre la Conquista como genocidio. La gran cantidad de documentación probatoria de las prácticas de eliminación física y simbólica de la población originaria en Argentina nos permite aplicar dicha categoría que, lejos de banalizarse, toma cuerpo a medida que interrelacionamos archivos y documentos estatales con memorias sociales del pueblo mapuche. Por suerte existe gran cantidad de material editado, al que se puede acceder desde diversos sitios de Internet.6

La interculturalidad, bien entendida, implica desaprender y reaprender. Implica una capacidad reflexiva sobre nuestras propias contradicciones, y el estudio de sociedades y procesos donde los pueblos originarios fueron asesinados, encerrados, desplazados, invisibilizados y marcados como “pobres e incapaces” es una forma de repensarnos en tanto no-indígenas en una sociedad intercultural y pluriétnica. Reconocer la diferencia no alcanza, pero es el punto de partida, dado que al reconocimiento hay que darle igualdad de autonomía a la hora de pensarnos en un Estado intercultural.

Un profesor alguna vez me dijo que la interculturalidad es intrínsecamente incómoda, molesta. Esa incomodidad es necesaria si queremos comprender la lucha mapuche por su territorio como parte de un proceso generado por un genocidio en el cual unos pocos (los sectores más ricos de la población) se vieron favorecidos al acceder a grandes cantidades de tierra que pasaron a ser propiedad privada.

¿Es sólo con los mapuche?


Los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel podrían ser indicios de un particular encono con los mapuche y con aquellos que los apoyen. Sumemos a estos dos hechos especialmente violentos que, durante 2017, se produjeron infinidad de allanamientos en diversas comunidades mapuche en Neuquén, Río Negro y Chubut.

Sin embargo, si abrimos el plano de nuestro análisis podemos observar el tratamiento que tuvo el asesinato de Juan Pablo Kukoc a manos del policía Chocobar, ocurrido en febrero de este año en la ciudad de Buenos Aires. Esta muerte es un episodio más en el aumento de la violencia policial de los últimos años. La particularidad del caso está en la respuesta del Poder Ejecutivo, encabezado por el presidente Mauricio Macri, que recibió y felicitó al imputado. Bien vale generar simetrías con la defensa irrestricta (irreflexiva) de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich o de la vicepresidenta Gabriela Michetti en torno al rol de Gendarmería y Prefectura en los operativos represivos que dieron fin a las vidas de Santiago y Rafael. Entonces, ¿es sólo con los mapuche?

Notas

1 Usamos el vocablo “mapuche” y no “mapuches” porque dicho gentilicio es, por sí mismo, plural.
2 En la zona de Cushamen hay muchas comunidades mapuche y mapuche-tehuelche, cada una con trayectorias particulares y diversos procesos de reconocimiento y conflicto. Esto es ampliable a todas las comunidades mapuche y originarias. Sin embargo, para los medios de comunicación hegemónicos, el discurso del lonko Facundo Jones Huala ha sido ideal para presentar al mapuche radicalizado, violento y terrorista, al falso mapuche exblogger y/o al mapuche anti Estado argentino y traidor, etcétera. En tal sentido, la diversidad política de la cultura mapuche fue borrada por las cámaras que vieron en Huala a la RAM, en la RAM a los mapuche y en los mapuche células terroristas y secesionistas que, paradójicamente, nadie vio en la realidad.
3 Sobre Jones Huala, recomiendo la nota del diario Clarín de enero de 2017, disponible en: https://www.clarin.com/suplementos/zona/facundo-jones-huala-mapuche-violento-declar-guerra-argentina-chile_0_BJneugWvl.html.
4 El uso de este neologismo ha tenido su primavera durante 2016/2017. Entendemos por dicho término la construcción discursiva que, independientemente de la veracidad empírica de lo que explica o describe, apunta a convencer, sugestionar o generar falsos debates dentro de la sociedad apelando a los sentimientos y las emociones del “consumidor” informativo.
5 Véase Briones, Claudia y Carrasco, Morita (2000). Pacta Sunt Servanda. Capitulaciones, convenios y tratados con indígenas en Pampa y Patagonia (Argentina, 1742-1880). Buenos Aires: VinciGuerra Testimonios/IWGIA.
6 Recomiendo el sitio http://eib.educ.ar. Tiene el repositorio de la producción realizada por la Modalidad de Educación Intercultural Bilingüe que dependía del Ministerio de Educación de la Nación hasta 2015. En él hay trabajos sobre comunidades originarias contemporáneas y también clases confeccionadas para docentes en torno a la historia de los pueblos originarios y su relación con el Estado en diversos momentos. También son muy recomendables las revistas TEFROS (http://www.hum.unrc.edu.ar/ojs/index.php/tefros/index); CORPUS. Archivos virtuales de la alteridad americana (http://ppct.caicyt.gov.ar/index.php/corpus) y MEMORIA AMERICANA. Cuadernos de etnohistoria (http://ppct.caicyt.gov.ar/index.php/memoria-americana), entre otras.


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¿Por qué hablar de genocidio indígena?

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Por Diana Lenton / LA CONSTITUCIÓN DEL ESTADO ARGENTINO Y LA ANULACIÓN DE LA DIVERSIDAD / Matanza de los miembros del grupo, lesión grave a su integridad física o mental, sometimiento a condiciones de existencia que acarreen su destrucción física, medidas destinadas a impedir nacimientos, traslado de niños por la fuerza. Cualquiera de estas acciones cometida con la intención de eliminar total o parcialmente...
LA CONSTITUCIÓN DEL ESTADO ARGENTINO Y LA ANULACIÓN DE LA DIVERSIDAD / Matanza de los miembros del grupo, lesión grave a su integridad física o mental, sometimiento a condiciones de existencia que acarreen su destrucción física, medidas destinadas a impedir nacimientos, traslado de niños por la fuerza. Cualquiera de estas acciones cometida con la intención de eliminar total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso constituye lo que la ONU definió en 1948 como genocidio. Todas fueron perpetradas contra las poblaciones originarias y negadas por un relato que hegemonizó durante más de un siglo la interpretación del paso del país a la modernidad. Aquí, un análisis minucioso de los archivos, los registros documentales y de la historia oral que dan cuenta de estos actos criminales, con la mirada puesta en la urgencia de su reconocimiento o, lo que es lo mismo, en el fin de su continuidad.

Por Diana Lenton
Profesora titular de la carrera de Ciencias Antropológicas de la UBA. Investigadora independiente del CONICET. Especialista en genocidio y políticas indígenas.

Fotos: Sebastián Miquel

Todos hemos escuchado o leído alguna vez, en las aulas o en los medios, que el Estado argentino se consolidó y comenzó a ser “civilizado” a fines del siglo XIX, una vez derribadas las fronteras interiores, es decir, una vez “resuelto” el llamado “problema indígena”. Ese “problema” consistía en la persistencia de sociedades culturalmente diversas y con relativa autonomía en territorios que el Estado, aunque no controlaba, comenzaba a considerar como propios.1 Este relato, que hegemonizó durante más de un siglo la interpretación del paso del país a la modernidad, inclusive atravesando diferentes posiciones ideológicas y partidarias, no sólo no da cuenta del genocidio producido contra los pueblos indígenas, sino que contribuye a la repetición y continuidad de las acciones y relaciones genocidas, en lo que se denomina la realización simbólica del genocidio.2

La caracterización del genocidio requiere ajustarse a una definición técnica, que es provista en 1948 por la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de la ONU. Esta definición, construida a partir de la experiencia del genocidio perpetrado por los nazis, y anteriormente por el Imperio otomano contra los armenios, abarca “cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo”.3

Las distintas modalidades descritas en esta definición nos ayudarán a organizar la diversidad de acciones que se han informado como parte de la violencia contra los pueblos originarios, y que quedaron registradas en distintos archivos y repositorios documentales, así como en la historia oral, que persiste hasta hoy en la memoria de las víctimas o sus descendientes.

Matanza de miembros del grupo

Si bien la violencia del Estado contra los pueblos originarios y la voluntad centralista de anulación de la diversidad no empiezan ni finalizan con ellas, las llamadas “Campañas del Desierto” (Pampa y Patagonia, 1878-1884, y en menor medida Chaco, 1884-1950) quedaron en la memoria popular como el epítome de la acción de “conquista” de los territorios “salvajes”. La acción de propaganda fue muy intensa en los mismos momentos en que se producían, en especial porque dichas campañas contribuyeron en gran medida a forjar la carrera política de muchos de los “próceres” de la llamada Generación del 80, y en particular la de Julio A. Roca. Sin embargo, la avalancha publicitaria de las campañas no debe confundirnos en cuanto a ignorar la existencia de voces disidentes. Más aún, puede decirse que, lejos de tratarse de una confrontación actual, anacrónica y descontextualizada, la crítica en esos mismos momentos de numerosos sectores de la prensa, de la Iglesia, de la oposición política e inclusive del oficialismo a las formas –más que a los fines– en que se realizaron las campañas fue lo suficientemente potente como para obligar al roquismo y sus continuadores a una permanente empresa de propaganda y legitimación de sus acciones, y de glorificación de sus protagonistas.

La captura de niños también se orientó a satisfacer antojos aristocráticos de la población civil, que presionaba a los militares para que la proveyeran de criaditos. Esta práctica perduró hasta bien avanzado el siglo XX. Lo que se legitimaba como obra de beneficencia en pro de la “salvación de los niños” constituyó quizás el mayor dispositivo de terror que el Estado aplicó sobre los pueblos originarios.

Entre las medidas tendientes a la glorificación se encuentra la equiparación de las acciones contra los indígenas con las gestas libertadoras de la nación.4 Dicha paridad se expresó tanto en discursos oficiales como en obras de arte destinadas a consolidar la épica de la conquista para la posteridad. Un ejemplo es el conocido cuadro “Ocupación militar del Río Negro en la expedición al mando del General Julio A. Roca”, pintado en 1889 por el artista uruguayo Juan Manuel Blanes, por encargo del Poder Ejecutivo Nacional. La pintura, reproducida en cientos de libros de texto y hasta en uno de los billetes de mayor circulación, no es documental y no refiere a un momento de la campaña que haya ocurrido en realidad, sino que responde al objetivo de representar una galería de jefes militares valientes y dignos, despegados de la masa de soldados, suboficiales y civiles acompañantes, que aparecen en un lugar claramente subordinado en el registro.


Al mismo objetivo responde la serie de monumentos a Julio A. Roca que se extienden por todas las provincias, en su mayoría generados en la década de 1930. Aunque son obra de diferentes artistas, en todos los casos representan a un militar a caballo, en sintonía con los monumentos levantados en honor a los principales próceres de la Independencia.

En dirección contraria, los críticos de la campaña –ya se trate del senador Domingo F. Sarmiento al momento de producirse, o de revisionistas como José María Rosa, más de medio siglo después– señalaron como un demérito de la misma que se trató de “un paseo militar”, al decir del primero, esto es, que la llamada “guerra al malón” ocultaría fraudulentamente la real escasez de “batallas” y de acciones de arrojo en territorio indígena.

Sin caer en la banalización de la violencia, algo de razón tienen estos últimos. La serie de campañas que lograron incorporar la Pampa y la Patagonia documentan muy pocos encuentros que pudieran denominarse “batallas”; y, cuando los hay, los partes oficiales refieren pocos contendientes, especialmente del lado indígena. Las listas de soldados fallecidos que se utilizaron para el cálculo de los premios en tierras5 refieren a una mayoría de muertes por ahogamiento durante el cruce de los ríos, por accidentes de todo tipo y enfermedad, así como por deserciones, en mayor medida que como consecuencia de acciones de guerra.

Las pistas que nos permitan comprender las características de la acción militar genocida deben buscarse, entonces, por fuera de los discursos hegemónicos.

Los gxam o ngütram –género narrativo mapuche identificado con la historia– conservados en la memoria de los ancianos describen entraderas sorpresivas sobre las viviendas familiares que incluyen incendios y degüello de adultos, niños y animales domésticos, así como angustiosas huidas por tierras hostiles y áridas para evitar la confrontación con las fuerzas militares distribuidas en forma de pinzas en torno a poblaciones que claramente no conformaban ejércitos que pudieran ofrecer una resistencia eficaz.6

Entre la documentación escrita, los registros de prensa sobre la llamada “matanza de Pozo del Cuadril” son un ejemplo ilustrativo. En noviembre de 1878, en los inicios de las campañas, un grupo de familias ranqueles se aproximó a la ciudad de Villa Mercedes, en San Luis, con la que tenía antiguos vínculos sociales y económicos, para cobrar las raciones prometidas de un tratado de paz firmado apenas tres meses antes con el gobierno federal. Estas raciones eran la compensación ofrecida por el Estado a cambio de la reducción de los espacios de cacería, pastoreo y/o siembra de las tribus. Sin embargo, el teniente Rudecindo Roca, a cargo de esa sección de la frontera, los atacó a traición, tomando numerosos prisioneros. De ellos, las mujeres y niños fueron enviados a Tucumán como mano de obra forzada, y los sesenta varones fueron fusilados en un corral. Este hecho fue debatido y denunciado en la prensa de la época, mereciendo espacio en los diarios El pueblo Libre de Córdoba y La Nación de Buenos Aires, cuyos editorialistas no dudaron en calificarlo, ya en ese momento, de “crimen de lesa humanidad”.7

El comandante Manuel Prado, en sus memorias,8 describe el ataque a las “tolderías” de Nahuel Payún y relata lo que reconoce como la mecánica usual de la campaña: la entrada sorpresiva en las viviendas, de madrugada, cuando sólo se encuentra la “chusma”, es decir, mujeres, niños y ancianos, la destrucción total de la aldea y el arreo de los prisioneros, retenidos como “anzuelo” para lograr la rendición de los guerreros.9


También el parte del subjefe de brigada Miguel E. Vidal a su superior Conrado Villegas, el 27 de marzo de 1881, expresa: “A las dos de la mañana recibí orden del Gefe de la Brigada coronel Lorenzo Wintter, de [...] buscar el paraje Quemequemetreo donde debía existir la toldería del capitanejo Movfinqueo [...] en este orden ataqué las tolderías haciéndoles una persecución a los que huían [...] donde hice alto por serme imposible continuar más adelante por el mal estado de la caballada [...] habiendo dado por resultado la toma de veinte y ocho de chusma, diez y siete muertos, trescientas y tantas cabezas de ganado vacuno, quinientos y pico entre caballos y yeguas y [...] mil trescientas ovejas, que quedaron en mi poder [...] la toldería se había concluido”.10

Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo

Si no podemos hallar escenarios de enfrentamientos masivos que den cuenta del exterminio de los originarios, tenemos en cambio documentación suficiente de los traslados, caminatas forzadas, concentraciones en estado de hacinamiento y lugares de trabajos forzados, donde muchos encontraron la muerte.

Los prisioneros eran sometidos a interminables travesías a pie, desde sus asentamientos hasta las ciudades o campos donde se producía su concentración y distribución. Así, niños, adultos o ancianos, heridos, parturientas y –cada vez más– enfermos y hambrientos luchaban por sobrevivir y por permanecer juntos, soportando la violencia incontrolada de los sicarios del Estado y con la incertidumbre de lo que esperaba al final del camino.

Los documentos oficiales, bastante abundantes en lo que respecta a los lugares de destino, son en cambio casi inexistentes en cuanto a las condiciones en que se trasladaban los vencidos. Las largas caminatas constituyen un tópico fundamental en las contadas de los mapuche-tehuelche, condensando un dolor que no cesa con el paso de las generaciones. Malvestitti y Delrio recogen varios testimonios en ese sentido: “Decían cómo los ataban, cuando los arreaban, dice que arreaban las personas, las que iban así embarazadas cuando iban teniendo familia le iban a cortar el cogote del chico y la mujer que tenía familia iban quedando tirao, los mataban. Venían en pata así a tamango de cuero de guanaco, así decía mi abuela. Los llevaban al lugar donde los mataron a todos, de distintos lados, los que se escaparon llegaron para acá. Dios quiera que nunca permita eso de vuelta...”.11

En el norte del país, los traslados se convirtieron también en un lugar de muerte y desaparición. “Cuando fue sometido y prisionero junto con los leales de él, fue conducido por la orilla del río Teuco hasta el puerto de Bermejo. Luego fue embarcado en un buque de guerra a través del Paraná, hacia un rumbo desconocido. El barco hizo su primer anclaje en Santa Fe e hicieron bajar a unas cuantas familias, desde ese momento ellos notaron la ausencia de Meguesoxochi. Los compañeros que estaban atados de pie o mano se dieron cuenta de que no se encontraba con ellos. Sospecharon que durante el trayecto fue matado”.12

Un aspecto complementario de los traslados compulsivos es el de las huidas. En esos “largos peregrinajes” de las familias o personas solas que lograban escapar del Ejército, en general hacia los territorios más allá de la frontera, se repitieron las circunstancias de extrañamiento, hambre, enfermedad y muerte. Su recuerdo hoy reactualiza la memoria de lo sufrido, creando a la vez sentidos de comunidad entre personas cuyos antepasados “caminaron juntos” y que han reconstituido comunidades lejos de sus lugares de origen, con los sobrevivientes de antiguas comunidades desmembradas, en un mundo ajeno.

María Huilinao cuenta así lo que le contó su abuela: “Ella me contaba... una noche se puso a charlar sobre cómo llegó acá, a su lugar de aquí de Vuelta del Río. Y dice: ‘yo sufrí mucho, me dice, porque disparamos, con la mamá, y otra hermanita que llevaba pero que se pasó a morir por el camino, murió de hambre’ dice. Así que ellos dicen que iban acampando tres meses, por ahí, hacían tres meses de campamento. Y comiendo lo que llevaban, por ejemplo, trigo... hacían ñaco. Y eso usaban para comer. Pero dice que echaban ñaco en el jarro, le echaban un poquito de azúcar, y dicen que se tomaban medio jarrito de agua. Y ese ñaco dice que lo dejaba en el jarro para tomar más adelante cuando ellos salían marchando [...] Ahí descansaban... se acampaban para un mes, dos meses... para acercarse, y llegar... y estar más tranquilos [...] Si traían algo para comer dice que un cachito de pan comían... sólo para darle el sabor al paladar. Carne dice que no conocían. Pero la más pena grande que a mí me dio fue cuando contaron que traían un perro, lo carnearon y comieron. Esa es la tristeza más grande que hoy en día uno...”.13

Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial

Los indígenas que sobrevivían a los ataques militares y a los traslados eran concentrados en lugares delimitados. Estos lugares son recordados en los relatos de sus descendientes, y también mencionados en otro tipo de fuentes, generadas por misioneros, pobladores vecinos, viajeros, además de infinidad de registros administrativos de la agencia militar o civil. Entre los campos más conocidos se encuentran Martín García (Buenos Aires), Valcheta y Chichinales (Río Negro), Rodeo del Medio (Mendoza), por los cuales circularon o se quedaron miles de personas, además de los espacios contiguos a los principales fuertes y regimientos en la frontera –donde los caciques se “presentaban” con su gente al rendirse– y en las principales ciudades (Río Cuarto, Santa Fe, Buenos Aires).


En el norte del país, los campos militares cedieron paso a partir del siglo XX a otros centros de concentración y redistribución, como las misiones franciscanas (Tacaaglé y Laishí en Formosa, y Nueva Pompeya en Chaco) o protestantes (Misión Chaqueña, o Misión San Patricio y Misión La Paz en Salta), y al ensayo de reducciones estatales que se produjo entre 1911 y 1950 aproximadamente (Napalpí en Chaco; Bartolomé de las Casas, Florentino Ameghino y Francisco Muñiz en Formosa). En todos los casos, los indígenas eran redistribuidos desde estos centros a pedido de los empresarios de la región para el trabajo en ingenios, obrajes, cultivos y obra pública, y vigilados por el Ejército; y también constituyeron emprendimientos económicos en sí mismos, donde la mano de obra indígena sufrió condiciones evidentes de sobreexplotación que con el tiempo incidieron, por ejemplo, en los tristemente conocidos episodios de Napalpí (Chaco, 1924) y La Bomba (Formosa, 1947).14

El trato dispensado a los prisioneros, y especialmente la separación de las familias, fue objeto de escándalo desde el primer momento. En el Congreso nacional, el senador Aristóbulo del Valle afirmaba en 1884: “Hemos tomado familias de los indios salvajes, las hemos traído a este centro de civilización, donde todos los derechos parece que debieran encontrar garantías, y no hemos respetado en estas familias ninguno de los derechos que pertenecen, no ya al hombre civilizado, sino al ser humano: al hombre lo hemos esclavizado, a la mujer la hemos prostituido; al niño lo hemos arrancado del seno de la madre, al anciano lo hemos llevado a servir como esclavo a cualquier parte; en una palabra, hemos desconocido y hemos violado todas las leyes que gobiernan las acciones morales del hombre”.15

Las “lesiones físicas y mentales y el sometimiento a condiciones de destrucción” son claramente identificables en los documentos que revelan la alta tasa de mortandad y enfermedades sufridas, por ejemplo, por los indígenas trasladados a Martín García. Las actas bautismales expresan que la mayor cantidad de bautismos eran efectuados in articulo mortis. El libro de defunciones de la parroquia indica que fallecieron en la isla 234 indígenas en menos de cinco meses, la mayor parte a causa de viruela. El médico de la isla advertía que “Indudablemente venían ya impregnados o contagiados [...] El trabajo pesado y laborioso no podrá menos que ser nocivo a muchos de ellos [...] en la debilidad en que se hallan los más, por su falta de buena alimentación, en las penurias que viven padeciendo; el abatimiento moral, pues sienten ellos la pérdida del desierto... y además las enfermedades”.16

En Tucumán, la explotación desmedida de la mano de obra forzada compuesta por indígenas capturados en la Pampa y el Chaco mereció la intervención de los Defensores de Pobres y Menores. Mientras, la prensa registraba esporádicamente fugas de los establecimientos azucareros. El diario La Razón reflexionaba el 29 de octubre de 1885: “¿Cuántos indios quedan en los ingenios de los que se repartieron en años anteriores? Casi ninguno [...] Largas y dolorosas historias se han referido de la permanencia de los salvajes entre nosotros, hasta que la desaparición de todos ellos ha terminado su martirio”.17

Si bien no podemos calificar como un plan de eliminación física la deportación hacia los ingenios de Tucumán o Misiones, las estancias cuyanas o la isla Martín García, estos lugares crearon las condiciones de destierro y hacinamiento en un territorio hostil y desconocido, bajo nuevas prácticas impuestas y controladas por el Estado y en circunstancias de indefensión y vulnerabilidad sanitaria. En suma, un escenario de prácticas que lesionó gravemente la integridad física y mental de los indígenas, sometiéndolos a condiciones propicias para su destrucción.

Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo

Es posible deducir la intencionalidad genocida en variables menos explícitas, como la de impedir su reproducción dentro de sus propias sociedades. Podemos advertir que la intervención de la agencia militar condujo por lo general a la separación de hombres, mujeres y niños como medida de prevención, disuasión y represión bélica y moral. Por eso, la primera disposición tomada por el Ejército sobre los cuerpos reducidos es su clasificación. Los desmembramientos de las diferentes familias y agrupaciones indígenas estaban determinados también por la compulsiva incorporación de los hombres en edad reproductiva a las filas del Ejército y la Marina. A veces esas personas volvían a reunirse en los destinos que se les fijaban; por lo general no se reencontraron nunca.

Aun concediendo que la separación de los sexos obedeciera a las razones aludidas, es difícil creer que la generación de gobernantes que llevó a cabo las campañas contra los indios, en pleno auge del darwinismo social y la eugenesia, no considerara también la posibilidad de la extinción por estas vías. El diputado nacional Manuel Cabral escandalizó a la sociedad en 1900 al sostener: “Lo que debemos es llevar gente que establezca el cruzamiento con los indígenas para que se pierda por completo la raza primitiva [...] El resultado que nosotros queremos [es] suprimir la gente salvaje de una generación a la otra”.18

La receta de Cabral nos remite a un factor asociado al mestizaje, que es el de la violencia sexual en contexto de violencia política y militar.19 Frente a la abundancia de lamentos por la situación de las cautivas blancas en los “aduares indios”, la “toma” de mujeres indígenas por parte de los soldados vencedores no suscitó muchos comentarios. El comandante Prado, autor de profundas críticas a la campaña, prefirió en esta cuestión disfrazar la violación encubierta de libertad de elección: “Luego [de una acción de guerra victoriosa], viniéndose a nuestras filas el coronel Villegas nos dijo: –Así me gusta. Se han portado ustedes como soldados del 3º. Tendrán 48 horas de permiso y se les regalará a cada uno un caballo de los tomados a los indios. Y en cuanto a las mujeres, a ver si quieren vivir con los milicos.–... Ninguna rehusó”.20

Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo

El traslado por la fuerza de niños indígenas para ser entregados a diversos sectores de la sociedad argentina ha sido una constante. Ya fuera en el momento del enfrentamiento militar, como práctica masiva hacia los prisioneros, o hasta muy recientemente, en forma de extracción paulatina y generalizada.

Son numerosos los pedidos de niños y mujeres jóvenes por diferentes familias de Buenos Aires y otras ciudades para el servicio doméstico. La captura de niños era una práctica militar frecuente, tendiente al debilitamiento de las estrategias enemigas. Pero también fue orientada a satisfacer antojos aristocráticos de la población civil, que presionaba a los militares para que la proveyeran de criaditos. Esta práctica perduró en ciertos sectores sociales hasta bien avanzado el siglo XX. Lo que se legitimaba en las ciudades como obra de beneficencia en pro de la “salvación de los niños” constituyó quizás el mayor de los dispositivos de terror que el Estado aplicó sobre los pueblos originarios. Terror y sufrimiento que alcanzó a registrar la prensa contemporánea. Por ejemplo: “Llegan los indios prisioneros con sus familias a los cuales los trajeron caminando en su mayor parte o en carros. La desesperación, el llanto no cesa, se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano los hombres indios se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra el seno al hijo de sus entrañas, el padre indio se cruza por delante para defender a su familia de los avances de la civilización”.21

Un paso previo al desmembramiento de los grupos de indígenas fue el de borrar sus nombres nativos e imponerles uno “cristiano”. Por ejemplo, las actas de bautismo localizadas en las parroquias tucumanas abundan en niños “pampas” bautizados entre 1878 y 1879. Sin embargo, en ningún caso aparecen sus nombres originales, ni los de sus padres y sus lugares de origen, sino tan sólo los de sus nuevos “padrinos”. Sobre cientos de actas que relevamos en la provincia, ninguna dejó escapar información que pudiera ayudar a reconstruir esta identidad perdida.22

En el extremo norte del país pudo constatarse que la colonia Francisco Muñiz funcionó hasta 1950 como centro de reducción de niños que eran separados compulsivamente de sus padres wichi, qom o pilagá.23 Detrás de una pantalla pedagógica –tal como sucedió con las llamadas “generaciones perdidas” en Canadá y Australia– se consumaba la destrucción de los lazos culturales y familiares de los pueblos del Norte.

En efecto, el último punto de la definición de genocidio provista por la ONU no hace referencia a la extinción o el daño físico –aunque sabemos que las colonias infantiles también fueron lugares de altas tasas de enfermedad y muerte–, sino a la destrucción de la memoria, la interrupción de la transmisión cultural y la desestructuración del sistema de parentesco de sus sociedades de origen. El alejamiento forzado de los niños –su secuestro, al igual que durante la última dictadura cívico-militar-eclesiástica– tuvo por finalidad la extinción de los lazos de los pueblos originarios con su pasado y su futuro, y a la vez contribuye a la falta de conocimiento de una parte importante de nuestra población sobre sus orígenes individuales y colectivos. Por eso, la continuidad de los efectos de estos hechos en el presente asegura la imprescriptibilidad de su carácter criminal.

Notas

1 Los pueblos originarios comparten el lugar en este relato con la resistencia política representada por los llamados caudillos y otros líderes populares, y con los descendientes de los esclavos africanos. Sin embargo, la anulación de la resistencia de los grupos indígenas, asociada en el relato a su “inevitable extinción” física ante el “avance arrollador de la civilización”, se desarrolló en la forma de un paradigma más orgánicamente asociado a la constitución de la argentinidad.
2 Véase Feierstein, Daniel (2007). El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina. Buenos Aires: FCE.
3 Artículo 2 de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. Si bien existen otras conceptualizaciones con respecto a la práctica genocida, esta es aceptada en el ámbito internacional y ha sido utilizada en diferentes instancias judiciales. Para mayor información sobre el concepto y sus variables, véase Brodsky, Patricio (2015). Genocidio. Un crimen moderno. Reflexiones sobre genocidio y modernidad. Buenos Aires: Tips.
4 Uno de los mecanismos para ello fue la construcción, a partir de 1878, de una teoría de la extranjeridad de los indígenas, “a la medida” de los objetivos políticos del momento. Estas teorías, redactadas en particular por Estanislao Zeballos, aún perduran y son utilizadas para legitimar la represión y la exacción de derechos a los pueblos originarios.
5 Archivo Histórico del Ejército, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
6 Véase Malvestitti, Marisa y Walter Delrio (2018). “Memorias del awkan”. En: Delrio W., D. Escolar, D. Lenton y M. Malvestitti (comp.), En el país de nomeacuerdo. Archivos y memorias del genocidio del Estado argentino sobre los pueblos originarios, 1870-1950. Viedma: Editorial de la UNRN. Disponible en: https://es.calameo.com/read/001222612e8b58fbbe9d7.
7 La Nación, 16 y 17 de noviembre de 1878. Véase Lenton, Diana y Jorge Sosa (2018). “De la mapu a los ingenios. Derroteros de los prisioneros indígenas de la frontera sur”. En: Delrio W., D. Escolar, D. Lenton y M. Malvestitti (comp.), op. cit.
8 Prado, Manuel (2005 [1935]). Conquista de la Pampa. Cuadros de la guerra de frontera. Buenos Aires: Taurus.
9 Decía el ministro de Guerra Adolfo Alsina en 1877: “Pincén es un indio indómito y perverso, azote del oeste y norte de la provincia [de Buenos Aires, y] jamás se someterá, a no ser que, por un golpe de fortuna, nuestras fuerzas se apoderen de su chusma. Si esto último no sucede, Pincén se conservará rebelde”. Prado, Manuel (1979). La guerra al malón. Buenos Aires: Eudeba.
10 Villegas, Conrado (1977 [1881]). Expedición al Gran Lago Nahuel Huapi en el año 1881. Buenos Aires: Eudeba.
11 Malvestitti y Delrio (2018), op. cit.
12 Véase Sánchez, Orlando (2009). Toba. Historia de los aborígenes qompi (tobas) contada por sus ancianos. Resistencia: Librería de la Paz.
13 Esta y otras historias se cuentan en la ponencia de Ana Ramos, “‘Cuando la casa escondida apareció a la vista’. Memorias en y de desplazamiento”, presentada en las 4ª Jornadas de Historia de la Patagonia, Santa Rosa de La Pampa, 20-22 de septiembre de 2010.
14 Véase Musante, Marcelo, Alexis Papazian y Pilar Pérez (2014). “Campos de concentración indígena y espacios de excepcionalidad en la matriz Estado-nación-territorio argentino”. En: J.L. Lanata (comp.), Prácticas genocidas y violencia estatal en perspectiva transdisciplinar. San Carlos de Bariloche: IIDYPCA-Conicet. También Mapelman, Valeria (2015). Octubre Pilagá. Memorias y archivos de la masacre de La Bomba. Buenos Aires: Tren en Movimiento.
15 Congreso de la Nación Argentina, Diario de Sesiones del Senado, 19 de agosto de 1884. Véase también Lenton, Diana (2014). “De centauros a protegidos. La construcción del sujeto de la política indigenista argentina desde los debates parlamentarios (1880-1970)”. En Corpus-Archivos Virtuales de la Alteridad Americana, 4(2). Disponible en: https://corpusarchivos.revues.org/1290.
16 Véase Papazian, Alexis y Mariano Nagy (1018). “De todos lados, en un solo lugar. La concentración de indígenas en la isla Martín García (1871-1886)”. En: Delrio, W., D. Escolar, D. Lenton y M. Malvestitti (comp.), op. cit.
17 Véase Lenton y Sosa (2018), op. cit.
18 Congreso de la Nación Argentina, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, 4 de enero de 1900.
19 Véase un análisis más detallado en Lenton (2014), op. cit.
20 Véase Prado (1979), op. cit.
21 El Nacional, 21 de enero de 1879. Véase Bayer, Osvaldo (2010). “Prólogo. Comenzar el debate histórico sobre nuestra violencia”. En: Bayer, O. y otros, Historia de la crueldad argentina. Julio A. Roca y el genocidio de los pueblos originarios. Buenos Aires: El Tugurio.
22 Véase Lenton y Sosa (2018), op. cit.
23 Véase Mapelman (2015), op. cit.

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Facundo, la RAM o cualquier Otro

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Por Elizabeth Gómez Alcorta / LOS EFECTOS DE LA CRIMINALIZACIÓN DE LA LUCHA INDÍGENA / El gobierno de la alianza Cambiemos ha decidido colocar en el centro de la escena al pueblo mapuche –identificándolo con la Resistencia Ancestral Mapuche y a esta, con el lonko Facundo Jones Huala– y afirmar que se trata de terroristas, de enemigos de Argentina y Chile cuyo fin es...
LOS EFECTOS DE LA CRIMINALIZACIÓN DE LA LUCHA INDÍGENA / El gobierno de la alianza Cambiemos ha decidido colocar en el centro de la escena al pueblo mapuche –identificándolo con la Resistencia Ancestral Mapuche y a esta, con el lonko Facundo Jones Huala– y afirmar que se trata de terroristas, de enemigos de Argentina y Chile cuyo fin es crear una república autónoma dentro de nuestro país. Esto ocurre en un presente que, en materia de seguridad y en función de la necesidad de expansión del modelo económico neoliberal, se enmarca en los denominados objetivos estratégicos de Estados Unidos y la importación de “nuevas amenazas”, entre las que se encuentran los pueblos indígenas que tengan algún control territorial o vinculación con la defensa de recursos así considerados. De la histórica invisibilización de sus demandas –e incluso de su existencia– a la conformación del enemigo.

Por Elizabeth Gómez Alcorta
Abogada y docente de la Universidad de Buenos Aires.

Fotos: Sebastián Miquel

En los últimos años hemos asistido a un proceso de mutación en la relación entre el Estado y los pueblos indígenas. De la invisibilización de sus demandas –e incluso de su existencia– a la conformación del enemigo, con la consiguiente necesidad de poner en el centro de la escena a algunos referentes o comunidades en particular, universalizando características y reclamos.

Este cambio no surgió de un día para el otro. No se trata de un proceso en el que sólo intervino la actual gestión del Ministerio de Seguridad de la Nación o el gobierno nacional, sino que responde a una serie de déficits históricos de las políticas estatales en relación con el reconocimiento de derechos de los pueblos originarios. Sin embargo, nuestro presente en materia de seguridad está enmarcado por los nuevos objetivos estratégicos de Estados Unidos, frente a la necesidad de la expansión del modelo económico neoliberal, y la importación de las denominadas “nuevas amenazas”, entre las que se encuentran los pueblos indígenas –que tengan algún control territorial o vinculación con la defensa de recursos estratégicos–.

Los reclamos que Facundo enarbola se encuentran ligados a los derechos que tienen su pueblo y su comunidad. Es por esto que entiendo que sirve el ejercicio de correr los nombres y pensar las estructuras de control social, de criminalización y de intervención estatal frente a ciertas demandas, y, de ese modo, eludir quedarnos donde el Poder quiere que nos quedemos.

No cabe duda de que en estos últimos años el actual gobierno de Cambiemos ha decidido colocar en el centro de la escena al pueblo mapuche, identificándolo con la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) encabezada por Facundo Jones Huala –según alegan los mismos funcionarios–, y afirmar que se trata de terroristas,1 de enemigos de Argentina y Chile2 que tienen como objetivo crear una república autónoma dentro de nuestro país.3 En el marco de este proceso se llevó adelante una serie de acciones represivas, dos de las cuales tuvieron resultados letales –la muerte de Santiago Maldonado y el homicidio de Rafael Nahuel–.

Entiendo que puede resultar útil para analizar esta metamorfosis y la actual coyuntura contar con algunos conceptos y marcos teóricos.

El orden político, el Otro y el derecho

Todo orden político elabora y reproduce discursos que responden a sus propias estrategias de poder y que modelan racionalidades y subjetividades con el objetivo de limitar la autonomía individual y mantener, de esta manera, una trama de relaciones sociales y económicas. El Estado se ha valido de una variada gama de ficciones. Uno de los principios básicos en los que se ha legitimado4 es la reivindicación del ámbito político estatal como espacio universal en el que se representan los intereses generales, cuando siempre ha sido un instrumento de las clases dominantes y, por ende, de sus intereses particulares.


Al representar el Estado los intereses universales, todas las personas se constituyen en ciudadanos. El concepto de ciudadanía universal se basa en la ficción de la igualdad política y su otra cara, la igualdad jurídica. Ficciones que se han utilizado para ocultar la verdadera desigualdad económica y social de los sujetos, y para eliminar toda diferencia étnica.

Hay una íntima relación dialéctica entre ambas cosas [la ciudadanía universal y la desigualdad]: es porque los individuos aislados y abstractos –es decir, despojados de todos sus condicionamientos históricos, socioeconómicos y culturales– aparecen como iguales en el plano de lo jurídico-político, porque son exitosamente interpelados y constituidos por la ideología en tanto sujetos igualitarios, que mejor puede disimularse su desigualdad social y económica.5

La idea de orden político conlleva intrínsecamente una concepción dicotómica conformada, por un lado, por un modo de concebir las relaciones sociales, las respectivas subjetividades y una concepción del mundo, y, por el otro, todo otro modo diferente de aquel.

El mayor politólogo que se ha dedicado a la simbolización del enemigo es Carl Schmitt, quien entiende que el fundamento de lo político es la categorización amigo/enemigo y sienta sus bases teóricas en que lo jurídico siempre es antecedido por lo político:

La distinción propiamente política es la distinción entre el amigo y el enemigo. Ella da a los actos y a los motivos humanos sentido político; a ella se refieren en último término todas las acciones y motivos políticos y ella, en fin, hace posible una definición conceptual, una diferencia específica, un criterio.6

La categoría de enemigo ha sido utilizada en todas las sociedades y en diferentes momentos históricos, y su connotación política se encuentra en que el Otro, el hostis, el extranjero, en definitiva, esa otredad negativa, implica que su existencia es la negación del propio modo de existir, y por ello hay que combatirlo o defenderse de él para salvar la propia vida.

Facundo, la RAM o cualquier Otro

En un breve espacio temporal, la figura de Facundo Jones Huala cobró una visibilidad pocas veces vista para un líder indígena. Sobre él se ha escrito y dicho mucho, de igual modo de la RAM, sin embargo, entiendo útil en estas pocas líneas pensar a Facundo o la RAM como “cualquier Otro” real, imaginario, actual, potencial o futuro. De no hacerlo, singularizamos un conflicto que lo excede en mucho a él, y por ende nos perdemos la posibilidad de trabajar sobre la universalidad de las demandas de los distintos pueblos indígenas y de las respuestas estatales a ellas.

Es cierto que Facundo es un líder indígena joven, formado, locuaz, carismático; a la vez, que es el primer indígena al que se le ha solicitado su extradición en nuestro país.7 Ahora, no podemos dejar de decir que no es el primer líder indígena perseguido y criminalizado –no mencionaremos otros porque la lista es interminable–; tampoco es el único que sufre o ha sufrido prisión;8 y posiblemente, aunque no podamos asegurarlo, tampoco es el único que ha sido investigado ilegalmente por los servicios de inteligencia federales;9 mucho menos el único por el que, para poder detenerlo, torturan a otro joven indígena;10 ni del que la prensa diga sin vergüenza alguna una larga lista de falsedades: que se le imputan homicidios, que en Chile se lo acusa de terrorista, que en el incendio del que se lo acusa en Chile fallecieron personas, etcétera.

Sin lugar a dudas es la primera persona en Argentina a la que se lo somete dos veces a un juicio de extradición por los mismos hechos.

Debemos leer la criminalización y judicialización de la protesta social y del ejercicio de derechos con un sentido fuertemente desarticulador de la lucha comunitaria, individualizador de la acción colectiva y, por lo mismo, despolitizante. Esto se debe a que las reivindicaciones siempre son colectivas, pero la criminalización es personal –responsabilidad individual–.

Los reclamos que enarbola, al igual que los otros líderes y lideresas indígenas perseguidos, se encuentran ligados a los derechos que tienen su pueblo y su comunidad. Es por esto que, a pesar de las particularidades que tiene el caso del lonko mapuche, entiendo que sirve el ejercicio de correr los nombres y pensar las estructuras de control social, de criminalización y de intervención estatal frente a ciertas demandas, y, de ese modo, eludir quedarnos donde el Poder quiere que nos quedemos.


Así, ciertas acciones se enmarcan en defensas políticas, generalmente vinculadas a la autodeterminación de los pueblos indígenas, en el marco de reclamos históricos, en su mayoría en relación con la tierra, el territorio y los recursos. Frente a esto, el Estado –ya sea a nivel provincial o federal–, en vez de gestionar la conflictividad por medio del diálogo democrático, opta por criminalizar las luchas y resistencias.

El impacto diferencial de la criminalización a los líderes indígenas

En este contexto, el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, establecidos tanto a nivel constitucional como internacional, modificó de algún modo los históricos reclamos, ya que las nuevas reivindicaciones o luchas se anclan en dicho plexo normativo. Es por ello que es común escuchar a los líderes y lideresas indígenas hacer mención al Convenio 169 de la OIT o al artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional.

El lenguaje de los derechos produce un fuerte empoderamiento de las comunidades y sus dirigentes, más allá de que esos derechos sean violados cotidianamente por el propio Estado, ya sea de forma directa o a través de la anuencia con particulares. Este es el principal conflicto: quien debe garantizar el goce de los derechos es quien los vulnera.

Al despojo y la persecución de los que han sido víctimas los pueblos indígenas desde la colonización hasta estos días se les suma, en las últimas décadas, la presencia de nuevos actores sociales, como lo son las empresas multinacionales.

Las comunidades han sido muy receptivas en cuanto a hacer suyos los derechos que les asisten. Conocen, invocan y realizan reclamos a partir de estas normas. Sin embargo, el Estado se ha negado de modo sistemático a dar una solución institucional y democrática a los miles de conflictos sociales y políticos que enfrentan los pueblos indígenas, la gran mayoría vinculados a reivindicaciones territoriales y a la defensa de los recursos naturales que constituyen su hábitat y que se encuentran en manos de grandes empresas. Por el contrario, ha reducido los conflictos a un plano meramente judicial, cuya consecuencia central implica la exacerbación de la potestad punitiva como modo de control social, lo que implica, a su vez, un aumento de las tensiones existentes.

Así, debemos leer la criminalización y judicialización de la protesta social y del ejercicio de derechos con un sentido fuertemente desarticulador de la lucha comunitaria, individualizador de la acción colectiva y, por lo mismo, despolitizante. Esto se debe a que las reivindicaciones siempre son colectivas, pero la criminalización es personal –responsabilidad individual–.

En este escenario, los pueblos indígenas han comenzado en las últimas décadas un proceso de organización política para hacer frente a la violación de sus derechos. Los miembros de diferentes comunidades del país vienen realizando hace ya varios años todo tipo de reclamos, tanto en lo formal como –ante la desatención del Estado– a través de acciones directas y medidas de fuerza –protestas, manifestaciones, marchas, recuperaciones de territorios, etcétera–. El corolario directo de esta situación es el aumento sostenido de la criminalización de la lucha indígena.

El verdadero peligro de los procesos penales se encuentra en las restricciones y amenazas que conllevan; es la potencialidad represiva lo que está en juego, sumada al efecto disuasivo que puede tener en alguno de los líderes o lideresas.

Utilizar y adecuar el derecho penal para el tratamiento de la protesta social y cultural –además de ser inconstitucional– contribuye a fortalecer un estado de exclusión de las mismas comunidades, a la vez que prohíbe la exigencia de la efectivización de los derechos para aquellos que deciden organizarse desde el plano político en pos de reclamos. Ello implica favorecer y reforzar los intereses corporativos públicos o privados, aumentar los niveles de violencia estatal y paraestatal, justificar el desplazamiento represivo al territorio comunitario y, por último, contribuir a la fabricación de la categoría usurpador-delincuente-terrorista.

Bernabé Montellanos –hermano criminalizado de una comunidad de Salta–, al ser preguntado por las razones de la causa penal que se encontraba abierta en su contra, respondió:

Uno se siente mal porque se siente perseguido por algo que para vos y tu raciocinio no tiene sentido, no tiene fundamento. Lo que uno ha hecho, lo que uno hace, yo lo voy a seguir haciendo: defender mi territorio, porque es la vida. Pero no mi vida para mí, sino la vida para todos los que vivimos en ese territorio, desde una araña, un cóndor o una vaca, un caballo o un río, y para nosotros como humanos.

Notas

1 Http://elcordillerano.com.ar/index.php/actualidad/item/53933-el-gobernador-responsabilizo-a-jones-huala-y-lo-comparo-con-el-terrorismo-internacional.
2 Https://www.clarin.com/sociedad/facundo-jones-huala-mapuche-violento-declar-guerra-argentina-chile_0_By5cbKZVW.html.
3 Https://www.infobae.com/politica/2017/08/08/patricia-bullrich-de-ninguna-manera-vamos-a-permitir-una-republica-mapuche-en-medio-de-la-argentina/.
4 El Estado feudal y absolutista encontraba su legitimidad en el ámbito militar y religioso, legitimidad que entra en crisis en la modernidad. Ver Grüner, Eduardo (1997). Las formas de la espada. Miserias de la teoría política de la violencia. Buenos Aires: Colihue.
5 Grüner, op. cit, p. 52.
6 Schmitt, Carl (2002). El concepto de lo político. Buenos Aires: Struhart & Cía., p. 31.
7 Chile es el país que requiere la extradición, un dato que resulta importante teniendo en cuenta la particular política de persecución penal del Estado chileno con el pueblo mapuche. Esa política ha sido profundamente criticada por actores y organismos de derechos humanos internos, y por organismos internacionales tales como Naciones Unidas y su Relator Especial sobre los pueblos indígenas. En particular, adquiere relevancia el hecho de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en el caso Catrimán y otros vs. Chile (2014), ha señalado que existen razones para sostener que el proceso se funda en criterios violatorios de una aplicación razonable de la persecución penal, y que se encuentra orientado a la criminalización de la protesta y de las reivindicaciones del pueblo mapuche como tal, violando el principio de igualdad y no discriminación.
8 Agustín Santillán, Bautista Macedonio, Roberto Frías, entre otros.
9 Se encuentra probado que un Agente de la AFI –ex SIDE–, con credencial que acreditaba que integraba la Delegación Trelew de la Secretaría de Inteligencia, se presentó ante el fiscal provincial Fernando Rivarola el 28 de mayo de 2015, quien le dijo que hacía más de un año que venía trabajando con el grupo mapuche que estaba realizando tareas de recuperación territorial y quería aportar información que tenía en su carácter de agente de inteligencia, pidiendo reserva al respecto dada esa misma condición. Este agente se encuentra procesado por las tareas de inteligencia ilegales contra Facundo Jones Huala como autor del delito previsto en los artículos 43 bis y ter de la Ley Nº 25.520 (en función de las actividades ilegales prohibidas por el artículo 4 incisos “a” y “b” y en el artículo 15 bis de la misma ley), en concurso ideal en el marco de la causa N° FCR 12012/2015 del Juzgado Federal de Esquel.
10 En el marco del primer juicio de extradición se acreditó que la Policía de la Provincia de Chubut había obtenido la información sobre el paradero de Facundo Jones Huala mediante la aplicación de torturas a un joven mapuche que había sido detenido por un robo.


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“Este es un nuevo capítulo de la Patagonia trágica”

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ENTREVISTA (Por Josefina Bolis) / Tristán Bauer es uno de los máximos exponentes del cine documental argentino, y hasta 2015 presidió Radio y Televisión Argentina S.E. En esta charla habla de su último filme como un trabajo urgente ante la desaparición de Santiago Maldonado, surgido de la necesidad de contrarrestar el aberrante discurso de los medios concentrados y de sumarse al clamor...
ENTREVISTA / Tristán Bauer es uno de los máximos exponentes del cine documental argentino, y hasta 2015 presidió Radio y Televisión Argentina S.E. En esta charla habla de su último filme como un trabajo urgente ante la desaparición de Santiago Maldonado, surgido de la necesidad de contrarrestar el aberrante discurso de los medios concentrados y de sumarse al clamor, primero, de “aparición con vida” y, luego, de verdad y justicia tanto por él como por Rafael Nahuel. El constante negacionismo de un gobierno manchado de sangre por la última dictadura y el genocidio indígena, la admiración por la lucha incesante de las comunidades, la certeza de que incluso lo que parece ínfimo frente a un aparato de comunicación monstruoso puede convertirse en algo inmenso y una obligación: intentar que las derrotas se transformen en primavera.

Por Josefina Bolis
Docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP y becaria del CONICET.

Fotos: Sebastián Miquel y Borde colectivo fotográfico

Democracia. En tiempos neoliberales, palabra vapuleada si las hay. En los papeles, es la organización de las sociedades donde lo que cuenta es el poder de decisión del pueblo. En la práctica, “el colono no tiene más que un recurso: la fuerza cuando todavía le queda; el indígena no tiene más que una alternativa: la servidumbre o la soberanía”, sintetizó Jean Paul Sartre al prologar el libro en el que Frantz Fanon representó a Los condenados de la tierra.

Asumiendo estas tensiones, si se nos pidiese caracterizar la filmografía de Tristán Bauer con tan sólo una palabra, elegiríamos asimismo “democracia”. La historia del cine documental argentino desde el retorno democrático no puede ser contada sin aludir a su figura. Para hablar de su último estreno, El camino de Santiago. Desaparición y muerte de Santiago Maldonado, debemos remontarnos a 1982, cuando un joven Bauer egresa del Centro de Experimentación y Realización Cinematográfica del Instituto Nacional de Cine (antecesor del INCAA) y funda el colectivo Cine Testimonio. El grupo, que reniega de posturas objetivistas y reconoce el carácter político del cine, se propone trabajar desde el documental social: “rescataba muchos aspectos de la obra de los colectivos militantes de los setenta pero apostando a una forma de hacer cine partiendo de los actores sociales que representaban en la pantalla como fuente de cualquier conclusión” (De Lucía, 2013).

En 1984, Bauer debuta como director junto a Silvia Chanvillard con el cortometraje Ni tan blancos, ni tan indios. El filme, que hace eje en las transformaciones culturales de la comunidad ava guaraní en la provincia de Salta, obtiene menciones especiales del Festival de Cine Antropológico de Mar del Plata y del Primer Festival de Cine de los Pueblos Indígenas de México. Uno de los intereses nodales del colectivo Cine Testimonio es registrar las prácticas y los sentidos que traman las identidades de los pueblos originarios de Nuestra América. Su máxima es llevar a las pantallas, sin intermediarios, las voces y los rostros que han sido excluidos de ellas.

–¿Estás de acuerdo en clasificarlo como “cine militante”? –pregunto.
–No. No… no. –El primer “no” de Tristán Bauer llega rápido y tajante. Pero enseguida los ecos de la negativa ahuyentan tal determinación.
–¿“Comprometido”? –insisto.
–Eh… Bueno, la palabra “militante” es una palabra que yo adoro. Soy militante. Lo he sido desde muy chiquito. Llegué al cine como militante; no llegué ni como director ni como camarógrafo. Yo era proyeccionista. Mi abuelo tenía un viejo proyector Bell & Howell 16mm y nos llegaban las copias que producía Cine Liberación: La hora de los hornos (tres rollos eran) y Perón: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder, que era lo que habían filmado Fernando Solanas y Octavio Getino con Juan Domingo Perón, que mandaban desde España. Y la adaptación del libro de Rodolfo Walsh que hace Jorge Cedrón, Operación Masacre, que era una copia en blanco y negro. Yo era muy chico, tenía trece o catorce años, y como militantes íbamos a casas de vecinos, a iglesias… Nunca me voy a olvidar de cuando vino el padre Mugica, Carlos Mugica, al debate que se hizo sobre La hora de los hornos. Estoy hablando de un pasado lejano, gobierno de Lanusse. Muchas proyecciones eran clandestinas –aclara, interrumpiendo su retrospectiva para tomar un sorbo de café.


Minutos antes, el cineasta me recibía en su departamento al son de “mate o café” y se dirigía a la cocina a prepararlo. Su perro labrador, viejo y enorme, se echó panza arriba apenas lo saludé. Elegí sentarme en uno de los lados de la mesa del comedor. Al regresar, tazas y galletitas en mano, Bauer optó por la cabecera más cercana, a mi derecha. Es por esa contingencia, quizá, que ahora sus ojos proyectan sus recuerdos sobre la pared a la que quedó enfrentado.

–Entonces, nací en el cine desde ahí, desde esa militancia… llevando un proyector que era más grande que yo a cuestas, y una pantalla. Pero yo creo que el cine es un hecho cultural, es un hecho artístico. Moviliza y llega a lugares de la conciencia y también de la sensibilidad del alma como solamente el cine puede llegar.

***

“Las ausencias” es el nombre de la canción que León Gieco compuso para la película El camino de Santiago: “Las ausencias aparecen de la nada/ en cualquier momento del día/ como un refugio de los sueños/ victoriosos, perpetuos.// Siempre presentes/ como el aire al respirar.// Las ausencias que uno no quiso que fueran/ cumplen años y no envejecen./ Clarividente, su última mirada/ dijo todo, ahora nada”.

–Yo no creo en aquellos que dicen que una imagen puede más que mil palabras, porque apareció un poeta y con tres o cuatro palabras te muestra algo a lo que solamente la poesía puede llegar –analiza Bauer–. Pero es verdad que el cine llega a lugares a los que desde otra perspectiva es muy difícil.

La memoria es aquello que nos permite acceder al pasado, parafraseando a Paul Ricoeur (2010), es traer al presente lo ausente. Para hacer tal cosa, es preciso recordar. Esto es, realizar un acto intencional de búsqueda de huellas que, a la vez, requiere de un esfuerzo narrativo. Para recordar hay que relatar. Sumaremos aun un ingrediente más a este paréntesis filosófico: la memoria está anudada a la identidad. Al recordar nos inscribimos en el relato y, así, nos reconocemos.

La trayectoria fílmica de Tristán Bauer ejercita la memoria. Cortázar (1994), Evita, la tumba sin paz (1997), Los libros y la noche (1999), en torno a la obra de Jorge Luis Borges, Iluminados por el fuego (2005), sobre los veteranos de la guerra de Malvinas, y Che, un hombre nuevo (2009), son algunos de los títulos documentales y de ficción que ha dirigido. Sus responsabilidades en la gestión de medios públicos lo alejaron de la dirección audiovisual por casi una década. Su vuelta, nos cuenta, no estuvo planificada.

–Por primera vez ocurrieron dos cosas: una, que trabajé en un tema que a medida que íbamos filmando se iba desarrollando. Es decir, no existía ese lapso, esa perspectiva distinta que te da el mirar después de un tiempo de transcurridos los acontecimientos. La otra cuestión es que al principio ni yo ni mis compañeros nos propusimos hacer una película, porque este proyecto nace apenas llegan los primeros rumores de que hay un desaparecido en la Patagonia, apenas aparece el nombre “Santiago Maldonado”.

Bauer recuerda que una de las primeras cosas que lo empujó a involucrarse en el caso de Santiago fue sumar “una voz que contrarreste el aberrante discurso que se iba disparando desde los medios hegemónicos”, que difundía informaciones falsas para desviar la investigación.

–Hasta ahí era sumar nuestra voz, desde el clamor de “aparición con vida de Santiago Maldonado”. Nos parecía una mentira estar diciendo de nuevo en la Argentina “aparición con vida”. Y sumarnos desde lo que sabíamos hacer, que es comunicar, filmar. Fue un trabajo de urgencia y que surgió desde ese sentimiento absolutamente solidario de sumar nuestra voz desde lo audiovisual al clamor de, primero, “aparición con vida de Santiago Maldonado” y, después, “qué le hicieron a Santiago” y “justicia por Santiago”.


El preestreno del filme fue el 25 de julio de 2018, fecha en la que Santiago Maldonado hubiese cumplido veintinueve años y unos pocos días antes del primer aniversario de su desaparición. Santiago era un militante, un joven que asumió el compromiso de sumar su voz para que se escuchen los reclamos de los olvidados. Veintinueve años. Sólo dos años más que los que tenía el cineasta militante cuando registró los testimonios de la comunidad ava guaraní para intentar inscribirlos en el relato de nuestra historia. El reconocimiento necesita de una narración.

***

¿Forma o contenido? ¿Estética o ética? ¿Arte o política? Este es un debate que suele actualizarse en cada pieza del cine documental. El camino de Santiago no da lugar a tal disyuntiva y reemplaza la “o” por la “y”.

–En la película hay algo central, que es el tema de la tierra –sintetiza Bauer–. Antes yo iba con mi cámara y con mi trípode a la Patagonia a filmar y aparecía la tierra como un hilito y el cielo inmenso. Hoy, cuando elevás un dron y lo hacés volar por la estepa, por los lagos, por la cordillera, como si fuera un pájaro que va mirando esa tierra, tomás conciencia como director, y toma conciencia el espectador, de qué estás hablando cuando hablás de la tierra. De la magnitud, la riqueza.

El lugar común de los medios dominantes en la cobertura de las protestas sociales es subrayar los “cómo”, encubriendo los “por qué”. El caso de Santiago Maldonado no fue una excepción. El joven fue reprimido al apoyar la lucha de la comunidad mapuche Pu Lof en Resistencia de Cushamen por la restitución de las tierras ancestrales indígenas, hoy en manos del magnate italiano Luciano Benetton. Territorios de los que fueron desplazados por la fuerza para subastarlos.

El trasfondo menos difundido de la desaparición y muerte de Maldonado fue la discusión por la prórroga de la Ley nacional Nº 26.160, que suspende el desalojo de las comunidades indígenas hasta que se culmine el relevamiento territorial. Menos de tres meses separaban el día de la represión de Gendarmería Nacional a la protesta mapuche en la localidad chubutense y la fecha de caducidad de la norma.

–En la película, si bien hay un eje biográfico que analiza el caso de Santiago, no lo analiza como un eslabón aislado, sino como parte de una cadena de la cultura y de la historia argentina –prosigue el director–. Podríamos haber elegido otro punto, pero nosotros elegimos 1878, la mal llamada Campaña o Conquista del Desierto, que en realidad fue un genocidio espantoso. Tantos hombres y mujeres asesinados allá en la Patagonia, otros que se traen acarreados casi como esclavos a Buenos Aires, tantos muertos en la isla Martín García. Se rompía a las familias y se distribuía a esas mujeres y esos chicos. Ese horror... Y también el reparto de la tierra, en manos de la oligarquía de Buenos Aires y en manos extranjeras. Es posible ver cómo de aquel pasado se mantienen los latifundios y hoy tenés personajes como el magnate Joe Lewis, el inglés que compra el lago Escondido y lo amuralla, y crea ahí su propio paraíso privado, vedando a la gente la posibilidad de acceder al lago, lo cual para empezar es inconstitucional. O Luciano Bene-tton, con casi un millón de hectáreas en la República Argentina.

El diario de Bartolomé Mitre publicó una de las primeras críticas de la película El camino de Santiago. Allí la calificó como “un claro ejemplo de documental político, de cine militante”. Considerando que desde 1870 La Nación es la “tribuna de doctrina” (como reza su centenario lema) de los sectores conservadores, no sería insolente suponer que, en ese contexto, la palabra “militante” adquiere una connotación negativa. Paradójicamente, el autoproclamado medio de adoctrinamiento agrega sobre la película: “incluso con recursos propios del agitprop” (vocablo ruso que contrae los términos “agitación” y “propaganda”). Tampoco produce extrañeza que el texto decida entrecomillar la palabra “genocidio” para hablar de la masacre hacia los pueblos indígenas que el expresidente homónimo, tatarabuelo del actual director del diario, comandó de 1855 a 1863.

–Han registrado testimonios de miembros del pueblo mapuche para el documental. ¿Qué les transmitieron y qué pudieron ver sobre sus condiciones de vida en la actualidad? –indago.
–Lo que ves son condiciones de vida durísimas. No es fácil estar en la estepa patagónica. Son condiciones climáticas por momentos muy hostiles. Y tenés una enorme diversidad. Desde comunidades muy bien organizadas hasta algunos otros grupos que están al borde de la marginación, sumado a una enorme persecución política. Nosotros hemos entrevistado y hemos compartido varias conversaciones con distintos grupos y distintos habitantes de las comunidades mapuches y cada uno tiene su punto de vista, su perspectiva. Tienen un pasado común muy fuerte, comparten la defensa de la tierra y la reivindicación de su cultura frente a esos ataques que viven. La verdad es que, para mí, es admirable cómo luchan, viven, en medio de la hostilidad, todos esos compañeros.

***

¿Qué pasó con Santiago Maldonado? ¿Es posible llegar a la verdad? Tristán Bauer repasa “la sentencia”: “al final la verdad salió a la luz”, “hubo sectores interesados en construir una versión, una historia”, “Maldonado murió ahogado”. Así lo dictaminó la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, en la sede de Canal 13 a cargo de Mirtha Legrand. En tiempos de lawfare, condenas y absoluciones se resuelven en la instancia mediática. Las verificaciones judiciales se realizan a destiempo, y, fuera de agenda, las refutaciones no encuentran caja de resonancia.

–Intentan, desde ese discurso, cerrar el caso y justificarlo –denuncia el cineasta–. Hoy, mientras estamos conversando aquí nosotros, tomando este café, la carátula es muy clara y dice “desaparición forzada de persona”. Así se lo está investigando.
–Sin verla, la ministra Bullrich aseveró que la película era “un relato”, no “la realidad”. ¿Cuál es tu apreciación al respecto?
–Para mí, lo que hizo la ministra Bullrich es una atrocidad más de las que comete. Atacar un hecho cultural como es el cine… hacerlo sin ver la película. Al menos hubiera tenido el tino de dejar pasar más tiempo y que quede la duda de si la había visto o no. Hizo esas declaraciones el día que yo estaba retirando la película del laboratorio. Entonces, me parece una brutalidad, como todo lo que ha hecho este gobierno en ese sentido. El porqué lo hacen… bueno, tienen desesperación por cerrar el caso y por no investigarlo y asumir responsabilidades. Ya la historia… –se interrumpe y menea sutilmente la cabeza hacia arriba y abajo–. Ya la historia los castigará –concluye, convirtiendo lo que podría haber sido una frase hecha en una expresión de profunda certidumbre.
–El gobierno ha tenido un discurso fuertemente negacionista respecto de la dictadura, los desaparecidos, y también respecto del genocidio de los pueblos originarios. ¿Creés que hace especial énfasis en llevar a cabo una reconstrucción de la historia?
–Ellos se han caracterizado, primero, por una pretensión de negar la historia. El último 17 de agosto no nombraron a nuestro general San Martín. Sacaron todos los cuadros de los patriotas de América Latina de la Casa de Gobierno, borraron a San Martín y Belgrano de los billetes de la moneda nacional, transformaron los actos en los cuales nosotros evocamos nuestra Revolución y nuestra Independencia en actos cerrados, sin pueblo presente, vallados y aislados. Negar la historia ha sido una constante de este gobierno. Cosa que yo creo que no tiene ningún sentido, porque la historia está ahí. La historia la evocamos y la vivimos en este presente y es lo único que nos permite proyectarnos a un futuro mejor. Pero sí, ese intento es claro. Si todos ellos están manchados de sangre, o por la dictadura o por el genocidio de la Conquista del Desierto. Entonces, querrán hacer de cuenta que eso no existe. Pero existe, eso está presente, negar los 30 mil desaparecidos, hostigar a todos los organismos de derechos humanos. Hace pocos días en la ciudad de La Plata falleció una… –la palabra elegida se agarrotó en la garganta. Prefirió no empujarla y abandonó la oración. Bajó la mirada y con una mano temblorosa tomó la taza y bebió un sorbo de café frío–. Una mujer luchadora, ejemplar, como era Chicha Mariani. Ni un sólo homenaje. Y no solamente ningún homenaje: una represión en la puerta de donde se estaba velando su cuerpo… espantosa, como hacía años no veíamos. Y bueno, querrán negar la historia, pero la historia está ahí, presente. Y estos seguramente serán olvidados o recordados como lo que son, y Chicha Mariani quedará como un ejemplo para todos nosotros.

***

–¿Por qué creés que el caso de Rafael Nahuel no tuvo tanta llegada a los medios hegemónicos? –le consulto.
–Porque era mapuche –resuelve instantáneamente Bauer–. Lo de Nahuel es tristísimo. Porque era mapuche se habló muy poco del caso. Toda muerte es tremenda, ¿no es cierto? Pero lo de Rafael Nahuel es espantoso. Asesinado por la espalda. Mintiendo una vez más la ministra Bullrich, diciendo que tenía pólvora en las manos, que las dos pericias habían dicho que tenía pólvora en las manos. Primero, la pericia está en análisis y, segundo, una dice que sí y la otra que no. Y la que dice que sí habla de poca, pocos restos de pólvora. Entonces, eso es otra barbaridad. Lo de Rafael Nahuel es realmente espantoso desde todo punto de vista. Y, como vos decís, se ha tapado ese caso. Una muerte tan joven, por la espalda, allí en las montañas del lago Mascardi.

Los años en los que abandonó el cine documental, Tristán Bauer estuvo lejos de mantenerse inactivo. “Estuve mucho tiempo sin filmar porque asumí en canal Encuentro, PakaPaka, después en Canal 7, Radio Nacional, y tristemente no pude filmar”, se lamenta. Como ideólogo y primer gestor de Encuentro, el canal educativo y cultural que en ese entonces dependía del Ministerio de Educación, tuvo a cargo planificar los contenidos de su programación fundacional.

–Una de esas primeras series que me propongo hacer es sobre los pueblos originarios. Hoy y con proyección hacia el pasado, cómo se fueron conformando estos pueblos. Y es una serie de la cual yo estoy absolutamente orgulloso. Seguramente la veo hoy y le voy a querer mejorar trescientas cosas, pero eso me pasa. Primera serie que se hizo en canal Encuentro –enfatiza Bauer–. O sea, era una prioridad nuestra, prioridad absoluta, y ahí está demostrado.
–¿Y cómo evaluás la presencia de las voces de los pueblos indígenas en los medios públicos en la actualidad?
–Yo lo que veo es que se los niega. No están presentes en los medios públicos, y cuando están presentes es para la estigmatización.
–Si lo nacional está cada vez más ausente en los medios públicos, la plurinacionalidad parece directamente invisibilizada –observo.
–Creo que es un concepto sobre el cual tenemos que trabajar muchísimo, ¿no? –admite el cineasta–. La Argentina y nuestra diversidad cultural, la Argentina pluricultural, me parece que es un concepto que tenemos que trabajar mucho más de lo que lo hemos trabajado.

El proceso de participación multisectorial y federal que condujo a la elaboración de la Ley Nº 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual amplió los límites de nuestra democracia. “Haber logrado instalar en la sociedad el debate de la necesidad de una ley que deje atrás la ley de la dictadura y que vaya hacia un 33% de sector privado no monopólico, un 33% de medios públicos fuertes y un 33% para todas las organizaciones del pueblo me parece una verdadera maravilla”, evalúa Bauer. Pero las fronteras democráticas volvieron a contraerse con el decreto con el cual el presidente Mauricio Macri le puso fin a la norma que entendía la comunicación como derecho humano inalienable de los pueblos. La regulación mercantil, o ley del más fuerte, volvió a imperar.

–¿Se está reduciendo el 33% del espectro correspondiente a las organizaciones del pueblo?
–El significado de una empresa que nace como resultado de la fusión Cablevisión-Telecom, con ese capital financiero que la equipara a las empresas más grandes de la República Argentina, no de comunicación, a las más grandes de todas las empresas, e incluyo nuestra empresa de energía YPF… Lo que significa que un grupo reducido se haya apoderado de la fibra óptica, sistemas satelitales, líneas de comunicación, de todos esos circuitos, con la fibra óptica a la cabeza, donde circula la información, circula el conocimiento y, al mismo tiempo, circulan los flujos financieros… Que ese mismo grupo sea el que genere, administre y desarrolle los contenidos que van a crear sentido en nuestra sociedad es una atrocidad como nunca se ha visto en la historia de la República Argentina, jamás. Y eso sí es algo más que preocupante para la democracia.
–En ese contexto, ¿cuáles son las posibilidades de los medios comunitarios, de los medios indígenas, de llevar adelante un proyecto comunicacional?
–Hay que estar conscientes de que no hay ni pequeño ni grande. Cuando yo te describo lo que es el significado de esa fusión, uno dice “bueno, perdimos la batalla, esto es imposible”. No es así. No es así –repite en inflexión ascendente–. Y estas radios comunitarias son mucho más importantes y tienen mucha más potencia de lo que nosotros pensamos. Como tiene potencia un documental. A mí me tocó vivir los tiempos de la dictadura, donde el poder mediático estaba absolutamente en manos de los militares. Y yo iba con mi camarita, en el 79, 80, una bolex a cuerda… iba a la Plaza de Mayo y las veía a las Madres. Esa voz, el megáfono con el cual hablaba Hebe y hablaban las Madres frente a ese aparato mediático hiperconcentrado no parecía chiquito… parecía ínfimo. Esa voz se propagaba hasta los cuarenta metros que llega un megáfono. –Bauer clava la mirada en el vacío y, una vez más, la pared que lo enfrenta le sirve de pantalla. Recuerda, y lo ausente se hace presente. Alquimia propia de un narrador memorioso–. 1977, Walsh, muere su hija, lo van acorralando, le proponen irse al exilio, decide quedarse. Se tiene que ir de Buenos Aires, termina en San Vicente, una casa chiquitita, sin luz, se iluminaba con luz de querosene. Toma su máquina de escribir portátil, porque no podía tener una grande. Compra el papel que se usaba para mandar las cartas aéreas, bien finito, bien liviano, y carbónicos. Y empieza a escribir en esa situación de persecución, en esa soledad, algo que también parecía muy pequeño e insignificante frente a un aparato de represión y de comunicación monstruoso como había instalado la dictadura. Sin embargo, eso que parecía tan pequeñito fue gigantesco –acentúa–. Y fue una voz que logró vencer a la dictadura, que logró trascender incluso a la Argentina, porque finalmente la lucha de las Madres se transformó en una lucha de reconocimiento y de ejemplo universal. Entonces, es verdad que estamos en dificultades, es verdad que muchas veces te sentís impotente y que parece chico lo que estamos haciendo, pero cuidado, porque desde eso pequeño es mucho lo que se puede hacer. Y el grande se puede desplomar muy rápidamente.

***

–¿Cuál es el objetivo de la película?
–La película quiere mantener esa llama encendida de justicia por Santiago Maldonado y también por Rafael Nahuel. Uno de los días más tristes de rodaje, y hubo varios días realmente muy angustiantes, fue cuando estábamos en 25 de Mayo, el pueblo natal de Santiago Maldonado. En medio del llanto de la familia y los amigos, llega la noticia de que había una segunda muerte joven en la Patagonia. A orillas del lago Mascardi había sido asesinado Rafael Nahuel.
–¿Qué significa la muerte de estos jóvenes para nuestra democracia?
–Yo quiero muchísimo a Osvaldo Bayer, he aprendido muchísimo de él y fue quien nos marcó con ese nombre, la Patagonia trágica. Y este es un nuevo capítulo de esa Patagonia trágica. Porque es una tragedia. Es una tragedia para esa madre que nos dio su testimonio en la película, para Stella. Cuando estábamos con ella, con las cámaras, todos llorábamos. Porque el dolor de una madre al tener un hijo desaparecido creo que sólo ellas, las madres, lo pueden expresar. Pero también es un dolor de la misma magnitud para toda la sociedad argentina, para la Argentina como país. Creo que es eso, es una tragedia. En una parte de la película hay un tema de otro querido amigo, que es Daniel Viglietti, que murió hace poco. Y él en una canción dice “de las derrotas crear primavera”. Y creo que situaciones trágicas como esta Patagonia nos obligan a nosotros, a los que podemos seguir, y cada uno desde su lugar, a intentar que esas derrotas se transformen en primavera. Creo que es así.

Frantz Fanon, en Los condenados de la tierra, lo abrevió de este modo: “todo espectador es un cobarde o un traidor”.

***

Libertad, fraternidad, igualdad. Son palabras que fisuran una relación de subordinación, que desplazan su carácter incuestionado volviéndola ilegítima e injusta. El ideario de la Revolución francesa dislocó el poder feudal, pero la reacción aristocrática llegó pronto e instauró una nueva monarquía constitucional. Estos hechos merecieron una de las más célebres observaciones de Karl Marx: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.

Esclavizados, humillados, masacrados. Promediaba el siglo XIX cuando la Patagonia se tiñó de sangre hermana. Esa fue la primera vez que ocurrió. Ciento cuarenta años después, una ruin restauración conservadora, con su cortejo de ideas enmohecidas, se figura nuevos desiertos.

Habitamos una tierra castigada por dolorosas ausencias. Frente al negacionismo, memoria.

Referencias

De Lucía, Daniel Omar (2014). “El cine militante y clandestino en la Argentina y la remodelación del imaginario (Relecturas desde el fin de la dictadura hasta el presente)”. En: Pacarina del Sur, Año 5, Nº 18.
Ricoeur, Paul (2010). La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Fanon, Frantz (2001). Los condenados de la tierra. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

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Los sueños perdidos de la Revolución de Mayo

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Por Hernán Brienza / LA TRADICIÓN DEL IGUALITARISMO RADICAL / ¿Por qué no se reivindica en la actual Argentina la revolución popular de Chuquisaca? ¿Por qué se la desconoce y ningunea? ¿Qué significa establecer como mito fundacional la revolución porteña antes que la de la América profunda? Celebrar Mayo de 1810 ¿no es celebrar también las amputaciones a las que fue sometido este continente?...
LA TRADICIÓN DEL IGUALITARISMO RADICAL / ¿Por qué no se reivindica en la actual Argentina la revolución popular de Chuquisaca? ¿Por qué se la desconoce y ningunea? ¿Qué significa establecer como mito fundacional la revolución porteña antes que la de la América profunda? Celebrar Mayo de 1810 ¿no es celebrar también las amputaciones a las que fue sometido este continente? ¿Por qué se decide festejar los intereses de una ciudad-puerto y no el desacato de la intelectualidad americana más brillante? Crónica del nacimiento de la patria, un 25 de mayo pero de 1809, entre otra gente y en otro rincón del territorio, donde se jugó la suerte de los sueños más profundos de la Revolución y se produjo el hecho igualitario más radical de todo el proceso emancipador, que incluyó a los pueblos originarios como protagonistas.

Por Hernán Brienza
Politólogo y periodista.

Fotos: Sebastián Miquel

El andamiaje cultural porteñocéntrico impuso en la sociedad argentina la interpretación que indica que la libertad y la independencia en nuestro territorio nacieron en Buenos Aires y en mayo de 1810. Pero lo cierto es que nuestra patria no nació ese día: los sueños de república, de libertad, de independencia, la Primera Junta en estas tierras no provinieron de esa ciudad-aldea portuaria, atestada de sacerdotes ocultadores, comerciantes rapaces, contrabandistas nocturnos y pensadores liberales. No. La patria fue parida otro día: curiosamente, otro 25 de mayo, pero de 1809. Exactamente un año antes. Y en el otro rincón del territorio. Allí en Chuquisaca, en el Alto Perú, en el corazón de la América andina, entre gente de rostros cobrizos, de caminar cansino y tonada cadenciosa.

Chuquisaca pertenecía entonces al Virreinato del Río de La Plata, pero tenía una serie de beneficios propios: autonomía administrativa y poder de policía propio. Su gran tesoro no era la plata potosina ni las regalías de la aduana. Su riqueza era la Universidad Mayor, Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca, uno de los centros de estudios más importantes del mundo. Era tan reconocida que la llamaban “la Atenas de América”. En sus aulas estudiaron Mariano Moreno, Juan José Castelli y Bernardo de Monteagudo, entre otros revolucionarios jacobinos que se pasean por estas páginas. La Universidad de Chuquisaca era el verdadero centro de las luces de principios del siglo XIX.

Todo comenzó cuando llegaron a América las noticias de la caída del rey Fernando VII y la instauración de la Junta de Sevilla. La Real Audiencia de Charcas –como también se conocía a la ciudad que hoy se llama Sucre en honor al mariscal Antonio José, mano derecha de Simón Bolívar– se opuso y llamó a constituir otras juntas provinciales. En noviembre de 1808, el delegado sevillano, el mismísimo Goyeneche, entró en la ciudad de Chuquisaca e intentó que el territorio quedara en manos de Carlota Joaquina Teresa de Borbón, hermana de Fernando y reina regente de Portugal en el Brasil. De inmediato, los claustros de la Universidad se convirtieron en un polvorín y rechazaron de plano las exigencias de Goyeneche, y el regente Antonio de Boeto se enfrentó con el delegado sevillano acusándolo de querer entregar América a los portugueses. Públicamente, recuerda el historiador José María Rosa, lo acusó de ser “un aventurero audaz y un general de cartón”. La sesión solemne para el Real Acuerdo terminó a los sillazos y de un lado quedaron el arzobispo Benito María Moxó y Francolí, el virrey Santiago de Liniers y el presidente de la Real Audiencia, Ramón García de León y Pizarro, y del otro los oidores y la Universidad. Poco después, la Audiencia reconoció la autoridad de la Junta sevillana, pero el germen revolucionario ya había despertado.
En un panfleto titulado Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos, Monteagudo hacía suyo el famoso silogismo de Chuquisaca: “¿Debe seguirse la suerte de España o resistir en América? Las Indias son un dominio personal del rey de España; el rey está impedido de reinar; luego las Indias deben gobernarse a sí mismas”, rezaba el lema independentista.


Los meses que siguieron fueron de agitación y conspiraciones. En un panfleto titulado Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos, escrito por Monteagudo, el jacobino tucumano hacía suyo el famoso silogismo de Chuquisaca: “¿Debe seguirse la suerte de España o resistir en América? Las Indias son un dominio personal del rey de España; el rey está impedido de reinar; luego las Indias deben gobernarse a sí mismas”, rezaba el lema independentista. Monteagudo expone no sólo la soberanía americana, sino también el fundamento de toda soberanía política: la felicidad del pueblo. Con un estilo entusiasta y voluntarista, escribe: “Infiero que ni el juramento del vasallaje que han prestado al español los americanos, ni la posesión de trescientos años que ha logrado aquel en ella, son título suficiente para deberlos dominar. No el juramento, porque no debiendo haber sido más libre que aquel en que sacrifica el hombre su libertad misma, no ha inducido en el americano obligación alguna el violento y cautivo que ha prestado al español si el terror que ha inspirado en él la ferocidad de aquel, el miedo de ser víctimas sangrientas de su despotismo, la terrible situación de ser destituidos de armas para defenderse, el ver depositada la fuerza en solos los españoles y en ellos solos reunida la autoridad, es el cautivo principio de donde nace su compromiso. Y si no, responded, ¿de dónde resulta la nulidad del vasallaje que han prestado los habitantes de la península al francés Emperador? Sin duda de la fuerza que les infiere la imposibilidad de resistir. Pero aun cuando este juramento fuese libre y espontáneo, no fue, como rengo dicho, bajo de la tácita e indispensable condición de que los monarcas españoles los mirasen con amor y felicitasen su patria. ¿Y bien? ¿En dónde está esta felicidad? ¿En la ignorancia que han fomentado en la América? ¿En la tenaz porfía y vigilante empeño de impedir a Minerva el tránsito del océano y de sujetarla en las orillas del Támesis y del Sena? ¿En tenerlos gimiendo bajo del insoportable peso de la miseria, en medio mismo de las riquezas y tesoros que les ofrece la amada patria? ¿En haberlos destituido de todo empleo? ¿En haber privado su comercio e impedido sus manufacturas? ¿En el orgullo y despotismo con que se les trata por el español más grosero? ¿En haberlos últimamente abatido y degradado hasta el nivel de las bestias? Sí. En esto consiste la felicidad que les ha prodigado la España y de aquí mismo la nulidad de sus votos. Si de la dominación de trescientos años queréis valeros para justificar la usurpación, debéis confesar primero que la nación española cometió un terrible atentado cuando, después de ochocientos años que se sujetó a los moros, consiguió sacudir su yugo. Debéis responder a la misma España, Francia e Inglaterra que después de haber sufrido una dilatada serie de años la dominación de los romanos, restablecieron al fin su libertad y merecieron los elogios de toda su posteridad. ¿Queréis que cuando la España, por manifiesto castigo del brazo vengador del Omnipotente, sufre en su ruina y destrucción la misma suerte que ha hecho experimentar a las Américas, permanezcan y estén sujetas todavía a un Fernando que habla conmigo ahora en la región de los muertos? ¿Queréis que cuando el cielo les abre la puerta de la felicidad, sean tan insensibles que permitan el pesado yugo de otra nación? ¿No es cierto que cuando la convulsión universal de la metrópoli y el terrible contagio de la entrega llegaran sin duda hasta la América, deben aspirar a vivir independientes?”

Sin dudas se trata de un texto que por su valor histórico y su pluma febril corta la respiración. Y concluye con la memorable arenga del Inca: “Habitantes del Perú: si desnaturalizados e insensibles habéis mirado hasta el día, con semblante tranquilo y sereno, la desolación e infortunios de vuestra desgraciada patria, recordad ya del penoso letargo en que habéis estado sumergidos, desaparezca la penosa y funesta noche de la usurpación y amanezca el claro y luminoso día de la libertad. Quebrantad las terribles cadenas de la esclavitud y empezad a disfrutar de los deliciosos encantos de la independencia. Sí, paisanos, vuestra causa es justa, equitativos vuestros designios. Reuníos pues, corred a dar principio a la gran obra de vivir independientes. No nos detenga Fernando, porque o no tiene o no tendrá en breve más vida que su nombre, ni más existencia que la que publican el fraude y la mentira. Revestíos de entusiasmo y publicando vuestra libertad, seréis todos dichosos y el espectáculo de una felicidad será envidiable en el universo entero”.

Los chuquisaqueños decían obedecer solamente al rey Fernando VII y que si él faltaba no tenían por qué reconocer a una autoridad intermedia. Cuando regresó el documento, García de León y Pizarro comenzó a modificarlo, pero una nueva pueblada lo interrumpió. A fines de abril, el presidente pidió ayuda al intendente de Potosí, Francisco de Paula Sanz, para que pusiera orden en la audiencia citada para el 20 de mayo. Pero los revolucionarios supusieron que iban a ser reprimidos por las fuerzas potosinas y decidieron ganarles de manos. Sin embargo, García de León y Pizarro mandó detener a los oidores que conspiraban contra él.

Ubicado a 4.000 metros de altura, en el Templo del Sol, donde miles y miles de hombres y mujeres se postraron a rezar a sus dioses y donde esos mismos se reunían para reclamar a sus autoridades, es decir, en el centro político y económico del Incanato, Castelli miró a su pueblo y le dijo: “Nada tendrá que desear mi corazón, al ver asegurada para siempre la libertad del Pueblo Americano”.

Finalmente, la revolución estalló el 25 de mayo a las 18 hs, cuando fue detenido el oidor Jaime de Zudáñez. El levantamiento no se hizo esperar: el pueblo lo acompañó a la cárcel y comenzó a apedrear los edificios públicos. Fue prácticamente liberado por la multitud, que lo llevó en andas hasta la Plaza Mayor. Entre la gente se destacaba, dicen las crónicas de la época, el mismísimo Monteagudo, quien gritaba: “Muera el mal gobierno, viva el rey Fernando VII”. García de León y Pizarro renunció el 26 por la madrugada y asumió la “Audiencia gobernadora”.

Un párrafo aparte merece el joven tucumano, nacido el 20 de agosto de 1789, que inició su carrera política en mayo de 1808 cuando, en la ciudad de Chuquisaca, obtuvo el título de abogado y se dedicó a trabajar como defensor de pobres. Monteagudo, en su rol de intelectual, escribió de puño y letra la primera proclama independentista: “Hasta aquí hemos tolerado esta especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria, hemos visto con indiferencia por más de tres siglos inmolada nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto que degradándonos de la especie humana nos ha perpetuado por salvajes y mirado como esclavos. Hemos guardado un silencio bastante análogo a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de su humillación y ruina”.

No quedan dudas. Había nacido la Primera Junta Americana en territorio argentino.

Ahora bien, ¿por qué no se reivindica en la actual Argentina la revolución popular de Chuquisaca? ¿Por qué se la desconoce y se la ningunea? ¿Qué significa festejar como mito fundacional la revolución porteña antes que la de la América profunda? Celebrar Mayo de 1810 ¿no es celebrar también las amputaciones a las que fue sometido este continente con complicidad de los directoriales como Juan Martín de Pueyrredón (la Banda Oriental) y de los liberales como Bernardino Rivadavia (Bolivia)? ¿Por qué se decide festejar los intereses de una ciudad-puerto antes que el desacato de la intelectualidad americana más brillante?

Quizás la respuesta se encuentre, también, en los intereses que pugnaban en aquella región norteña. En el Alto Perú se jugó la suerte de los sueños más profundos de la Revolución de Mayo. Allí se produjo el hecho igualitario más radical de todo el proceso emancipador y que incluyó a los pueblos originarios como protagonistas. Ocurrió el 25 de mayo de 1811 y fue el intento de Castelli de profundizar la revolución que había empezado en 1809 en Chuquisaca y se había confirmado exactamente un año antes en la altiva Buenos Aires. Los actores principales de dicha jornada fueron Castelli y Monteagudo. Juntos, jefe y secretario, al mando del Ejército Auxiliar del Alto Perú, contaron con el apoyo de los caudillos parroquianos como Juana Azurduy y Manuel Padilla. Estaban de pie frente a su formación. A un costado, el precario cañoncito bautizado Túpac Amaru en homenaje al líder americano descuartizado; de frente, su ejército y miles de criollos, mestizos e indígenas que escuchaban con atención sus palabras.

No estaban en cualquier lugar, estaban en Tiahuanaco, cerquita nomás del Lago Titicaca, donde, dicen, Manco Cápac y Mama Ocllo fundaron hace cientos de años el Imperio inca. Ubicado a 4.000 metros de altura, en el Templo del Sol, donde miles y miles de hombres y mujeres se postraron a rezar a sus dioses y donde esos mismos se reunían para reclamar a sus autoridades, es decir, en el centro político y económico del Incanato, Castelli miró a su pueblo y le dijo: “Nada tendrá que desear mi corazón, al ver asegurada para siempre la libertad del Pueblo Americano”. Y en su proclama, pronunciada en castellano pero traducida en lenguas originarias, decretó: “Los sentimientos manifestados por el gobierno superior de esas provincias desde su instalación se han dirigido a uniformar la felicidad en todas las clases, dedicando su preferente cuidado hacia aquella que se hallaba en estado de elegirla más ejecutivamente. En este caso se consideran los naturales de este distrito, que por tantos años han sido mirados con abandono y negligencia, oprimidos y defraudados en sus derechos y, en cierto modo, excluidos de la mísera condición de hombres que no se negaba a otras clases rebajadas por la preocupación de su origen. Así es que, después de haber declarado el gobierno superior, con la justicia que reviste su carácter, que los indios son y deben ser reputados con igual opción que los demás habitantes nacionales a todos los cargos, empleos, destinos, honores y distinciones por la igualdad de derechos de ciudadanos, sin otra diferencia que la que presta el mérito y aptitud: no hay razón para que no se promuevan los medios de hacerles útiles reformando los abusos introducidos en su perjuicio y propendiendo a su educación, ilustración y prosperidad con la ventaja que presta su noble disposición a las virtudes y adelantamientos económicos.

No hay dudas de que el proceso revolucionario incluía entre sus principios más agudos la lógica igualitaria radical entre los distintos pueblos que componían América. Y que los pueblos originarios eran considerados protagonistas del proceso. Así lo demuestran las acciones de Castelli y Belgrano en el norte, los acuerdos de San Martín en Cuyo para el cruce de los Andes, las proclamas de Monteagudo.

En consecuencia, ordeno que siendo los indios iguales a todas las demás clases en presencia de la ley, deberán los gobernadores intendentes con sus colegas y con conocimiento de sus ayuntamientos y los subdelegados en sus respectivos distritos, del mismo modo que los caciques, alcaldes y demás empleados, dedicarse con preferencia a informar de las medidas inmediatas o provisionales que puedan adoptarse para reformar los abusos introducidos en perjuicio de los indios, aunque sean con el título de culto divino, promoviendo su beneficio en todos los ramos y con particularidad sobre repartimiento de tierras, establecimientos de escuelas en sus pueblos y excepción de cargas impositivas indebidas: pudiendo libremente informarme todo ciudadano que tenga conocimientos relativos a esta materia a fin de que, impuesto del por menos de todos los abusos por las relaciones que hicieren, pueda proceder a su reforma.

Últimamente declaro que todos los indios son acreedores a cualquier destino o empleo que se consideren capaces, del mismo modo que todo racional idóneo, sea de la clase y condición que fuese, siempre que sus virtudes y talentos los hagan dignos de la consideración del gobierno y a fin de que llegue a noticia de todos se publicará inmediatamente con las solemnidades de estilo, circulándose a todas las juntas provinciales y su subalterna para que de acuerdo con los ayuntamientos celen su puntual y exacto cumplimiento, comunicando a todos los subdelegados y jueces de su dependencia estas mismas disposiciones: en inteligencia de que en el preciso término de tres meses contados desde la fecha deberán estar ya derogados todos los abusos perjudiciales a los naturales y fundados todos los establecimientos necesarios para su educación sin que a pretexto alguno se dilate, impida, o embarace el cumplimiento de estas disposiciones. Y cuando enterado por suficientes informes que tengo tomados de la mala versación de los caciques por no ser electos con el conocimiento general y espontáneo de sus respectivas comunidades y demás indios, aun sin traer a consideración otros gravísimos inconvenientes que de aquí resultan, mando que en lo sucesivo todos los caciques sin exclusión de los propietarios o de sangre no sean admitidos sin el previo consentimiento de las comunidades, parcialidades o aíllos (Ayllus) que deberán proceder a elegirlos con conocimiento de sus jueces territoriales por votación conforme a las reglas que rigen en estos casos, para que beneficiada en estos términos se proceda por el gobierno a su respectiva aprobación.”

Se trataba del acto de mayor radicalismo igualitario de la Revolución de Mayo: todos eran libres e iguales. Y luego también decretó la emancipación de los pueblos, el libre avecinamiento, la libertad de comercio, el reparto de las tierras expropiadas a los enemigos de la revolución entre los trabajadores de los obrajes, la anulación total del tributo indígena, equiparó legalmente a los indígenas con los criollos y los declaró aptos para ocupar todos los cargos del Estado, tradujo al quechua y al aimara los principales decretos de la Junta, abrió escuelas bilingües –quechua-español, aimara-español–, removió a todos los funcionarios españoles de sus puestos, fusilando a algunos, deportando a otros y encarcelando al resto. Obviamente, era demasiado revolucionario, tanto para las élites altoperuanas como para el gobierno porteño.

La pulsión jacobina de Castelli iba a ser refrendada dos años después por la Asamblea del Año XIII. En aquella oportunidad, los constituyentes legislaron sobre el sistema de explotación colonial del trabajo indígena: la mita, la encomienda y el yanaconazgo. “La política de ampliación de derechos hacia los pueblos originarios estuvo presente desde el origen de la revolución”, explica el historiador misionero Pablo Camogli en su libro Asamblea del Año XIII. “En consecuencia, resulta lógico que entre las primeras disposiciones de la Asamblea se encontrara la ratificación formal del fin de toda forma de explotación laboral de los pueblos originarios. En la sesión del viernes 12 de marzo de 1813, se sancionó el decreto expedido por la Junta Provisional de Gobierno relativo a la extinción del tributo y además la derogación de la mita, las encomiendas, el yanaconazgo y el servicio personal de los indios bajo todo respecto y sin exceptuar aún el que prestan a las iglesias y sus párrocos o ministros.”

Al igual que lo había hecho Castelli dos años atrás, la Asamblea, ya en carácter de oficial, informa que “se tenga a los mencionados indios de todas las Provincias Unidas por hombres perfectamente libres y en igualdad de derechos a todos los demás ciudadanos que las pueblan”. No hay dudas de que el proceso revolucionario incluía entre sus principios más agudos la lógica igualitaria radical entre los distintos pueblos que componían América. Y que los pueblos originarios eran considerados protagonistas del proceso. Así lo demuestran las acciones de Castelli y Manuel Belgrano en el norte, los acuerdos de José de San Martín en Cuyo para el cruce de los Andes, las proclamas de Monteagudo. Sin embargo, con la institucionalización de la independencia aquellos deseos fueron apagándose. Rápidamente, el proto-Estado con centro en Buenos Aires irá empujando a los pueblos originarios a la frontera del sistema capitalista, desplazándolos de la centralidad igualitaria al lugar de la Otredad salvaje. A partir de la segunda década de la revolución, la “frontera productiva” combatirá a las tribus aborígenes hasta la Campaña al “desierto” en 1879, o a los territorios del Chaco ya entrado el siglo XX.

Pero pese al infeliz y brutal destino que el Estado nacional argentino propinó a los pueblos originarios a lo largo de doscientos años, hubo un momento luminoso en la relación. Fue en los albores de la revolución, cuando hombres como Mariano Moreno, Castelli, Monteagudo –todos ellos estudiantes de la luminosa Universidad de Chuquisaca–, Belgrano y San Martín soñaron la posibilidad de una república igualitaria en la que sólo reinara la diferencia de las capacidades y de la idoneidad individual. Eran liberales, claro. Pero de una tradición progresista que nunca más se iba a repetir con esa fuerza –al menos ya no desde el autodenominado liberalismo– en la historia argentina.

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LITERATURA Y POLÍTICA (Por María del Carmen Garcés) / En enero de 2006, Loreley Unamuno se tomó un micro e inició un viaje que iría mucho más allá de compartir junto a una inmensa mayoría la ceremonia que convertiría a Evo Morales en el primer presidente indígena de Bolivia. En esa tierra comprendió el significado que la organización comunitaria tiene en la identidad y las batallas de un pueblo y cómo el cine documental puede aportar...
LITERATURA Y POLÍTICA / En enero de 2006, Loreley Unamuno se tomó un micro e inició un viaje que iría mucho más allá de compartir junto a una inmensa mayoría la ceremonia que convertiría a Evo Morales en el primer presidente indígena de Bolivia. En esa tierra comprendió el significado que la organización comunitaria tiene en la identidad y las batallas de un pueblo y cómo el cine documental puede aportar a ellas y a la construcción de su memoria. De allí, y de un encuentro en el Cerro Rico de Potosí, nació la película Mujeres de la mina, que se estrenó ocho años después y le permitió descubrir cuánto tenía en común con quienes siempre han sido objeto de conquista, pero también cuán grande puede ser la potencia de unos cuerpos cuya resistencia se fue amasando durante siglos de expoliación, sometimiento y violencia.

Por María del Carmen Garcés
Escritora e investigadora ecuatoriana. Autora del libro Domitila Chungara, una vida en lucha (2012).

En el prólogo del libro Domitila Chungara, una vida en lucha mencionaba que los encuentros importantes que han marcado mi vida tienen estrecha relación con la lucha de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia, tema que he estudiado durante años en diversos países. Al pensar en algunas ideas para compartir con los lectores de la revista Maíz, me di cuenta de que en realidad los hechos –o encuentros– importantes tienen que ver con Bolivia, que enmarca la lucha del Che.

Llegué a La Paz en marzo de 1983. En las largas caminatas que hacía por las calles sinuosas de la ciudad me impactó la presencia de la imagen del Che –y de sus ideas en frases o grafitis– en muros, plazas, kioscos, librerías y universidades. Sin conocer mucho de su historia, me hice una pregunta: ¿qué sucedió con el Che en Bolivia? Y tratando de responderla empecé una indagación sobre 1967 en los principales periódicos paceños. A medida que avanzaba, se despertaba en mí la conciencia de la importancia de aquella lucha revolucionaria para el pasado, el presente y el futuro de América Latina. Me planteé entonces hacer una investigación sistemática sobre la guerrilla comandada por el Che en Bolivia en los países que por distintas razones consideré protagónicos: Cuba, Chile, Argentina, Francia, Venezuela, Brasil y la misma Bolivia. Y en un período más extenso: de 1967 a 1969.

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Fue también en Bolivia que se produjo un encuentro fortuito con Harry Villegas Tamayo, más conocido como “Pombo”, que permitió la realización de una extensa entrevista en La Habana que dio origen al libro Conversaciones con Pombo. Combatiente de la guerrilla del Che en Bolivia.


En septiembre de 2010 viajé a La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Valle Grande para presentar el libro. Los amigos que organizaron la presentación en Cochabamba me invitaron a una reunión en la Escuela de Formación Política, que funcionaba en la casa de Domitila Chungara. Al término de la reunión, más bien formal, Domitila dijo: “Yo quiero invitarlas a usted, a usted y a usted a tomar un café”, señalando con el dedo a las tres mujeres visitantes, mi hija Diana Orduna, Carla Cecilia Valderrama, querida amiga cochabambina, y yo. Pasamos a la cocina y, luego de pedir a su nietito que pusiera agua para el café y sirviera pan y azúcar, empezamos a charlar.

El desprestigio injusto de las mujeres del Comité de Amas de Casa hace que su marido, René Chungara, también minero, se oponga ferozmente a su participación en él. Oposición que concluye después de una tenaz “huelga de quehaceres domésticos” que le hace Domitila.

Uno de los temas más importantes –y quizás el menos conocido por el interés que existe en fijar en la memoria colectiva el hecho falso de que el Che no tuvo apoyo del pueblo boliviano– es el apoyo que esta gesta revolucionaria recibió de los mineros del estaño, apoyo que debía concretarse en el aporte de un día de salario, la recolección de medicinas y el reclutamiento de combatientes que se unirían a la guerrilla. En aquella época gobernaba el militar René Barrientos Ortuño, que apenas llegó al poder decretó la reducción de los ya míseros salarios de los mineros en un 48%. Para tratar los temas del Che, la guerrilla y la lucha por la recuperación de sus salarios, la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia había convocado a un Ampliado Minero para el día 25 de junio de 1967 en Siglo XX, ante lo cual el gobierno asesorado por un grupo de militares norteamericanos y agentes de la CIA organizó y perpetró la Masacre de San Juan, una de las más sangrientas en la historia de las luchas políticas del país, que dejó 87 víctimas entre muertos y heridos, decenas de deportados a campos de concentración, cientos de presos y despedidos. La madrugada del 24 de junio, mientras los obreros de las minas y sus familias celebraban la Noche de San Juan, el Ejército, apoyado por la aviación, cercó y atacó los centros mineros.

En los primeros minutos de la charla con Domitila le pregunté cómo vivieron en las minas estos acontecimientos y cómo se dio el apoyo de los mineros a la guerrilla comandada por el Che. Domitila empezó a recordar, y por más de dos horas fuimos testigos de verdaderas revelaciones sobre la vida en las minas, los mineros que combatieron en la guerrilla y las experiencias de esta excepcional mujer entregada a la lucha por la justicia.

Pasaron meses antes de que pudiera transcribir lo que grabé esa noche, y cuando lo hice me di cuenta de la importancia histórica de las revelaciones de Domitila, pero también de que faltaba completar y profundizar algunos temas. Así que retorné a Cochabamba. Domitila estaba muy mal de salud por un cáncer terminal que le provocó la muerte. Y lo que en un principio concebí como una entrevista sobre hechos concretos se fue transformando en la biografía de esa mujer dotada de una conciencia y voluntad sin límites que la llevaron a enojarse mucho cuando, debido a los fortísimos accesos de tos que sufría una mañana, le propuse que postergáramos la grabación, que descansara, que yo podía prolongar mi estadía: “¡No!, ¡no!, ¡no! ¡Tenemos que continuar! ¡Esto hay que concluir!”.

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En estos años de acercamiento a la historia de Bolivia hay un hecho que es necesario recalcar: en este país, ubicado geográficamente en el centro de Sudamérica, de varios pisos climáticos y en donde conviven más de treinta nacionalidades indígenas con sus propias lenguas, costumbres y tradiciones, han surgido movimientos revolucionarios de vanguardia en todas las épocas. Mencionaremos tres de los más importantes.


• Fue en los territorios de la actual Bolivia donde se produjo, en 1871, la rebelión liderada por Túpac Katari y Bartolina Sisa –en cuya formación la tradición oral desarrollada entre las culturas indígenas fue un elemento determinante–, considerada la más importante contra el dominio español, con un ejército de 40.000 indígenas que cercó la ciudad de La Paz durante meses; rebelión que postulaba la liberación de América del dominio colonial, la eliminación de toda forma de explotación –mitas, obrajes, repartimientos, alcabalas– y el fin de la esclavitud.

• Fue en Bolivia que, con la insurrección de obreros urbanos y mineros, el 9 de abril de 1952 culminó el proceso revolucionario que se conoce como Revolución Nacional, que decretó la nacionalización de las minas del estaño, la primera reforma agraria del continente, la disolución del ejército profesional, la alfabetización, entre otras medidas.

• Fue Bolivia el lugar que escogió Ernesto Guevara de la Serna para llevar a la práctica una de las teorías revolucionarias más audaces de todos los tiempos: tratar de unir los diferentes movimientos revolucionarios de África, Asia y América Latina –y crear otros– para vencer por medio de la lucha armada la dominación colonial, neocolonial e imperialista –carácter tricontinental de la lucha–.

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¿Cómo un país que ha tenido los más altos índices de pobreza, desnutrición y analfabetismo, lo que en última instancia quiere decir altísimos niveles de explotación interna y externa, ha desarrollado los movimientos políticos más avanzados en los distintos periodos históricos de América Latina?

Explotación extrema y concentración del proletariado minero parecen ser las respuestas para entender las peculiaridades de su historia política, además de la fuerte influencia de una cultura indígena milenaria, en donde prima la tradición oral como fuente de conocimiento y educación, el colectivismo se impone sobre el individualismo, y el papel de la mujer como eje de la vida de la comunidad se ha mantenido y desarrollado.

Fiel a su origen y educación nacional y de clase, Domitila no claudica a la hora de expresar sus ideas o dar pasos decisivos como la organización de la huelga de hambre que iniciaron cuatro mujeres de Siglo XX y que logró el derrocamiento de la dictadura de Banzer.

Por las condiciones geográficas de Bolivia, las zonas mineras –y su explotación– se encuentran fuertemente concentradas en los departamentos de Oruro, La Paz y Potosí. A mayor explotación, mayor necesidad de organización para resistir, para sobrevivir. Solamente como ejemplo de la importancia económica, política y social de los trabajadores de las minas: en 1965, los 30.000 mineros del estaño constituían el 3% de la población económicamente activa –los agricultores representaban el 50%–, asegurando el 94% del ingreso por exportaciones. Que en términos de importancia económica, debido a la dependencia boliviana de los ingresos procedentes de la exportación de estaño, quiere decir que esos 30.000 trabajadores de las minas mantenían a una población de cinco millones (ver Regis Debray, La guerrilla del Che).

Diez mil trabajadores mineros eran la fuerza laboral de Siglo XX en 1967.

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Es en este contexto histórico interno –condiciones extremas de explotación y miseria que exigían organización y unidad para la lucha por la defensa de derechos elementales de vida de los trabajadores mineros y de sus familias– y externo –época del despertar de la conciencia política y revolucionaria en África, Asía, América Latina, América del Norte–, que surge Domitila Chungara y su influencia en la vida social, cultural y política no sólo de Bolivia, sino de América Latina y el mundo.

La vida de Domitila es uno de los mejores ejemplos que nos presenta la historia de toma de conciencia a partir de las condiciones extremas que le tocó vivir y de la educación en los valores de clase del proletariado minero –de origen quechua y aymara–, de solidaridad y necesidad de lucha organizada, que recibió de su padre –Ezequiel Barrios, minero expulsado de Siglo XX a Pulacayo por sus posiciones revolucionarias– y de dirigentes como Federico Escobar y Gerónima de Romero –fundadora del Comité de Amas de Casa de Siglo XX–.

Domitila llega pequeñita a Pulacayo, desterrada, junto a su padre y madre, de la mina. El grupo familiar enfrenta, sin ningún elemento de supervivencia, las alturas inhóspitas con temperaturas glaciales de veinte grados bajo cero, y es acogido por una señora de buen corazón, indígena y esposa de minero, que les da un rincón en el comedor de la pulpería. Fue esta misma señora la que les proveyó de frazadas y alimentación. Como preparaba el desayuno de los mineros muy temprano, padre, madre y niña tenían que levantarse a las cuatro de la madrugada y esperar el amanecer sentados en un rincón de la pulpería.

Vienen luego los primeros trabajos del padre como sastre, la posibilidad de tener una vivienda, la leve mejoría en las condiciones precarias de vida de la familia, pero llegan también los profundos motivos de sufrimiento y de toma de conciencia de Domitila: nace la segunda hermana, y en el nacimiento de la tercera –por cesárea– ocurre el hecho trágico de la muerte de la madre, provocada por la práctica negligente de los médicos, que le dejan gasas dentro del cuerpo, lo que le produce una infección y dolores indecibles antes de morir en presencia de la niña de diez años. Domitila reniega entonces de su condición femenina, pues tiene el firme convencimiento de que su madre ha muerto por haber nacido mujer: eso le dicen las vecinas en el entierro, conminándoles a que se mueran ellas también pues “las mujeres no servimos para nada, sólo servimos para sufrir”. Interviene nuevamente el instinto pedagógico del padre, que les explica con palabras sencillas y ejemplos claros a ella y su hermanita que las mujeres tenemos cualidades y que somos importantes en la comunidad.

Pero la vida debía continuar, y la niña que acababa de perder a la madre se tuvo que hacer cargo de cuidar y criar a la bebé huérfana. Son las monjas las que le enseñan cómo hacerlo, pero ella quiere aprender e insiste en ir a la escuela. Una profesora consciente le permite asistir con la hermanita a sus clases. A los pocos meses hay cambio de docente y la nueva maestra no es comprensiva y echa a la niña y la bebé del aula. La niña insiste en su afán de ir a la escuela, a pesar de los ruegos del padre para que esperara unos años hasta que su hermanita estuviera más grande. La solución que encuentran es tallar un hueco en la pared de adobe de la vivienda para hacer un corral en el que estuviera la niñita, que ya gateaba, hasta que Domitila volviera de la escuela. Por acuerdos con la profesora, podía salir cada hora para ir a las carreras a ver cómo estaba su hermanita.

Nuevamente la tragedia: una mañana la bebé sale del corral, gatea hasta la basura y empieza a ingerir comida mezclada con carbón. Muere por intoxicación con altísimas fiebres y fuertes dolores. La autoinculpación de Domitila, de que por su egoísmo de querer aprender ha muerto su hermana, lleva al padre a hablarle de explotación, de injusticia y condiciones de vida; de que no había culpa de ella, individual, sino una responsabilidad social, porque fueron las condiciones de mala atención –discriminación– las que provocaron la muerte de la madre. Comienzan así sus primeras reflexiones, sus primeros pasos en la toma de conciencia.

Hasta que se casa muy joven y vuelve a Siglo XX. A esa mina centro del movimiento político y revolucionario de Bolivia en la década del sesenta. No es sino muchos años después de su llegada, y siendo ya madre de tres hijos, que Domitila se involucra en la lucha del Comité de Amas de Casa de Siglo XX. El desprestigio injusto de las mujeres del Comité de Amas de Casa –que se habían organizado por la necesidad de defender desde el peso correcto en la venta de las provisiones en las pulperías controladas por los dueños de las minas, hasta a sus maridos tomados prisioneros, torturados y muchas veces asesinados– hace que su marido, René Chungara, también minero, se oponga ferozmente a su participación en él. Oposición que concluye después de una tenaz “huelga de quehaceres domésticos” que le hace Domitila para que recapacite y se dé cuenta de la necesidad de su participación en la lucha y de todo lo que ella hace y aporta al hogar. En esos días de extrema confrontación familiar, en que incluso sufre insultos y golpes, Domitila tiene un encuentro fortuito con Federico Escobar, gran dirigente revolucionario de Siglo XX, quien le dice que no puede permitir que su marido le pegue de esa manera, que va a intervenir, explicándole a Domitila ciertos aspectos básicos de la necesidad del respeto a sus decisiones.

Poco a poco, el Comité de Amas de Casa logra el respeto y apoyo de las mujeres y los hombres pobladores del centro minero, sobre todo por la constante e inteligente participación en cuanta lucha fuera necesaria para defender los derechos de vida de los mineros, sus mujeres e hijos.

Viene tiempo después la toma de rehenes norteamericanos, y la decisiva y valiente intervención de las mujeres del Comité para salvarlos de un seguro linchamiento. La negociación y vigilancia en que participan, ya como una pareja unida en la lucha, Domitila y René junto a sus hijitos: “porque si tenemos que morir es mejor que muramos todos juntos. Nosotros no tenemos nada que perder”, le dice sabiamente René a su mujer, frases que nos hacen recordar las ideas desarrolladas por Karl Marx en relación con el origen del carácter revolucionario del proletariado: que es una clase que no tiene nada que perder, sino todo por ganar.

Fiel a su origen y educación nacional –quechua-aymara–, y a su origen y educación de clase –proletariado minero–, Domitila no claudica a la hora de expresar sus ideas, radicalizar sus posiciones o dar pasos decisivos como la organización de la huelga de hambre que iniciaron cuatro mujeres de Siglo XX y a la que pronto se unirá el pueblo en general, huelga de hambre que logró el derrocamiento de la dictadura de Hugo Banzer Suárez. Al mismo tiempo, su persona cobra relevancia nacional e internacional hasta convertirse en referente de la lucha revolucionaria contra las dictaduras impuestas en las décadas del setenta y ochenta.

Persecución, cárcel, confinamiento en Los Yungas, abortos a causa de golpizas por parte de los represores, muerte de compañeros, fueron una constante en la vida de Domitila una vez que se entregó a la lucha.

Acercarnos a su vida, a su lucha, a sus ideas, y a la vida, lucha e ideas de sus compañeras del Comité de Amas de Casa y de sus compañeros mineros, nos ayuda a dilucidar el caótico período actual en los distintos lugares geográficos en donde nos encontremos.

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Escuchemos a Domitila.

Se habla de quinientos años, desde Bartolina Sisa, pero este siglo pasado, en el siglo XX, ¿quiénes han luchado? No estaba ahí Bartolina Sisa, hemos sido nosotros.

Este momento que se está viviendo en Bolivia es la herencia que nosotros hemos dejado, la lucha de los mineros, la lucha de las amas de casa.

Me alegra tanta mujer con sus derechos, los cambios que ha habido. Pero para nosotros no ha sido fácil. Teníamos primero que vencer nuestros miedos, vencer a la familia, vencer al qué dirá la gente, vencer a las suegras, a los mismos hijos, los esposos y los dirigentes que no querían que la mujer participe. Pero pese a eso nos hemos impuesto, hemos hecho ver nuestra razón, hemos impuesto la participación de la mujer.

Nosotros hemos perdido nuestros hijos. Yo he perdido mi primer hijo en la cárcel después de la guerrilla; el segundo hijo he perdido ahí perseguida en las minas, mi gemelo; el otro, en el 79.

Hemos tenido nuestros muertos, nuestros heridos. Y al final han tenido que quitarnos todo medio de vida, expulsándonos de nuestras fuentes de trabajo.

Esa parte de la historia no se puede borrar. No se puede olvidar.

Tiene que haber participación, tiene que haber militancia política, tiene que haber formación política.

Además, nuestra lucha es de clases: hay una clase que explota, una clase que se aprovecha y una clase explotada. Y la mayoría estamos así explotados, el campesino sin tierras, el obrero explotado.

Ahorita el imperialismo, escudándose en defensor de la democracia, un gran demócrata, está asesinando a los pueblos de Irak, de Libia, de Afganistán… La palabra democracia se utiliza para robar al pueblo, para asesinar al pueblo… Está sirviendo para que ellos, los imperialistas, se enriquezcan más, para que controlen nuestros recursos. Eso nos demuestra que el enemigo va a seguir siendo sanguinario, y con la ayuda de los medios de comunicación que nos presentan una realidad que no es.

Por eso yo pienso que todos los pueblos debemos prepararnos militarmente, pero no solos. Si todos los pueblos nos levantamos, no nos va a vencer el enemigo.

En la entrevista que se convirtió en su biografía, Domitila se despide alertándonos, llamándonos a la unidad, al desarrollo de la conciencia. Fiel a sí misma, a su clase, a su origen indígena, nos habla para hacer escuchar “la voz de millones de hombres y, sobre todo, mujeres latinoamericanos sin voz”


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Dale tu mano al indio

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Por Martín Piqué / COMUNIDADES INDÍGENAS, ESTADO Y SOCIEDAD CIVIL EN LA ARGENTINA MACRISTA / Mientras la economía se desindustrializa y se profundiza la reconversión del país en un proveedor de recursos naturales, en las zonas de frontera se recalienta la disputa por la tierra. “No estamos peleando por pelear”, dice María Nahuel, pobladora del lof Lafken Winkul Mapu y tía paterna de Rafael, el joven de veintidós años víctima de uno de los 114 disparos efectuados por los prefectos que el 25 de noviembre...
COMUNIDADES INDÍGENAS, ESTADO Y SOCIEDAD CIVIL EN LA ARGENTINA MACRISTA / Mientras la economía se desindustrializa y se profundiza la reconversión del país en un proveedor de recursos naturales, en las zonas de frontera se recalienta la disputa por la tierra. “No estamos peleando por pelear”, dice María Nahuel, pobladora del lof Lafken Winkul Mapu y tía paterna de Rafael, el joven de veintidós años víctima de uno de los 114 disparos efectuados por los prefectos que el 25 de noviembre de 2017 irrumpieron en la orilla del lago Mascardi donde está emplazado el lof para desalojar una franja del territorio considerado pertenencia ancestral colectiva, sobre la que se había iniciado la recuperación. “Ojalá la gente se diera cuenta de que nosotros volvemos al lugar al que uno perteneció”. Los pueblos originarios y el desafío de la articulación.

Por Martín Piqué
Periodista.

Fotos: Sebastián Miquel y Borde colectivo fotográfico

Un enviado del CONICET trabaja en una investigación etnográfica en Pampa del Indio, en el monte chaqueño. Para su labor necesita hablar con un líder qom. Pero el posible entrevistado tiene cuatro hijos. Y los niños no han probado bocado en lo que va del día. Tienen hambre. Al igual que el perro. La mascota de la familia aúlla con un quejido lúgubre. El referente de la comunidad qom no necesita explicar demasiado. “Tengo que ir a cazar algo para llenar la olla”, se disculpa mientras se pone en movimiento. Lo que sigue, entonces, son horas de sigilo. Observación, silencio, algún ruido apagado. Todo inútil. Es un día malo. Los animales se escondieron o se fueron. Ni los más diestros encuentran presa para cazar. Las horas pasan y la olla sigue vacía.

El episodio del entrevistado-cazador sigue intacto en la memoria de Carlos Salamanca Villamizar, investigador del CONICET. Arquitecto, máster en Antropología Social y Etnografía, con un doctorado en Ciencias Sociales de la Escuela de Altos Estudios de París. Salamanca Villamizar es colombiano. Emigró a la Argentina en el año 2001. “En el trabajo y la relación con las comunidades indígenas, uno va transitando sus propias preguntas. Preguntas de trabajo pero también existenciales”, se confiesa. Su experiencia en la relación con las comunidades originarias de Chaco, Formosa y Misiones lo llevó a abandonar el idealismo. “Me he hecho más realista”, confirma. No lo dice con todas las letras, pero está hablando de ser más humano.

La sangre, la tierra

El paisaje que cobija al lof Lafken Winkul Mapu está lejos del monte chaqueño talado para producir algodón. Son más de 2.200 kilómetros al suroeste. La postal exhibe cerros azulados en las cumbres, bosques de pinos y aguas color esmeralda. Es el lago Mascardi. No muy lejos de Bariloche. Los mapuche instalaron un asentamiento en estas tierras. Las mismas tierras que pertenecían a sus ancestros. El arraigo con el entorno tiene cimientos profundos. Entre la comunidad vive una machi, una mujer sanadora con poderes espirituales que se conecta con las fuerzas de la naturaleza. “Hace quinientos años, en este lugar, vivía una machi. Y ya se había dicho que iba a nacer otra machi y que esa machi iba a vivir en el mismo territorio”, explica María Nahuel, pobladora del lof.

A fuerza de defender derechos, María se convirtió en vocera de los suyos. No es la única. El asentamiento de Lafken Winkul Mapu ocupa parcelas que para el Estado argentino corresponden a la Administración de Parques Nacionales. “Lo nuestro es una casita pegada al hotel que Parques tiene al lado del lago Mascardi. Nunca hicimos una ocupación del hotel. Acá tenemos dos caballos, gallinas, un animal que se usa en las ceremonias, nomás. No es que tengamos una gran cantidad”, describe María, que rechaza las acusaciones del funcionario de Parques Nacionales asignado a esa zona, Damián Mugica, intendente del parque nacional Nahuel Huapi. Mugica los acusa de usurpación.


Parques Nacionales integra el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable como órgano descentralizado. En septiembre de 2017, una comunidad mapuche inició la recuperación de esa franja de territorio de Villa Mascardi, a 35 kilómetros de Bariloche. La consideran pertenencia ancestral colectiva. En lengua mapuche, llamada también mapudungún o araucano, el vocablo “lof” refiere a un grupo de familias ligadas por un ancestro común que reconoce la autoridad de un “lonko”, jefe o cacique.

El 25 de noviembre de 2017, el Grupo Albatros de la Prefectura irrumpió en esa orilla del Mascardi –donde está emplazado el lof Lafken Winkul Mapu– para culminar con el desalojo. Las fuerzas federales ya habían ingresado dos días antes. El primer operativo involucró a trescientos agentes de la Policía Federal, Prefectura y Gendarmería. Se llevaron presos a cinco mujeres y cuatro menores, entre ellos un bebé de un año. Fueron liberados al día siguiente. El 25, tras un intento de resistencia, los prefectos dispararon 114 veces con balas de plomo utilizando sus ametralladoras y pistolas reglamentarias.

Uno de esos tiros mató por la espalda al joven Rafael Nahuel, de veintidós años, vecino del humilde y populoso barrio Nahuel Hue, en el Alto de Bariloche. Rafael había realizado cursos de construcción y tenía habilidad para la herrería. Participaba de un proyecto –llamado Semillero– de la organización popular Al Margen. También había aprendido oficios ligados a la construcción en las afueras de la ciudad rionegrina. María Nahuel es su tía paterna.

Frontera emergente

Dos geografías lejanas, el monte chaqueño, la comarca andina, sintetizan desde la vida cotidiana la conflictiva relación de las comunidades originarias con el Estado argentino. El nudo del conflicto es, desde siempre, el acceso a la tierra. Pero la disputa por hectáreas o kilómetros cuadrados se ve potenciada por nuevos factores, como el avance de la frontera agropecuaria motorizada por el modelo sojero, o la progresiva especialización de la economía argentina en la extracción y explotación de recursos naturales, un proceso que va a la par de la desindustrialización y la primacía, local y global, del sector financiero.

Los argentinos de las grandes ciudades se vinculan con todo eso a través de los diarios. A los pueblos indígenas, en cambio, este proceso los presiona, los amenaza y hasta los extorsiona desde su propio terruño. Sucede que los nuevos recursos naturales por explotar se encuentran mayormente en regiones fronterizas. Los reservorios de agua dulce, de litio –metal alcalino que se utiliza para baterías eléctricas y otros componentes de celulares– o de tierras vacantes y disponibles para la voracidad de la soja están lejos de la zona núcleo. La extorsión, entonces, consiste en el aprovechamiento de las urgencias. Como las comunidades están sumergidas en la pobreza extrema, la decisión de alquilar sus tierras a los sojeros se convierte en un ejercicio no deseado pero frecuente.

Ese es el panorama en Chaco, Formosa y Misiones. “La situación –arranca Salamanca Villamizar, con casi dos décadas de trabajo de campo en esa parte del país– es mucho más compleja que simplemente pelear o luchar por la propiedad colectiva de la tierra. El sistema de pobreza estructural en el que viven las comunidades originarias es tan fuerte que muchas veces no pueden resistir la presión que ejercen las personas que ofrecen cortar todo el monte. Ofrecen muy buenos precios para que la propia comunidad corte todo el monte que tienen, y así vendan la madera. Aunque eso genera diferencias internas.”

En la región del nordeste, las tierras asignadas a las comunidades no son aptas ni suficientes. Sí se trata de superficies cultivables, en buena medida ocupadas por la vegetación característica del monte chaqueño o de la selva paranaense.

“Lo que ocurre es que las tierras son muy pequeñas para el número de familias indígenas que hay, y que además se siguen reproduciendo. A eso hay que sumarle la presencia del agronegocio, que combina presión económica por parte de quienes quieren cultivar soja con la pobreza estructural de los indígenas, que terminan alquilando sus propias tierras a terceros. Es una encrucijada que se repite en toda América Latina. Yo hice un trabajo comparativo con Colombia y Guatemala. Son problemáticas muy similares. Si no son empresas extractivas, son empresas del agronegocio. O empresas que quieren explotar el agua para sistemas hídricos de energía. El problema es que el epicentro de la producción son ahora las zonas de frontera. Porque ahí se encuentran los recursos naturales. Pero también están las comunidades originarias”, analiza Salamanca Villamizar.

Leyes y acciones

El péndulo de ampliación o reducción de derechos, rasgo cíclico del país, tiene su correlato a nivel local. También en la vida diaria de los pueblos indígenas. Con la reforma constitucional de 1994 se incorporaron pactos internacionales a la Carta Magna. El artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional reconoce tanto la preexistencia de los pueblos originarios en el territorio de lo que hoy es Argentina como el derecho a la propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan.


“La política indigenista del Estado argentino tuvo un reacomodamiento con la reforma constitucional del 94. También en las Constituciones provinciales. Se avanzó con la educación cultural bilingüe, con la salud intercultural. Fueron cambios en términos de leyes y decretos. Se creó el Registro Nacional de Comunidades Indígenas. En Formosa hubo políticas de entrega de tierras”, repasa Salamanca Villamizar. “Y las comunidades, o las organizaciones presentes en las comunidades, aprovecharon ese clima político para plantear cierto tipo de reivindicaciones”, agrega.

Otro hito importante fue la sanción de la Ley 26.160 de emergencia de la propiedad indígena y relevamiento territorial de las comunidades. Sancionada en 2006, preveía el freno a los desalojos y el impulso a la realización de un censo de todos los territorios habitados por pueblos originarios. El relevamiento estaba a cargo del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).

“El relevamiento no se hizo, o se hizo de manera muy desigual. No hubo voluntad política para seguir con ese tipo de censos, que reconocían la tierra y el territorio desde un punto de vista indígena, no simplemente como parcelas que pueden ser cultivadas con el modo occidental de producción. Y ya en 2012 se veían lentos avances de la legislación y de las medidas administrativas que permitieran convertir los relevamientos en escrituras de propiedad colectiva de la tierra”, cuestiona Salamanca Villamizar.

Indio sin tierra, pobre en la ciudad

Hay una palabra que describe el proceso que vivió el pueblo mapuche tras la Conquista del Desierto. Primero el exterminio, luego el desplazamiento. La investigadora del CONICET Laura Kropff, doctora en Antropología y docente en la Universidad Nacional de Río Negro, lo confirma cada vez que realiza un estudio sobre historias familiares.

“Si uno hace la reconstrucción de las historias de las familias, todas fueron desplazadas. A lo largo del siglo XX fueron desplazados. Nadie murió en el lugar en el que nació, y todos pasaron por varios lugares en el medio. Los desplazamientos tuvieron como destino los barrios periféricos de las ciudades. Bariloche, por ejemplo, sus barrios periféricos, están constituidos en gran medida por esa población, que fue perseguida y que fue desplazada”, dice Kropff.

En los últimos treinta años, el desplazamiento de los indios desde las tierras más valoradas –por la belleza del entorno, por la vecindad con cursos y espejos de agua, por la potencialidad turística o productiva– hacia las periferias de las ciudades coincidió con otro fenómeno. La tan mentada extranjerización. El boom del latifundio en manos de multimillonarios extranjeros, llámense Joe Lewis, Luciano Benetton, Douglas Tompkins o Ted Turner, fue generando una corriente de malestar que protagonizó manifestaciones y protestas multitudinarias. Sin esas expresiones sería impensable la existencia de una ley como la 26.737, sancionada a fines de 2011 y reglamentada al año siguiente. Dicha ley crea un Régimen de Protección al Dominio Nacional sobre la Propiedad, Posesión o Tenencia de las Tierras Rurales.

Hace dos años, Mauricio Macri firmó un decreto –el 826/2016– para modificar las disposiciones de aquella ley. Flexibilizó uno de los límites que fijaba la normativa: el tope máximo del 15% para la propiedad extranjera, tanto a nivel nacional como provincial y departamental. Con estos antecedentes, Kropff desliza una hipótesis para explicar el endurecimiento del Estado ante las poblaciones que se reivindican como parte de la nación mapuche. “Antes de que empezara la represión más fuerte, lo que se veía en toda la zona andina, de Río Negro y de Chubut, era una comunidad muy movilizada en contra del acaparamiento de tierras en manos extranjeras. En El Bolsón, por ejemplo, habíamos tenido dos marchas de 10 mil personas para un pueblo que tiene un total de 20 mil habitantes. Eran mayorías movilizadas, y mayorías heterogéneas”, remarca.

En los primeros meses de la Administración de Cambiemos quedó claro que las políticas oficiales para la región andina comenzaban a mutar. Se vivió un giro drástico. La nueva estrategia se profundizó con el viaje a Bariloche del entonces jefe de Gabinete de la cartera de Seguridad, Pablo Noceti. Lo que siguió a partir de ese momento fue el despliegue de la teoría del enemigo interno. La propagación del miedo y la militarización. “Es evidente que ha habido un giro en la política indigenista del Poder Ejecutivo. La desaparición y aparición sin vida de Santiago Maldonado, un crimen de Estado, no es algo que les ocurrió a las comunidades del pueblo mapuche. Es algo que nos ocurrió a todos, y especialmente a aquellos que estamos movilizados en defensa de la tierra”, advierte Kropff.

La mirada de la antropóloga del CONICET apunta a que el objetivo del gobierno es alentar la desmovilización en toda la zona cordillerana. Y, también, promover el distanciamiento o la fractura de las comunidades del pueblo mapuche respecto del resto de los pobladores organizados contra la extranjerización. Por eso el miedo.

Tras el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel, el gobierno nacional ensayó una actitud dialoguista. “El Instituto Nacional de Asuntos Indígenas se sentó a la Mesa del Diálogo que habían convocado el Obispado y las comunidades, pero participó sin capacidad de resolver absolutamente nada. Fue una instancia de diálogo que no derivó en ninguna política pública concreta”, relata Kropff.

Articulación o aislamiento

Tanto en el Gran Chaco como en el área cordillerana, el dilema al que se enfrentan los pueblos originarios es cómo defender sus derechos con contundencia y eficacia. Lo mismo sucede en otros puntos del país. Algunas comunidades eligen la confrontación directa, con poca o nula articulación con otros sectores sociales. Otros colectivos de cada pueblo indígena –sean qom, mapuche, pilagá, mogoit (mocoví) o kolla– priorizan la articulación con otros espacios sociales para plantear reivindicaciones con más fuerza y tratar de institucionalizarlas.

“¿Los indígenas tienen posibilidad de trabajar y empujar sus propias demandas, de manera autónoma?, ¿o tienen que impulsar articulaciones, estrategias y alianzas con otros sectores subalternos que están en situaciones de pobreza similares? Yo creo que esa pregunta ha encontrado una respuesta en una ola un poco más reciente, que es la defensa transversal de los recursos naturales. La preocupación por los recursos naturales está logrando construir alianzas que hasta hace poco no eran posibles. Esa es la base para construir acuerdos políticos. Por eso, me parece a mí, hay mucho por trabajar y coordinar”, subraya Salamanca Villamizar al referirse a este punto.

La propuesta que esboza el arquitecto nacido en Bogotá coexiste con dos obstáculos. Por un lado, la pobreza en la que viven las comunidades indígenas, que los obliga a priorizar la sobrevivencia con pragmatismo cotidiano. Por otro, la insistencia de la Casa Rosada en profundizar la persecución y criminalización de líderes de los pueblos originarios, sobre todo de aquellos que alientan la acción directa en la recuperación de tierras ancestrales. Lo refleja la –reciente– extradición a Chile del lonko mapuche Facundo Jones Huala.

Desde el lof Lafken Winkul Mapu, en la orilla del lago Mascardi, María Nahuel asegura que la voluntad colectiva del pueblo mapuche es “guiarse por la fuerza” y “cuidar los territorios”. “Nosotros también queremos vivir bien, pero si no cuidamos los territorios no les va a quedar nada a los nietos, ni para nadie. No estamos peleando por pelear. Tampoco cuidamos este territorio porque nos gusta o porque se nos antojó de la noche a la mañana. Ellos vinieron, nos desalojaron, nos robaron nuestro territorio y nos arrinconaron en la ciudad. Pero en la ciudad (por Bariloche) tenemos mucho acompañamiento. Más que nada de los gremios. Ojalá la gente se diera cuenta de que nosotros volvemos al lugar al que uno perteneció”, dice.

Cuando se le pregunta por el crimen de su sobrino Rafael, María contesta con pocas palabras: “Uno quedó con algo ahí muy grande”.

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Enemigos íntimos

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Por Guillermo Carmona / LA “NUEVA AMENAZA” INDÍGENA Y LAS REFORMAS EN DEFENSA Y SEGURIDAD / El macrismo halló en el conflicto con las comunidades mapuche de Chubut y Río Negro el escenario para desplegar una peligrosa política que conjuga su abierta negativa al reconocimiento de los derechos territoriales de los pueblos indígenas y la represión de un apócrifo germen terrorista como elemento fundamental para justificar la intervención de las Fuerzas Armadas en tareas de...
LA “NUEVA AMENAZA” INDÍGENA Y LAS REFORMAS EN DEFENSA Y SEGURIDAD / El macrismo halló en el conflicto con las comunidades mapuche de Chubut y Río Negro el escenario para desplegar una peligrosa política que conjuga su abierta negativa al reconocimiento de los derechos territoriales de los pueblos indígenas y la represión de un apócrifo germen terrorista como elemento fundamental para justificar la intervención de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interior. Se trata de la implantación de una nueva Doctrina de la Seguridad Nacional consecuente con las estrategias del país del Norte, a la cual los representantes del gobierno se abocan toda vez que promueven incursiones patagónicas contra supuestos grupos radicalizados y violentos y en favor de empresarios amigos. La agitación del fantasma de la amenaza indigenista como coartada para la puesta en marcha de dispositivos institucionales orientados al disciplinamiento y el conjuro de la creciente protesta social.

Por Guillermo Carmona
Diputado de la nación, vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto e integrante de la Comisión de Seguridad Interior de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

Fotos: Sebastián Miquel

Durante el año 2017 se produjeron situaciones que pusieron en evidencia las marcadas contradicciones entre una institucionalidad que dice reconocer la preexistencia étnica y cultural y los derechos de los pueblos indígenas, en el marco de lo dispuesto por el artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional, por un lado, y la profundización de la estigmatización, segregación y persecución de esos mismos pueblos mediante un conjunto de dispositivos oficiales y paraoficiales que actúan con inusitada violencia contra sus integrantes, por el otro. Los hechos más representativos de tales contrastes fueron el debate parlamentario de la prórroga de la Ley N° 26.160 de emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades indígenas originarias del país, y la política de represión y criminalización de las comunidades mapuches de las provincias de Chubut y Río Negro por parte del Ministerio de Seguridad de la Nación y de las fuerzas que están bajo su dependencia.

Tales contrastes y contradicciones exigen respuestas a múltiples interrogantes: ¿pueden considerarse compatibles las acciones de promoción e inclusión de los pueblos indígenas con la persecución y criminalización de la protesta social que esos mismos pueblos protagonizan?, ¿la sanción y promulgación de la prórroga de la Ley Nº 26.160 respondió a una decisión política del oficialismo de avanzar en el reconocimiento y la ampliación de derechos para los pueblos indígenas o fue consecuencia de la necesidad del gobierno de minimizar el impacto y disimular la política represiva que viene ejecutando en la Patagonia?, ¿la política represiva hacia los pueblos indígenas implementada por el gobierno macrista implica un cambio de paradigma en el abordaje de la cuestión indígena y, ante la conflictividad emergente, en materia de seguridad pública?

La prórroga de la Ley Nº 26.160 fue sancionada por una amplísima mayoría en ambas Cámaras. La represión a las comunidades mapuches derivó en la desaparición forzada de Santiago Maldonado tras un accionar represivo de la Gendarmería Nacional, el asesinato a sangre fría de Rafael Nahuel por integrantes de la Prefectura Naval Argentina y la persecución judicial de referentes de las diversas comunidades indígenas patagónicas. Surge el interrogante principal sobre cómo explicar que en un mismo lapso de tiempo se hayan producido hechos que van en sentidos tan evidentemente contrarios. Las respuestas no juegan a favor de las comunidades indígenas, lamentablemente.

La prórroga de la Ley Nº 26.160

No existen en el gobierno nacional matices en las miradas con las que aborda la cuestión indígena. Las aparentes contradicciones entre el reconocimiento de derechos y la represión a los pueblos indígenas han tenido como raíz circunstancias coyunturales. Si bien los bloques legislativos de la alianza Cambiemos finalmente dejaron correr el tratamiento del proyecto de ley de prórroga de la Ley Nº 26.160, las dilaciones y obstáculos evidenciaron una marcada reticencia al reconocimiento de derechos a la posesión y la propiedad de las tierras de las comunidades indígenas originarias. Es más, habría sido improbable que la ley que prorroga la emergencia se aprobara si no hubiera existido para el gobierno el riesgo de que el caso Santiago Maldonado le explotara en las manos.1


En relación con la cuestión indígena, el gobierno de Macri pone en el centro de sus consideraciones dos aristas principales de la compleja realidad que viven las comunidades aborígenes: el debate sobre los alcances del derecho a la posesión y propiedad de las tierras, y el consecuente abordaje de la cuestión de seguridad pública que derivaría de la conflictividad surgida, según la mirada del gobierno, a partir de las pretensiones territoriales de las comunidades. No se puede dejar de percibir en el gobierno una atroz simplificación de la compleja y rica realidad que representan las comunidades de pueblos originarios. Esa simplificación da lugar a la desaparición de perspectivas culturales, económicas y sociales, y deriva en una respuesta del Estado también simplista y justificatoria de un categórico cambio de paradigma en materia de políticas de seguridad pública y de defensa nacional: la identificación de la conflictividad indígena con el germen de una problemática terrorista y la construcción de un imaginario enemigo interno. Fue así como el gobierno encontró en el conflicto con las comunidades mapuches de las provincias de Chubut y Río Negro un escenario para desplegar la política que conjuga una abierta negativa a las pretensiones territoriales de los pueblos indígenas y la represión de un supuesto germen terrorista.

El debate en la Cámara de Diputados puso en evidencia la concepción que determina las posiciones de la alianza Cambiemos sobre la cuestión indígena y el fuerte contrapunto que se generó con la oposición.2 Con el telón de fondo de un duro cuestionamiento a la implementación del relevamiento territorial por los gobiernos anteriores y la advertencia sobre que esta sería la última prórroga de la ley, emergieron desde los discursos negacionistas de la existencia de pueblos indígenas hasta la defensa –en la mayoría de los discursos, solapada– de los grandes latifundistas, especialmente extranjeros.

Los principales argumentos expresados por el oficialismo fueron los siguientes:

1. Crítica al proceso de relevamiento realizado por el gobierno anterior y advertencia de que la prórroga que se sancionaría sería la última. El diputado oficialista Daniel Lipovetzky (PRO-Cambiemos, Buenos Aires), en su calidad de presidente de la Comisión de Legislación General, actuó como miembro informante y sostuvo una fuerte crítica a la actuación de los gobiernos anteriores, expresando que “Es por eso que [los incumplimientos en la implementación de la ley], lamentablemente, la Ley 26.160 tuvo que ser prorrogada no una, sino dos veces. Primero, en 2009, a través de la Ley 26.554, y luego en 2013, con la sanción de la Ley 26.894. Es decir que hoy estaríamos prorrogándola por tercera vez. Aspiramos a que esta sea la última, porque hay muchos pueblos originarios que esperan tener alguna certeza respecto del derecho sobre las tierras que ocupan tradicionalmente, como dijo el constituyente. Por supuesto, hablamos de una tarea que debió hacerse y no se hizo”.

2. Disquisición respecto de los “que se convierten como si fueran” pueblos indígenas, vinculada con el alcance del reconocimiento de derechos por la vía de la interpretación restrictiva de “pueblos con personería jurídica” y posesión ancestral o tradicional. El diputado Jorge D’Agostino (UCR-Cambiemos, Entre Ríos) fue uno de los que hizo mención tangencial a la situación de los cortes de ruta en la Patagonia y evidenció una perspectiva de diferenciación de derechos entre las comunidades indígenas “con personería” y las que carecen de la misma: “Cuando en la televisión se informa que la Ruta 40 fue cortada por un grupo de mapuches se habla de pueblo, de comunidad o de etnia, como si esas expresiones significaran lo mismo. El INAI, a partir de los protocolos de la Organización Internacional del Trabajo, debió establecer qué representa cada una, rescatar el significado de ‘pueblo’ y contar las comunidades. El pueblo es el mapuche, pero puede tener tantas comunidades como provincias hay en la Argentina, o tal vez más. Nuestro objetivo es que haya una reorganización, sobre la base de aquel artículo constitucional, para que en la República Argentina se determine cuáles son los miembros de los pueblos originarios con personería jurídica y bienes comunes. De esa manera evitaremos la discusión de si ancestral es lo mismo que tradicional. Hay comunidades que habitualmente se juntan y, luego de dos o tres años, se convierten como si fueran mapuches, adquiriendo su cultura”.

3. Indígenas buenos e indígenas malos. El diputado Eduardo Amadeo (PRO-Cambiemos, Buenos Aires) mantuvo a lo largo de su alocución un enfoque maniqueo, estigmatizador de los indígenas y las comunidades que protestan: “No es cierto que el único camino posible –ellos lo han demostrado– para el reconocimiento de los derechos aborígenes sea el conflicto y la violencia”, sostuvo siguiendo la línea argumental del oficialismo tendiente a instalar la amenaza terrorista indigenista. Continuó sosteniendo que “Todo ese proceso virtuoso se frenó cuando la mala política [la llevada adelante durante los años del kirchnerismo] se metió en el diálogo y cuando el Estado –como bien decían mis amigos y compañeros– abandonó el trabajo que la ley le ordenaba. Por eso, señor presidente, la iniciativa que estamos votando es señal de un fracaso. Nos vemos obligados a prorrogar el ejercicio de un derecho que no ha sido consolidado. No podemos estar contentos”. Y terminó su discurso con una frase digna de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich: “No lograremos hacer valer el derecho de los pueblos originarios con bombas molotov; no lo haremos desde el conflicto. Nadie desde la dirigencia de los pueblos originarios quiere la violencia, como quieren algunos delirantes que, inclusive, han sido acompañados por miembros de ese espacio [el kirchnerismo]”.


4. El negacionismo: no hay pueblos originarios, en Argentina todos somos migrantes. Una de las más curiosas intervenciones fue la del diputado Eduardo Conesa (Unión PRO-Cambiemos, CABA): “Considero que el proyecto sigue una terminología impropia porque se refiere a ‘pueblos originarios’. Todos los habitantes del país, incluso los indígenas, tienen su origen en la inmigración. Se ha podido probar científicamente, sin duda alguna, que el Homo sapiens, que se distingue por su inteligencia, apareció en África unos setenta mil años antes de Cristo y desde allí fue emigrando hacia Europa y Asia, y que algunos pasaron por el estrecho de Bering llegando a América. Repito: esto sucedió setenta mil años antes de Cristo, de manera que en esta tierra argentina somos todos inmigrantes. Los pueblos no han salido de la tierra, todos vienen de África. En definitiva, algunos argentinos tienen cincuenta años en el país, otros, cien años, y otros, mil. Entonces, básicamente, el término ‘pueblos originarios’ es científicamente erróneo. Esto ha sido probado categóricamente por estudios referidos a la migración de los distintos pueblos del mundo, en los que se utilizó carbono-14. Quiero destacar además que la Argentina, por esencia, es un crisol de razas. Entonces, esta idea de segregación que a veces uno puede visualizar en este tipo de leyes no debería aplicarse”.

5. Los mapuches son chilenos, por eso no pueden alegar el carácter ancestral en la posesión de las tierras que reclaman. El mismo diputado Conesa sostuvo que “La República Argentina es un crisol de razas y dividirnos es completamente equivocado. Hay una raza, la mapuche, que en realidad no es de la República Argentina sino que proviene del Arauco chileno. Ellos cruzaron la cordillera y alrededor de mil setecientos cincuenta se establecieron en nuestro país. Señalo esto porque recientemente hemos visto que algunos voceros de esos señores declararon que sus tierras son sagradas y que nuestros jueces federales no podían ingresar a ellas”.

6. Hay un indigenismo que atenta contra la soberanía nacional. Conesa agregó otro argumento que frecuentemente esgrimen desde el Ministerio de Seguridad: la supuesta pretensión indigenista de abstraerse de la jurisdicción estatal. Sostuvo que “Este es un ataque a la soberanía nacional y es completamente injustificado. La nación argentina ejerce la soberanía sobre sus provincias porque adopta para su gobierno la forma federal”. Este argumento no contempla los conceptos de Patria Grande ni el proceso de integración regional que ha estrechado vínculos entre los Estados vecinos de Suramérica.

7. El mito del indígena vago. El mismo diputado Conesa completó su repertorio negacionista sosteniendo que “Me preocupa este tema porque pienso que la tierra debe ser para el que la trabaja y para el que la sabe hacer producir en beneficio de la comunidad. Bienvenida esta ley en la medida que permita que los aborígenes trabajen la tierra”. Este argumento no considera las particularidades de la economía comunitaria y la agricultura familiar que practican la mayoría de las comunidades de pueblos originarios. Debe relacionarse este tipo de posiciones con la atribución de una supuesta laboriosidad de los latifundistas extranjeros, la que no se evidencia en la realidad ya que concentran grandes extensiones de tierra y los diversos y ricos recursos que contienen en una suerte de juego de geopolítica de alcances y consecuencias aún poco claras.

Las intervenciones de la oposición confrontaron abiertamente con las argumentaciones oficialistas:

1. Cambiemos propone una nueva Campaña del Desierto. El diputado Norman Darío Martínez (FpV-PJ, Neuquén) afirmó que “nos encontramos ante un gobierno que tuvo en su gabinete a un ministro como Esteban Bullrich, que estando en la Patagonia dijo que hacía falta otra Campaña del Desierto. Este es un gobierno cuyos funcionarios dicen estas barbaridades y ni siquiera se ponen colorados, aunque lo dijo cerca del río Colorado. La verdad es que a nosotros nos preocupa mucho que un ministro de Educación piense que a la Patagonia le hace falta otra Campaña del Desierto”.

2. El desinterés y la pasividad del gobierno en el impulso de la prórroga. La diputada nacional Silvia Horne (PpV, Río Negro) denunció que bajo la gestión de Cambiemos “el INAI no solamente no pidió esta prórroga, sino que no contestó a ninguno de los pedidos de informes que se le hicieron; no emitió opinión –aunque se la pedimos expresamente– sobre esta prórroga y los proyectos de titularidad comunitaria. Silenciosa y pasivamente dejó pasar el momento hasta que ocurrió la movilización que todos conocemos, con la presencia de los pueblos y organizaciones en las calles y en este Congreso”.

3. La genocida Conquista del Desierto que aún continúa. La misma diputada Horne sostuvo que “El Congreso aprobó la entrega de cuatro millones de hectáreas en el año 1882. ¡Miren qué rápido lo hizo! Este Parlamento avaló todas las consecuencias de entrega de tierras que tuvo lo que denominaron ‘Conquista del Desierto’ […] Por más que hoy aprobemos esta prórroga por cuatro años y demos celeridad al tratamiento de la titularidad comunitaria, si no somos capaces de revisar lo que se dio en llamar Conquista del Desierto –un verdadero genocidio, que todavía continúa en forma de discriminación, arrinconamiento, empobrecimiento y desconocimiento de los pueblos originarios–, estaremos simplemente poniendo un parche para taparnos la conciencia y para tapar la respuesta a la movilización popular. Nuestro pedido entonces –el fondo de esta discusión– es que avancemos hacia la construcción del Estado multicultural, multinacional y plurinacional que reza nuestra Constitución, pero para ello debemos ponernos de acuerdo en qué es lo que ha pasado en este país y cómo ponerle un freno para lograr que en estas bancas vengan a defender sus derechos quienes hoy son los terceros de los cuales hablamos”.

4. Sobre la idea de la superioridad de la raza blanca y la apropiación de los recursos naturales, la diputada Alcira Argumedo (Proyecto Sur, CABA) analizó los intereses económicos en juego tras la acción antiindigenista del gobierno y afirmó que “Esta idea de razas superiores e inferiores y del derecho de las primeras a apropiarse de los recursos y los territorios de las razas inferiores es un rasgo de la cultura occidental dominante que predominó durante siglos; es la base y el fundamento de los dominios coloniales, de la esclavitud, de los genocidios de los pueblos originarios en América Latina –también en Asia y África–, y se manifiesta casi con naturalidad […] Lamentablemente, ese pensamiento sigue existiendo sutil o groseramente en los Lewis, los Benetton, los Tompkins, los Turner, los Soros, las petroleras, las mineras y las plantadoras de soja o pinos, que consideran que esos territorios les pertenecen”.


5. La necesidad de reconocer el relevamiento y ordenamiento territorial como un proceso participativo. Tuve la oportunidad de participar activamente del debate del proyecto de ley de prórroga, tanto en Comisiones como en el recinto. Sostuve, a partir de una perspectiva crítica de lo actuado por las distintas gestiones del INAI, la importancia de superar las miradas administrativas del relevamiento: “Quien quiera resolver esto con el criterio administrativista de disponer el relevamiento desde el Estado argentino confundirá el objetivo de esta norma, que es generar procesos de relevamiento y ordenamiento de esos territorios junto con la participación de los pueblos originarios”.

6. La preexistencia étnica y cultural como paradigma constitucional. En mi intervención cuestioné también lo sostenido por el oficialismo en torno a la idea de la Argentina como “crisol de razas”. Afirmé que “Nuestra Constitución no consagra el crisol de razas como un criterio constitucional, como aquí se ha sostenido, sino que reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Esto es lo que se tiene que plasmar”. Tal criterio constitucional no puede identificarse exclusivamente con un proceso de relevamiento y ordenamiento territorial, por lo que sostuve que “La Constitución Nacional no dispone un relevamiento de tierras, sino que dice: ‘reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias’. Esta norma que probablemente aprobaremos hoy es ponderable, positiva, constituye un paso, pero tendremos que seguir el proceso de reconocimiento del derecho de las comunidades originarias a la tierra, y anticipo que en cuatro años no se culminará esta tarea, por más buena voluntad que tengamos. Si lo logramos, será porque se fuerzan las condiciones o se permite la participación de las comunidades”.

7. Hacia una ley de propiedad comunitaria de la tierra. Finalmente expresé la necesidad de avanzar en una legislación que aborde integralmente la cuestión de la tierra de las comunidades indígenas, al sostener que “No abogamos por un proceso administrativo sino de reconocimiento progresivo y permanente de la tierra a los pueblos originarios. Por eso, el próximo paso no es pensar en una nueva prórroga, sino avanzar con la sanción de una ley que reconozca la propiedad comunitaria de la tierra. Ese es el objetivo con el cual el Congreso debe trabajar, y existen proyectos en ese sentido”.

La “nueva amenaza” indigenista

El macrismo se encuentra abocado a la construcción de un enemigo interno que justifique la criminalización de la protesta social y, eventualmente, la represión. La “cuestión mapuche” es uno de los casos que de manera más concreta y evidente muestra el modo en el que el gobierno delinea una “nueva amenaza” e instala la urgencia de su eliminación de raíz. El contexto de la desaparición de Santiago Maldonado, ocurrida el 1º de agosto de 2017 en el lof de Cushamen, provincia de Chubut, evidencia la construcción de una retórica antiterrorista, la puesta en marcha de una serie de dispositivos institucionales para la represión y la concreta acción persecutoria y represiva. En los días previos y en el momento del operativo de Gendarmería que derivó en la desaparición de Maldonado por más de dos meses, fue apostado en la región el jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad de la Nación, Pablo Noceti, un abogado con antecedentes en la defensa de represores de la última dictadura militar, quien fue el encargado de definir al enemigo interno, creó las condiciones institucionales para una acción antiterrorista y se presume que fue responsable de la conducción política de la acción represiva contra la comunidad mapuche de Cushamen que contó con la intervención del juez federal con competencia en la zona, de la Gendarmería Nacional e indirectamente del gobierno de la provincia de Chubut.

Noceti anunció a la prensa los motivos de su presencia en la zona: “Comenzar a tomar intervención y detener a todos y a cada uno de los miembros de la RAM que causen delitos en la vía pública y en flagrancia”. El periodista Ricardo Ragendorfer, en una interesante nota que analiza la actuación de Noceti, destaca que “Otra vez se jactó de que para eso no necesitaba la intervención de un juez. Y casi en clave de lapsus supo reconocer el espionaje sobre esa organización al afirmar: ‘Sabemos quiénes son; los tenemos identificados a todos y estamos investigando sus fuentes de financiación’. Por último, ya con un extraño brillo en la mirada, implicó en las acciones de la RAM al premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, a ‘gente vinculada al gobierno anterior’ y también al ‘extremismo kurdo’”3.

La RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) ha sido identificada como una organización terrorista no sólo en el discurso de funcionarios nacionales, sino también en documentos oficiales. Ha sido definida como un “grupo etnonacionalista que practica la violencia extrema”. En una conferencia de prensa ocurrida a fines de diciembre de 2017, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, flanqueada por representantes de los gobiernos patagónicos, dio a conocer un documento titulado “RAM: Antecedentes, Hechos Judicializados e Implicancias para la Seguridad en la República Argentina”4. La conferencia de prensa y la difusión del documento tuvo una amplísima cobertura mediática. Mauro Federico informó en el periódico Ámbito Financiero que “en presencia de funcionarios de tres provincias patagónicas, la ministra Patricia Bullrich presentó ayer una iniciativa tendiente a la conformación de un ‘comando unificado’ para atender la problemática generada a partir del accionar de la organización conocida como Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) en la región sur del país. Flanqueada por los ministros de Gobierno de Chubut, Pablo Durán; de Seguridad y Justicia de Río Negro, Gastón Pérez Esteban; y de Gobierno y Justicia de Neuquén, Mariano Gaido, la funcionaria nacional definió a la RAM como ‘un grupo etnonacionalista que practica una violencia extrema’ y que lleva adelante una ‘lucha insurreccional que no reconoce al Estado ni a la Constitución argentina, ni a las provincias’”. La crónica de Mauro Federico resulta especialmente interesante porque contiene una evaluación periodística de lo presentado por Bullrich: “Las imágenes incluidas en el parte muestran una colección de escopetas y pistolas que bien podrían haber sido incluidas en los catálogos de algún museo de la Segunda Guerra Mundial y gran cantidad de elementos tales como hachas, martillos, serruchos y motosierras, más parecidas al tablero de herramientas de un carpintero que al arsenal bélico de un ejército revolucionario con fines insurreccionales. Además se anexan fotografías de individuos con pasamontañas, pintadas y volantes con consignas políticas y un racconto de las acciones violentas adjudicadas a la RAM”5. Similares consideraciones hicieron otros periodistas, aunque los medios de comunicación afines al gobierno replicaron persistentemente la noticia de la peligrosidad de la amenaza indigenista y difundieron ampliamente el anuncio de la creación de un “comando unificado” para conjurar esa grave amenaza a la seguridad nacional.

La desaparición de Santiago Maldonado fue enmarcada por el gobierno en el contexto del accionar de la RAM. La cobertura de la mayoría de los medios de comunicación dio una alta relevancia a la acción terrorista de esa organización, reproduciendo el discurso oficial. Por ejemplo, Infobae publicó que “Utilizan la violencia como metodología única de protesta. Sueñan con un Estado mapuche autárquico en la Patagonia. Algunos de sus miembros fueron avalados por el kirchnerismo y la izquierda setentista, recibirían apoyo financiero del exterior y están dispuestos a sembrar el terror.
Esta es la radiografía central que elaboró el Gobierno sobre los dos grupos mapuches que tienen en vilo a las poblaciones sureñas de Chile y de la Argentina: la agrupación Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) y la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM)”6.

Cambios de paradigmas

El enfoque del macrismo responde a la política que Estados Unidos ha propiciado ininterrumpidamente en la región, que fue resistida durante los años de predominancia de gobiernos progresistas y que hoy tiene especial eco en los gobiernos neoliberales latinoamericanos. Para este enfoque, el énfasis y centro de la preocupación de la defensa nacional está puesto en las denominadas “nuevas amenazas”.

Perú, un país que asumió tempranamente este paradigma, las ha categorizado en el denominado Libro Blanco (2005) de la siguiente manera: “a) amenazas externas: las que podrían generarse si se intentaran aplicar en la subregión sudamericana doctrinas de seguridad incompatibles con la vigencia del derecho internacional; las que podrían surgir de crisis en función de escasez de recursos naturales de valor estratégico, tales como recursos vitales; el terrorismo, el narcotráfico y la delincuencia internacional; b) amenazas internas: grupos terroristas y subversivos, contrarios al ordenamiento constitucional, que optan por la violencia; grupos radicales que promueven la violencia social y desbordes populares; la delincuencia común organizada; el tráfico ilícito de drogas; la corrupción, y la depredación del medio ambiente”.

Las consecuencias de la aplicación de este paradigma pueden visualizarse en toda su dimensión y crudeza en México y Colombia, países en los que los resultados de su aplicación han demostrado que los problemas de la inseguridad, lejos de resolverse, se han agravado, y que la intervención de las fuerzas armadas en conflictos internos no sólo desnaturalizan sus misiones esenciales sino que además las corrompen.

Se trata de una nueva versión de la Doctrina de la Seguridad Nacional absolutamente funcional –como lo fue la vieja doctrina que apuntaba a “garantizar” el orden interno mediante la aplicación de técnicas de contrainsurgencia– a la estrategia de seguridad y política exterior de los Estados Unidos. El involucramiento de las fuerzas armadas en la “guerra contra el terrorismo” y la “guerra contra el narcotráfico” es una consecuencia de esta perspectiva y constituye el pretexto para la intervención en tareas propias de la seguridad interior. Para ello, la construcción de enemigos internos colocados en el lugar de “grupos terroristas y subversivos” resulta fundamental para justificar el cambio de rol propuesto. En esto andan ocupados Macri, Bullrich y Noceti cuando promueven incursiones patagónicas de las fuerzas de seguridad en favor de empresarios amigos del gobierno y en contra de comunidades de pueblos originarios, o cuando policías de civil infiltran manifestaciones públicas generando disturbios luego atribuidos a los manifestantes, o en el descubrimiento de supuestas células anarcoterroristas que, según las versiones oficiales, estarían abocadas a preparar acciones contra visitas de presidentes extranjeros y cumbres internacionales que se realizarán en el país en el marco de la OMC y el G-20.

Una emergencia que llegó para quedarse

Desde el comienzo de su gobierno, Macri dio pasos para plasmar la nueva política. La responsable de su instrumentación ha sido y es la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, y el instrumento utilizado para avanzar en la reconfiguración de las políticas de defensa nacional y seguridad interior ha sido la declaración de la emergencia de seguridad mediante el Decreto 228/2016 y su prórroga a través del Decreto 50/2017.

La emergencia de seguridad representó el primer paso concreto en favor de la intervención de las fuerzas armadas en acciones vinculadas con la seguridad interior a través de la autorización del derribo de aviones. Se levantaron voces críticas desde distintos sectores que cuestionaron que el Poder Ejecutivo declarara la emergencia eludiendo la obligatoria intervención del Congreso Nacional –fue parte del paquete de decretos que dictó Macri en sus primeros días de gobierno aprovechando el receso legislativo– y que involucrara a las fuerzas armadas en tareas de seguridad interior que por ley tienen vedadas. Con la complicidad de una parte de la oposición, el macrismo evitó que los duros cuestionamientos echaran por tierra la emergencia ilegalmente declarada.

En línea con las políticas que inspiran la emergencia de seguridad, el gobierno promueve la realización de ejercicios militares que perfilan la incursión de las fuerzas armadas en el campo de la seguridad interior.

La reforma macrista en materia de defensa y seguridad y su relación con la lucha contra el “terrorismo indigenista”

El viernes 24 de julio de 2018 el gobierno dictó el Decreto 683/2018 modificatorio del 727/06, reglamentario de la Ley de Defensa. El nuevo decreto define la función primaria de las fuerzas armadas como respuesta a una agresión externa, suprimiendo lo que preveía el 727/06, que establecía que la respuesta debía darse ante las agresiones externas de carácter estatal. De esta manera se amplía el espectro de actuación militar, incluyendo el narcotráfico o el terrorismo internacional.

Ernesto López responde a los interrogantes que genera esta decisión que borra los límites entre seguridad y defensa, afirmando que “conviene puntualizar primeramente que el ejercicio de la defensa nacional no figura en la agenda gubernamental como prioritario. El gobierno de Mauricio Macri ha alcanzado un entendimiento con los Estados Unidos que consiste en tratar de acomodar a la Argentina bajo el ala del águila americana sobre la base de un canje. Argentina se involucra en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo internacional y a la recíproca, Estados Unidos se dispone a apoyar nuestra agenda económica, cada vez más problematizada y crítica”. Y analiza que “bajo estas condiciones, la defensa pierde importancia y queda relegada. Ahora bien, la aplicación de los militares a los asuntos de seguridad tiene sus límites y sus complicaciones. Es legal si se circunscribe al apoyo logístico de las fuerzas de seguridad pero, por un lado, en la práctica, la frontera entre la logística y lo operacional puede ser muy lábil. Y, por otro, puede ser deliberadamente ignorada. Hay muchos antecedentes que indican que el gobierno quiere involucrar a los militares en tareas de seguridad. Y, también, que busca evitar un choque explícito contra el marco legal vigente. Para lo cual utiliza subterfugios, cortinas de humo y una serie de artilugios de simulación, direccionados a esquivar reclamos judiciales y descrédito político. También procura el gobierno liberar gendarmes de su atadura a las fronteras o a la vigilancia de objetivos estratégicos, para trasladarlos a los centros urbanos. Le teme a la protesta social y, como ya se vio en las jornadas del 14 y del 18 de diciembre pasado, está dispuesto a convertir a la cuestión social en una cuestión de policía. Resta mencionar, lamentablemente, que los militares que reemplacen a los gendarmes van a quedar de hecho convertidos en una especie de rueda de auxilio”7.

El Decreto 703/2018 aprueba la Directiva de Política de Defensa Nacional y deroga las directivas anteriores establecidas por Néstor Kirchner (2009) y Cristina Fernández (2014) que afirman que “en la actualidad nuestra región no representa un escenario de alta prioridad para la proyección y la acción directa de organizaciones terroristas”. Sin embargo, la lucha contra el terrorismo ha sido uno de los tópicos más destacados por los funcionarios del gobierno de Macri para sostener la necesidad de estas reformas.

Quizás resulte apresurado concluir que la intervención de las fuerzas armadas en tareas de seguridad interior tenga como una de sus finalidades específicas la actuación contra las protestas de las comunidades indígenas y otros movimientos sociales. Pero es claro, al mismo tiempo, que el carácter auxiliar que se les da respecto de las fuerzas de seguridad –en especial, de la Gendarmería Nacional– es capaz de liberar todo el potencial represivo de estas. A esta altura de las circunstancias ya ha quedado evidenciado que la agitación del fantasma del terrorismo indigenista ha redundado para el gobierno en la identificación de un enemigo interno con supuestas conexiones internacionales en función de justificar –patética y falazmente– la necesidad de contar con dispositivos de seguridad y de defensa utilizables para el disciplinamiento interno y para conjurar la creciente protesta social.

Notas

1 Santiago Maldonado desapareció el 1º de agosto de 2017. El Honorable Senado de la Nación dio media sanción al proyecto a fines de setiembre de 2017 y la sanción definitiva la produjo la Honorable Cámara de Diputados el 13 de octubre de 2017, pocos días antes de que apareciera el cuerpo de Maldonado, el 17 de ese mismo mes.

2 La versión taquigráfica de la sesión en la que constan las diversas intervenciones que se incluyen en el texto se puede visualizar en: https://www.hcdn.gob.ar/secparl/dtaqui/diario_sesiones/acordeon.html, Periodo 135 - 19° Reunión - 13° Sesión Ordinaria (Especial), 8 de noviembre de 2017.

3 Ragendorfer, Ricardo (10 de agosto de 2017). “Noceti, la mano ultraderecha de Bullrich”. En: Nuestras Voces, disponible en: http://www.nuestrasvoces.com.ar/investigaciones/noceti-la-mano-ultraderecha-bullrich/.

4 El documento puede consultarse en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/informe_ram-_diciembre_2017.pdf.

5 Federico, Mauro (28 de diciembre de 2017). “Bullrich lanzó comando unificado en provincias patagónicas para frenar la “insurrección mapuche”. En: Ámbito Financiero, disponible en: http://www.ambito.com/907759-bullrich-lanzo-comando-unificado-en-provincias-patagonicas-para-frenar-insurreccion-mapuche.

6 Di Natale, Martín (8 de agosto de 2017). “Violencia, anarquía y apoyo externo: el perfil de dos grupos mapuches que tienen en vilo a Chile y la Argentina”. En: Infobae, disponible en: https://www.infobae.com/politica/2017/08/08/violencia-anarquia-y-apoyo-externo-el-perfil-de-dos-grupos-mapuches-que-tienen-en-vilo-a-chile-y-la.argentina.

7 López, Ernesto (5 de agosto de 2018). “La confusión más peligrosa”. En: El Cohete a la Luna, disponible en: https://www.elcohetealaluna.com/la-confusion-mas-peligrosa.


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